Mientras las más de 305.000 familias arruinadas tras la compra del Popular por parte del Banco Santander por un euro están librando una batalla legal reclamando lo que se les sustrajo con nocturnidad, dolo y mucha alevosía en la madrugada del 6 al 7 de junio de 2.017, el Santander está llegando a acuerdos con los grandes accionistas para que éstos recuperen lo que perdieron tras la pérdida de valor de sus productos de inversión, ya sean acciones, ya sean bonos. Así lo confirman a Diario16 diferentes fuentes del sector financiero español e internacional.

Principalmente, esos acuerdos se están firmando a través de distintas fórmulas que están siendo implementadas fuera de España a través de las principales corporaciones de inversión que controlan el mercado. Esta información demuestra que el silencio de estos grandes accionistas está justificado y, sobre todo, el doble rasero que está aplicando el Santander respecto a las víctimas de la operación.

Estos principales accionistas se podrían agrupar en diferentes grupos entre los que destacan algunos de las familias y de los miembros más significativos de la Sindicatura de Accionistas del Popular (Opus Dei), Ángel del Valle y el Club de Monterrey, la familia Luksic, Allianz y BlackRock, además de la situación de Allianz que ya explicamos en artículos anteriores.

La Sindicatura de Accionistas del Banco Popular era el principal accionista de la entidad y estaba formada casi íntegramente por destacadas familias del Opus Dei. A través de la contratación de productos crediticios con carencias que alcanzan hasta los 3 años y de productos de inversión el Santander devolverá a esos grandes accionistas el valor de sus productos, ya sean acciones, ya sean bonos, porque durante esa carencia obtendrán la suficiente rentabilidad como para recuperar lo perdido en la noche del 7 de junio.

Sin dejar al Opus Dei, sorprende de manera alarmante el cómplice silencio de la, en otro tiempo hiperactiva, consejera independiente y presidenta de la Comisión de Nombramientos y Gobierno del Popular, Reyes Calderón, quien durante su mandato fue una pieza clave para desestabilizar a la entidad junto a Antonio del Valle. No se escapa su relación directa con esas importantes familias de la Obra a las que nos referíamos anteriormente. Esto, evidentemente, obedece, desde lo terriblemente humano, a que también pudiera haber alcanzado un acuerdo con el Santander.

Respecto a Antonio del Valle la cosa es más compleja. Realmente, el dinero que él representaba, además del suyo personal, pertenecía al Club de Monterrey. La misión de Del Valle no era otra que entrar en el Popular para realizar una operación de fusión o venta con otra entidad española, preferentemente con el Sabadell, para, en primer lugar, que el Club de Monterrey entrara en el negocio bancario de la Unión Europea; en segundo lugar, el proyecto planteaba crear, si no la primera entidad española, la segunda y al mismo nivel que Santander y BBVA. Para eso le dieron el dinero. Sin embargo, Antonio del Valle fracasó y fue engañado y utilizado por los que estaban al frente de la verdadera operación. Los movimientos del mexicano fueron utilizados para crear una cortina de humo que ocultara lo que realmente se estaba gestando, tanto a nivel institucional como a nivel corporativo. Según confirman fuentes norteamericanas consultadas por este medio, el Club de Monterrey no perdona jamás que se pierda el dinero invertido y es muy probable que instaran, por las buenas o por las malas, al propio Del Valle a llegar a algún tipo de acuerdo con el Santander para recuperar la inversión perdida. Según las mismas fuentes, el acuerdo se habría llegado a través de los grandes bancos de inversión norteamericanos como, por ejemplo, JP Morgan, que mantienen una estrecha relación con el Santander. Esta es la razón por la que el banquero mexicano haya reducido su beligerancia contra la entidad presidida por Ana Patricia Botín.

El mismo procedimiento se hubiese aplicado con otros grandes accionistas como, por ejemplo, la familia chilena Luksic, de ahí el silencio de los abogados o de las prebendas que Europa le ha dado a la hora de ser recibido por la propia JUR.

La situación de los acuerdos alcanzados con otros grandes accionistas como, por ejemplo, Allianz es distinta. El caso de la multinacional alemana y las cláusulas de cambio de control por 1.300 millones que tenía el Popular y que la JUR, de manera inexplicable, aceptó eximir al Santander, ha provocado un duelo de titanes. Allianz es un gigante con la misma capacidad que el Santander, además del apoyo institucional alemán, que en una guerra abierta en los tribunales podría destrozar a la entidad cántabra. Se llegará a un acuerdo porque a Allianz le interesa ya que el valor de sus acciones en el momento de la intervención superaba los 500 millones de euros, pero se mantuvo en el Popular puesto que tenía garantizada la cantidad arriba citada, lo que le daba una rentabilidad de 800 millones de euros. Además, el hecho de estar en el Consejo de Administración le complica la posibilidad de interponer demandas en los tribunales.

Por otro lado, se ha dicho que la multinacional alemana perdió la confianza en Ángel Ron y que fue uno de los que le retiraron el apoyo tras la rebelión de Del Valle y Calderón. Sin embargo, el ex presidente de Popular permaneció hasta, al menos, los últimos meses del año 2.017 en el Consejo de Administración de Allianz, a pesar, incluso, de que él presentó su dimisión. Es un modo muy heterodoxo de demostrar esa pérdida de confianza.

Con respecto a BlackRock, en el momento de la caída del Popular, sorprendió el hecho de que la empresa fuera, precisamente, una de las más agresivas a la hora de realizar operaciones a corto contra el valor del Popular, siendo uno de los principales accionistas. Sin embargo, BlackRock es el máximo accionista del Santander, como ya lo es de BBVA, entre otras empresas del IBEX, y la operación del Popular. Dejar de ganar dinero, que no perder, para multiplicar la rentabilidad de su inversión, sobre todo, de cara a la ampliación de capital. El Santander está devolviendo el valor de las acciones a través de la rentabilidad de la operación. En este caso, no es que haya un acuerdo o que se le vaya a abonar el total de la inversión perdida, simplemente que se rentabiliza esa pérdida a través del retorno que genera el incremento del volumen negocio del Santander gracias al Popular.

En referencia con todos estos grandes accionistas hay un punto a tener en cuenta. Ellos nunca pierden. Son ganadores precisamente por eso. Muchos de los arriba citados ganaron mucho dinero con el Popular. Su modo de actuar en el mercado, teniendo en cuenta que sus carteras de inversión se las llevan grandes empresas o bancos de inversión, se basa en lograr grandes rentabilidades para vender el principal más un porcentaje del beneficio y mantener el resto en el mercado. Ese modo lo que les garantiza es, precisamente, que no pierdan lo invertido. Por eso, en el caso de estos grandes accionistas, lo correcto es decir que han dejado de ganar, no que han perdido.

Mientras esto está ocurriendo con los accionistas que están dentro de las élites o los poderes económicos mundiales, los más de 305.000 afectados que lo perdieron todo tras la intervención, en su mayoría pensionistas, trabajadores autónomos, pequeños empresarios, empleados del banco y trabajadores, en general, tienen que buscar una solución a través de una larga lucha en los tribunales. Muchos de ellos no lo verán porque el ritmo de la Justicia es lento para lo que interesa que lo sea.

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