Más País, el grupúsculo errejonista de “posmopijos” (la calificación se la debemos a Francisco Arnau, o al menos ha sido al primero que se lo leímos), no necesita ningún tipo de programa. Le valen todos y ninguno a la vez. Andan en los medios de comunicación preocupados por conocer qué tipo de programa presentarán quienes hablan de progresismo todo en todo momento como si eso fuese fundamental para el populismo nacionalista que encabeza Íñigo Errejón. Ellas y ellos con hablar de los problemas del país, así de grosso modo, les vale porque es inmanente a su propia constitución. El ser del populismo, precisamente, es no tener un programa fijo sino hacer de la transversalidad virtud. Todo lo transversal es el programa de un populista postmoderno como Errejón.

Intentando no ser densos, aunque el pensamiento del populismo errejonista lo es, explicaremos eso de que no necesitan de un programa electoral en sí. En general, tampoco nos creamos todo lo que nos venden, los programas electorales ni son un contrato con la sociedad, como dicen algunos iluminados, ni se presentan para cumplirlos al cien por cien. Entre otras cosas porque nadie se los suele leer y prefiere que les suelten píldoras edulcoradas en declaraciones y análisis someros en los medios de comunicación (o de configuración del tablero como contábamos ayer). Así que pedir a Más País que ofrezcan un programa electoral sólo es parte del combate electoral porque quienes lo piden saben perfectamente lo que se encontrarán. Reduciendo un tanto sin llegar al absurdo ¿recuerdan las 370 propuestas del PSOE y los puntos que ofreció en agosto Podemos? Ahí tienen el programa de Más País porque tomarán todas esas cuestiones. Recurrirán a los lugares comunes (esos que sirve para plagiar manuales) y a las demandas que entiendan que encajan mejor con la campaña electoral y ya está. A eso súmenle un nacionalismo que llamarán del pueblo, más lo que vayan tomando prestado durante la campaña electoral y tendrán el completo de los posmopijos.

Por definición los populistas carecen en sí de ideología, como mucho comienzan aprovechando un hueco libre en el continuo ideológico del país en cuestión (aunque suelen tender a aparecer en la derecha en Europa) y se intentan extender a todo el tablero político. Los populismos son inmanentemente totalitarios. Intentan cubrir todas las rendijas que les permite el sistema y abarcar cualquier capa o demanda que surja. De ahí que, como los falangistas (que eran tan populistas como los actuales) dijesen que ni de izquierda, ni de derecha. Ahora, dada la coyuntura española, el errejonismo se sitúa en el espectro de eso tan intangible como lo progresista. No dicen la izquierda porque no son de izquierdas. Es una categoría que les sobra y les impide lograr su verdadero objetivo: la obtención del poder por el poder. Pueden ser ecologistas, feministas (aunque apoyen la prostitución), falangistas de nuevo cuño, desear el bien del pueblo y confortar a la clase dominante todo a la vez. Eso que los teóricos llaman cadena de equivalencias supone que en el plano ideológico y de lucha política les da igual ocho que ochenta. Cualquier demanda les vale y por ello su programa debe ser lo suficientemente etéreo para encajarlo en esa cadena de equivalencias.

La utilización de palabras huecas (o significantes vacíos) es su forma de expresarse ya que les permite, como sucede con la palabra progresista, captar a unos y otras. Por eso utilizan país, pueblo y demás ocurrencias. Establecer un programa electoral, digamos, fuerte es una limitación para sus verdaderos propósitos. Como buenos postmodernos e hijos de la burguesía que sienten que el poder debería ser suyo pues son los filósofos-rey de Platón, porque el clasismo y el elitismo se huele a distancia en Más País, viven en un medio completamente líquido y etéreo. Lo sólido, el verdadero compromiso (como puede ser el compromiso de clase) les espanta ya que no les sirve para alcanzar la totalitarización del poder y la sociedad como es su intención. Llegar a todos los lugares y a todas las personas necesita no someterse a ideología alguna. Han encontrado hueco en el sector izquierda y desde ahí lanzarán su ataque al resto de partidos. Si lo hubiesen encontrado en la derecha habrían atacado desde el otro sector porque no se casan con nadie salvo con ellos mismos y aquello que movilice. También es cierto que el cuñadismo de Ciudadanos (que es un populismo del sistema) les impide situarse en esa posición pero les tienen en su punto de mira por mucho que hoy digan que no dejarán al PSOE acercarse a Ciudadanos. Si mañana otean que el “pueblo” quiere juntar a PSOE con Ciudadanos y tiene el beneplácito del establishment cambiarán de opinión. Errejón ya se mostraba dispuesto a pactar con Aguado en la Comunidad de Madrid.

Desde luego la clase dominante, al observar que no les produce ningún daño a sus intereses, como contamos hace unos días, les va a dar toda la cobertura necesaria para desgastar a Podemos y PSOE. Quieren una Gran Coalición o un triunvirato PSOE-Cs-Más País y a eso se aplicarán, aunque sin permitir un desbarajuste demasiado amplio. Les interesa, para persistir en la mentira social en que la sociedad del espectáculo tiene a la ciudadanía, que existan disputas aunque éstas sean ficticias y teatrales. Todo con tal de que no haya ninguna fuerza que se vea con capacidad de levantarse frente al capitalismo, así sea de forma rebelde para empezar. Fíjense lo que ha penetrado en los partidos y sectores de izquierda la ideología dominante que Anticapitalistas piden un programa ecologista, feminista y de democracia radical sin más. Puede ser como mal menor seguramente pero ahí está ya el bicho de acabar con posiciones alternativas al sistema.

La clase dominante quiere al errejonismo porque no es un peligro para su posición de dominio. José Antonio Zarzalejos en El Confidencial ha afirmado que la diferencia entre Errejón y Pablo Iglesias es que el primero es competitivo y el segundo destructivo. Desde luego Iglesias no llega a ese límite, pero les genera más miedo porque, cuando menos, impugna al sistema. Los errejonistas no lo hacen desde la visión de la clase trabajadora sino desde el nacionalismo progresista cambiando los parámetros de lucha política. Como buenos seguidores de Chantal Mouffe, entienden la política desde lo agonístico que significa que siempre habrá contendientes en lucha pero lo mejor es hacerlo desde las reglas del juego establecidas. Pedro Sánchez, como socialdemócrata postmoderno, entiende el ruedo político como un sitio de deliberación y consenso, Errejón de lucha bajo unas reglas de juego reconociendo que el otro tiene la misma legitimidad, e Iglesias como un lugar de impugnación. Faltaría un grupo que viese la política como uno de los lugares donde se produce la lucha de clases, pero hoy no está ese espacio ocupado. Todos están en posicionamientos postmodernos de lucha dentro del sistema, no contra el sistema, aunque las diferencias son evidentes y lo que pueden conseguir también. Si les ha calado Zarzalejos es evidente dónde está el engaño, en plantear una lucha que no sofoque a los poderosos.

No merece la pena pedirles un programa electoral porque no lo necesitan en sí. Son más de conquistar la hegemonía utilizando desde una magufada a una huelga, pasando por todas las demandas identitarias (por absurdas que sean) y hedonistas que se ajustan a la perfección a los intereses del Capital. A ver, que si hace falta no presentan un programa sino siete. El corta-pega es su principal forma de actuar en política. Pero bien es cierto que hoy te dirán que blanco, mañana que verde y al siguiente que azul. Según se sitúe ese día la opinión publicada irán corriendo a subirse al carro. Son los hijos bastardos de los nuevos filósofos, como Bernard Henri-Levy, y salvo los derechos humanos (principal mantra postmoderno) el resto les sirve para actualizar su acción. No les verán pedir que se acuda a tomar el Palacio de Invierno, ese no es su estilo, aunque se consideran la vanguardia del país ya que ese regusto leninista es parte del ser de la bohemia burguesa. Althusser o Sacristán se cogieron un cabreo de mil demonios con los partidos comunistas por aquellos cambios del eurocomunismo, hoy en día dirían que estas gentes son burgueses que engañan a la clase trabajadora. En realidad más que Gramsci o Laclau, el referente inconsciente del errejonismo son González y Guerra que tenían su punto populista y nacionalista. Por tanto, no pidan programas porque el errejonismo no lo necesita, es meramente un artificio formal para presentarse que plagiarán hasta al PP si hace falta. Aunque ya estaremos para contárselo.

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