Es cuando menos paradójico que aquellos que generan un estado de crispación; aquellos que, con motivo o sin él, abominan de cualquier política pública si la ejecuta la izquierda; aquellos que poseen la mayoría de los medios de comunicación (especialmente la televisión); aquellos que todo lo filtran mediante su posición ideológica (ideología dominante en sus diversas perspectivas) retorciendo los hechos o escondiéndolos; aquellos, en general, crean opinión día sí, día también, se quejen de que el gobierno controla los medios o que haya creado un modelo de censura que de aplicarse no les permitiría decir lo que dicen. Más allá de las palabras de Enric Juliana (La Vanguardia, la muy monárquica y liberal) esta semana sobre la acción de los medios para deslegitimar al gobierno y ponerle en la diana, la realidad es que el 90% de los medios de comunicación, si se toman las la audiencias, están contra el gobierno mucho antes de que se formase. Curioso que ahora los medios más liberales de la clase dominante se den cuenta de la actividad de sus colegas, aquí se ha denunciado desde el principio y se han señalado las intenciones que tienen con esa estrategia desde hace mucho (por eso verán hoy muchos enlaces, ya que de casi todo se advirtió aquí). De hecho pareciera que estos periodistas “más famosos” leen esta columna diaria y la adaptan para hacer sus artículos y discursos porque, siempre, días o semanas después de haber escrito algún análisis aparecen con el mismo argumento en radio o televisión como si hubiesen descubierto oro.

Las gentes del principal aparato ideológico en el Estado se quejan de que sube la temperatura cuando son ellas y ellos, da casi igual el medio porque todos tienen servidumbres, los que han jugado con el termostato social. Evidentemente, un cafre como Federico Jiménez Losantos, el somalí Carlos Herrera, la villareja Ana Rosa Quintana o Susanna Griso tienen más responsabilidad que un plumillas o un columnista que casi nadie lee. Tienen también responsabilidad todos los “capitanes a posteriori” del periodismo que ven lo que sucede dentro y callan hasta que sucede algo sorpresivo, espectacular, que provoca su análisis posterior. Ya que dicen ser analistas lo suyo es que intervengan a priori, como se intenta hacer en esta columna diaria, pero es más cómodo ser parte de la gauche caviar mediática y sorber y beber a la vez. Telebasura en favor de la crispación y la negación de cualquier legitimidad del gobierno, como se contó aquí, incluso negando la vida política. Dicen defender el sistema constitucional contra una fantasmagórica revolución que viene a cambiar el régimen y, paradójicamente, son quienes realmente quieren cambiarlo y destrozarlo hasta que se ajuste a su idealismo. Deslegitimar al gobierno por tener una ideología, si es que la tiene con suficiente fuerza, y no otra es afirmar que el sistema sólo puede tener un matiz ideológico. O varios, pero cada cual más a la derecha de lo que la clase dominante considera aceptable. Es escuchar a Jiménez Losantos (cualquier día se muerde la lengua y se envenena) y entender que es normal que algún idiota quiera realmente pegar dos tiros al gobierno. Se dicen liberales. Ni lo son, ni saben qué es ser liberal, pero basura dialéctica conocen hasta el infinito. Las personas que tienen una posición ideológica determinada quedan incapacitadas hasta para vivir. Con Herrera sucede tres cuartos de lo mismo. Eso sí, a la hora de cobrar de las administraciones y/o los poderosos se arrodillan.

Desde los medios de comunicación controlados por la facción derecha de la ideología dominante (casi todos) llevan meses intentando provocar un levantamiento social violento en estrecha colaboración con Pablo Casado o Santiago Abascal. La estrategia, no por conocida, deja de estar activa y funcionar a gran escala. En el Congreso las facciones políticas lanzan grandes retahílas de mentiras e insultos, convirtiendo aquel en una verdadera granja de animales. ¿Qué consiguen con esto? Generar la sensación de que el mundo político es infame y no representan los que allí asientan sus posaderas al “verdadero pueblo”. Esto es amplificado por la derecha mediática (y en parte por la bohemia burguesa que es muy digna para estas cosas aunque se ponga de perfil) pero señalando como culpables del problema al gobierno. ¿Ha hecho algo Pedro Sánchez para convertir aquello en un mar de insultos? No, pero es su culpa haga lo que haga. Una vez deslegitimada la sede de la soberanía nacional y señalar al gobierno, se comienza la campaña de destrucción de la legitimidad y legalidad de la posición PSOE (desde abril llevan queriendo meter en la cárcel al presidente) y Podemos. Todo eso con mucha más bronca e inventos variados (o como hace en 13TV Antonio Jiménez, que oculta toda la información o las palabras reales) para que, incluso a las personas más entrenadas mentalmente, el “pueblo” se oponga al gobierno y le haga caer, o si se es idiota se cometa un magnicidio. Ese calificativo de socialcomunista continuado, como elemento deslegitimador, que ofrecen desde todos los medios de comunicación es parte del estercolero estratégico que vienen manejando todos los medios de comunicación. Aunque parezcan muy moderados o muy liberales, la realidad es que tanto Francisco Rosell como Bieito Rubido (por citar a los medios con más audiencia El Mundo y ABC) no dejan de ser dos autoritarios incapaces de respetar los mínimos principios democráticos. Se dan golpes de pecho liberales sobre camisa azul bordada en rojo ayer. Porque se puede servir a la clase dominante, como ellos hacen, de muchas formas y de muchas maneras (es obvio que desde hace tiempo quieren una Gran Coalición), pero mentir, deslegitimar y llegar a negar la vida política a todas esas personas que sean socialdemócratas, socialistas o comunistas (en algunos que al menos se sientan así aunque en la práctica sean otra cosa) es algo utilizado por todos los “populismos” a lo largo de la historia para acabar con el contrario. También es cierto que el nacionalismo que todas estas gentes mediáticas profesan lleva implícito ese odio agonal.

Como se contó esta semana, ¡cómo han debido ver la situación en la clase dominante (porque no han fallado ninguna de sus fracciones en esa crítica) para que hayan tenido que salir a la palestra a pedir calma y cordura a todo el mundo! Con los medios de comunicación, especialmente con ABC (por dar ideas pues lleva unas portadas muy mezquinas) con apretar las tuercas publicitarias y de préstamos lo tienen fácil para convenir al director y demás todólogos. No lo hacen porque con la boca grande dicen una cosa pero con la boca chica dicen lo que acaban esputando los medios que controlan. Hasta que realmente las cuentas de resultados se vean perjudicadas por la bronca, les importa poco que Francisco Marhuenda salga en televisión pidiendo un golpe de Estado blando. De hecho, como es conocido, el capitalismo es un sistema que funciona perfectamente bajo una democracia o una dictadura (como le gustaba al padre del neoliberalismo Friedrich Hayek), pues, al final, no deja de ser una dictadura de clase con diversas formas y una sola estructura. En el tiempo de la política espectáculo la clase dominante ha aparecido para blanquear su imagen (también ha servido para dar algún toque a Casado desde esta columna) porque, a corto o medio plazo, van a sacar hasta el alma a los españoles y españolas. Hoy aparecen como preocupados y mañana… mejor no pensar en ello. Al final la estructura básica de la ideología dominante sigue intacta (salvar al capitalismo siempre y hacer lo que quiere la clase dominante) y oculta por el espectáculo.

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