Seguramente muchos lectores de este artículo acabarán contentos. Unos porque Vox les parece la reencarnación de la Falange joseantoniana; otros porque piensan que la única derecha es lo que representa el PP. Los menos se alarmarán, no tanto por la posible bajada del partido de Santiago Abascal sino por el mecanismo utilizado para ello. Cuando Ciudadanos dejó de ser un partido útil para el sistema, para las élites capitalistas de España (y alguna internacional), lo laminaron en menos de cinco meses. De ello se ha dado cuenta en este periódico profusamente. Albert Rivera pasó de ser un posible vicepresidente del gobierno, o una persona presidenciable, a acabar pidiendo un carguito al PP madrileño y fundando una asesoría porque le habían echado de su trabajo.

Vox se fundó con muchos cargos asqueados del PP por su entrega a los amigos de los terroristas, de los secesionistas y al lobby bruselense-neoyorkino. Tenían una idea de España diferente: la soberanía debía residir realmente en el pueblo (ese símbolo ilustrado), se debía recuperar el orgullo de ser español en todo el orbe y había que defender los valores tradicionales. Posteriormente se fueron sumando seguidores de la derecha alternativa estadounidense con un perfil sumamente libertario en lo económico y, sin ver la contradicción, conservador en lo cultural. Han convivido dos almas en el partido, la “tradicionalista” y la “libertaria”, hasta hoy mismo. De ahí que se hayan apuntado desde falangistas o soberanistas de la nueva derecha europea (caso de Buxadé o Contreras), personas vinculadas al Camino Neocatecumenal, anarcoliberales y porculeros de derechas (como hay porculeros de izquierdas).

Las dos almas de Vox

Si se fijan en toda la simbología utilizada y los distintos discursos, unos dirigentes han sido la representación del tradicionalismo y el soberanismo y otros han sido los látigos del socialismo (el socialismo que tienen en sus cabezas que es medio inventado) y defensores del Estado mínimo y la libre empresa donde a cada quien san Pedro se la bendiga. Han ido cubriendo un espacio abandonado por el PP, menos el libertarismo à la Ayn Rand de hago lo que me sale del potorro (por aquello que Ayn Rand era mujer) y sin importar lo que sea, con cierta fortuna. En la cabeza de Abascal, que no es tan estúpido como le suponen los demás, y los soberanistas estaba construir poco a poco un partido que cubriera todo el territorio para poder, realmente, competir en igualdad de condiciones.

Todo esto se ha visto superado en cierto modo por el apoyo efusivo, aunque minoritario todavía, en ayuntamientos, comunidades autónomas y en el parlamento español. Viendo que Ciudadanos no servía para los planes de las élites, la prensa de derechas se volcó en favor de Vox pues no las tenían todas consigo respecto a Pablo Casado o Rivera (quedase lo que quedase). Desde la directiva de Vox intentaron frenar, al menos en parte, la euforia porque saben que debían construir y no acabar como Ciudadanos o Podemos por el otro lado. Pero la banalidad sistémica y la soberbia de algunas personas han sobrepasado las directrices internas. Algunos se han creído imprescindibles y por encima del aparato debido a las loas lanzadas desde la prensa de las élites, como sucedió en Ciudadanos.

Macarena Olona, la cabeza de ariete contra Vox

Hoy, con Feijóo al mando del PP, un político por el que suspiraban las élites económicas y culturales de España, ya no es tan necesario Vox. La mayoría absoluta de Bonilla en Andalucía les ha hecho percibir que, como tiempo atrás, sobra Vox y hay que hacerle caer poco a poco mientras por la izquierda hay mil partidos cada cual con mayor pureza progresista-woke. Y para ello no sólo hay que opacar lo que antes ponían en primera plana, sino segar la hierba por debajo de las rodillas de los dirigentes de Vox. Especialmente los del bando más soberanista.

Y como en toda tragedia la prensa siempre busca un tonto útil. En este caso una tonta útil: Macarena Olona. Una mujer a la que han elevado a los altares (han vendido que ha sido gracias a ella que se han logrado las victorias jurídicas en el Tribunal Constitucional, omitiendo que en las filas de Vox hay varios catedráticos en derecho) y a la que han quitado la culpa del fracaso en las elecciones andaluzas tan rápido como han desplazado la culpabilidad a Madrid. Esto es, a Abascal y su equipo personal que, ahora, parece tener envidia de la floreciente mujer de derechas…

Los medios de derechas a ejecutar la voluntad de las élites

Se obvia que Olona salió pitando de Andalucía tras fracasar, bajo el eximente de una enfermedad. Una que impedía continuar su labor política pero que no le impide hacer el camino de Santiago, con todo el foco de los medios de comunicación… de izquierda a derecha. Si se fijan bien, como buenos ejecutores de las órdenes de las élites, los medios de comunicación se han lanzado a acompañar a Olona en su camino, además de solicitar a los “verdaderos españoles” que la acompañen. Ella, junto a su equipo, ha diseñado la campaña para intentar no se sabe bien qué, pero son los medios los que desde hace días la utilizan para desquebrajar Vox.

Cuando los medios hablan de gobiernos dictatoriales y de persecución de este o aquel, normalmente están mintiendo. Cuando se quejan de la guerra cultural y de la pérdida de valores, normalmente están mintiendo. Cuando alaban a un político y denostan a otro, normalmente están actuando por mandato superior. El poder de los medios de comunicación es inconmensurable en el patio político. Se vio perfectamente en el caso de Ciudadanos. Tras el aviso de personajes como Ana Botín, toda la prensa trituró a Rivera y compañía, mientras alababa a Vox. ¿Qué pasó? Cambió el equilibrio. A Pablo Casado había que eliminarlo y se esperó hasta que llegase el momento. El enfrentamiento por una falta ética grave de Isabel Díaz provocó su caída.

A Abascal y su troupe les ha llegado el momento y están utilizando a Olona para laminar la autoridad que pudiera haberse granjeado el presidente de Vox. Toca desmontar su imagen y, aún más, su discurso. Olona no deja de ser una libertaria (pese a ser funcionaria, algo paradójico), con arrebatos nacionalistas y postureo católico. Una católica pompier de esas que dice Juan Manuel de Prada, que van rogando a dios pero con el mazo van dando. Una mujer que utiliza el elemento de los valores (en los que no cree) para conseguir que todo siga igual en casa de las élites globales.

El peligro de entregar la democracia a los medios

Lo que demuestra que la guerra cultural no deja de ser postureo para muchos dirigentes políticos, porque mañana mismo acabará defendiendo los vientres de alquiler como mecanismo de aumento de la natalidad en España (ésta todavía no se le había ocurrido a Miguel Ángel Rodríguez). Y paradójico también que medios como El debate, donde en principio se defienden los valores y postulados católicos, entren a esta guerra contra Vox, el único partido que sí se cree como principios ineludibles esos valores. No, en el PP son católicos fingidos (sólo hay que preguntar a los católicos de verdad que son dirigentes del partido) y acaban tragando lo que haga falta con tal de seguir con el apoyo a las élites extractivas y el capitalismo de amiguetes.

Da igual que sea Santiago Abascal, que cualquier otro, lo terrible de todo esto es que los medios de comunicación han pasado de garantes del buen devenir de la democracia, a actores decisorios del mismo. Mientras hablan de guerra cultural (sin saber de qué hablan en realidad en muchas ocasiones), por la gatera te están colando el interés de un lobby. Mientras alaban a una política que ha salido huyendo de sus responsabilidades, por el otro lado están tratando de destruir a un partido. Guste más o menos, pero partido. Llevan dos cadáveres recientes: Rivera y Casado. Van a por el tercero, Abascal. Y no se extrañen que en esto acaben estando en primera línea de combate Juan Carlos Girauta, Marcos de Quinto y el condenas.

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