El PSOE es un partido dividido, eso es una obviedad que no requiere un mayor análisis. La crisis de la socialdemocracia internacional, los proyectos erróneos, la incapacidad de dar soluciones a las nuevas necesidades de los ciudadanos o de hacer frente a la ofensiva neoliberal, son algunos de los aspectos que determinan por qué hay dos Partidos Socialistas: el que representa a quienes siguen pensando que las viejas recetas se pueden actualizar y el que quiere centrar su proyecto en un abandono de ese falso espacio político que llamado centro-izquierda para ofrecer a la ciudadanía soluciones reales.

Sin embargo, en el PSOE la división viene también por otras razones. La principal, el apoyo de buena parte de los dirigentes socialistas con mando en plaza a la opción que quería transponer el viejo Partido Socialista a las nuevas realidades. En todos los territorios donde el PSOE gobierna, salvo Andalucía, ganó Pedro Sánchez.

En la Castilla La Mancha de Emiliano García-Page Pedro Sánchez se impuso con un 48,32% de los votos. En el Aragón de Javier Lambán Sánchez ganó con un 45,86%. En la Extremadura de Guillermo Fernández Vara con un 49,15%. En la Valencia de Ximo Puig con un 63,07%. En la Asturias de Javier Fernández Sánchez se impuso con un 53,41% de los votos. Es de destacar también el resultado obtenido por el nuevo secretario general en Baleares (71,10%) o en Cataluña (81,90%), territorios donde tenía el apoyo de sus dirigentes. A nivel provincial, un resultado muestra claramente este muro que se ha abierto entre las bases y la dirigencia: en la Pontevedra de Abel Caballero Sánchez arrasó con un 64,95% de los votos.

¿Qué ha llevado a que la fractura sea tan grande? En primer lugar, la abstención a Mariano Rajoy abrió una herida muy grande porque fueron miles los socialistas que no entendieron ese movimiento y culpan a sus dirigentes de haber entregado el gobierno al PP sin ningún tipo de contrapartida. En segundo lugar, la actuación de la Comisión Gestora no ha sido lo que se esperaba o lo que se dijo que iba a ser. No han sabido presentar a los militantes un nuevo proyecto que les ilusionara, más bien todo lo contrario. En tercer lugar, tanto la Gestora como los dirigentes de todos los niveles no han sabido utilizar a nivel institucional el poder que tenían en sus manos con la minoría del PP en el Parlamento, el poder gobernar desde la oposición. Es cierto que se han hecho cosas, como el incremento del Salario Mínimo Interprofesional, para la LOMCE o empezar la lucha por la derogación de la Reforma Laboral. Sin embargo, los ciudadanos y los militantes se sienten decepcionados por los pactos alcanzados por el Grupo Parlamentario con el PP porque no se les ha dado lo que esperaban en estos nueve meses.

Esa es una de las tareas que tiene Pedro Sánchez: volver a unir a sus dirigentes con sus bases para reconstruir un PSOE que está roto por arriba y desencantado por abajo.

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