Hoy estoy reflexionando sobre “el femenicidio es genocidio”, la pancarta que un grupo de mujeres exhibió en la Plaza de las Madres de Mayo de Buenos Aires.

También una lorquina ha sido asesinada por un hombre con el que mantuvo una relación. Es genocidio y, además terrorismo de género, porque implícitamente su ejecutor tenía la convicción de pensamiento único y dogmático que “esa”, o era suya o de ninguno. La patrimonialidad sobre las personas es un acervo intrínseco a la tradición patriarcal.

Gritemos al cielo y al infierno para que esa horrible lacra sea extirpada de nuestra sociedad. Y como ciudadanos/as de Occidente cuestionarnos varias premisas.

Si España tiene un arsenal jurídico, cada vez más detallado (puntero en Europa) contra la violencia de género, ¿por qué nos siguen violando, maltratando y asesinando nuestras parejas sentimentales? ¿Qué les sucede a esos varones, acaso no tienen madres, hermanas o hijas?

Nuestra sociedad sufre de un error sistémico de Educación (no me refiero a la formación externa) sino a ese sutil aprendizaje que se adquiere desde la cuna. Las familias tenemos la obligación de transmitir la igualdad de género, como el primer exponente de las libertades y derechos humanos. Empecemos inculcando ya en lo cotidiano que nadie tiene un interés patrimonial sobre su pareja, y eduquemos a nuestras hijas e hijos en la autoestima de la afectividad sin sometimiento hacia el otro.

Pido perdón por el asesinato de nuestra vecina de Lorca y por todas aquellas que han caído en el camino.

Lucharemos para que no se repita.

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