El titular entrecomillado no ha sido dicho por un dirigente del Partido Popular. Aunque no es óbice para que en su fuero interno lo hayan pensado. Pero es la forma en que se expresan la que indica claramente el pensamiento inmanente de las personas que conforman el partido conservador. Si por ellos fuera los socialistas no cenarían, ni tendrían vacaciones, ni podrían respirar sin pasar por caja. Mejor no dar ideas así que no proseguiremos con las prohibiciones que harían de poder y no tener que aparentar. Lo curioso es que, para los dirigentes del PP, el que un ministro de un gabinete socialista cene, después de más de doce horas de trabajo al pie del cañón, es motivo suficiente para que dimita. Si hubiese encargado “volquetes de putas”, se hubiese ido a un balneario o tomase güisqui mientras fuma un cohiba, igual tendría un pase.

El amarillista director de Ok Diario, Eduardo Inda, consigue unas imágenes del ministro Fernando Grande Marlaska cenando una hamburguesa y todo el facherío salta a pedir la dimisión. ¿Su pecado? Que en esos momentos había altercados públicos en Cataluña. Pareciera que estuviésemos en tiempos donde como mucho existía el telégrafo o las palomas mensajeras. En las propias imágenes se le observa mirando constantemente su teléfono móvil, por lo que no estaba de relax como ha dicho Inda. Un director que, por cierto, es asiduo de los reservados esos donde no te pueden ver y donde se pueden cometer tropelías escondido.

El ministro, mal que le pese a Teodoro García Egea, estaba atento mientras cenaba. ¿Por qué debería estar atado a su silla del despacho como parecen indicar desde la derecha? No han sabido dar respuesta porque no la tienen. De hecho suelen carecer de ideas en general. ¿Cómo habría respondido ante cualquier situación de extrema necesidad el ministro? Por teléfono ¿o no? Como tiene un teléfono móvil ¿qué necesidad hay de estar encerrado en su despacho? Es más, las propias palabras del dirigente conservador, que no se le nota muy preocupado por el Mar Menor de su tierra, indican que el ministro debería haber cargado los gastos de su cena a todos los españoles por cenar en su despacho. Es lo habitual en los altos cargos del PP y parece que no se percatan de que es más ético salir y pagarte tú mismo la cena.

Como piensan que el Estado es suyo y que los socialistas les están usurpando su puesto de trabajo, en esa división del mismo que tiene la burguesía sátrapa española, pues tiene que hacer lo mismo que ellos para no dejarles mal. Es mejor hacer como en Andalucía donde el trifachito se gastó en cuatro meses todo el presupuesto de comidas para el gobierno. Ellos a base de gambas de Sanlúcar y el ministro culpable por una hamburguesa. Una visión clasista y dictatorial sin lugar a dudas. Algún dirigente ha tenido un poco de vergüenza ajena y ha querido precisar las palabras de García Egea, aunque casi lo ha empeorado. Alfonso Serrano, portavoz del PP en la Asamblea de Madrid, ha afirmado en twitter que él siempre ha comido en un restaurante cerca de su trabajo cuando ha tenido exceso del mismo. Parece que unos diez minutos desde el ministerio al restaurante son excesivos para las gentes del PP. Como van a todos lados sin utilizar el metro sino el coche oficial u oficioso, pues el metro es de pobres y lo tienen hecho una pena por eso, las distancias a pie les parecen un mundo. Lo curioso es que el político conservador quiere obligar al ministro a comer en un restaurante al lado del ministerio, le guste o no le guste. ¿Dónde queda la defensa de la libertad de elección? Cuando es para otros, y más si son unos “rojos de mierda” piensan, no existe.

En realidad, ese no querer que el ministro cene está en la política austericida del PP. La que aplicó y la que quiere aplicar. Ya un tercio de la población española tiene dificultades para cenar, incluso para desayunar, por lo que entienden en el PP que el ministro del gabinete socialista debe equipararse “a los suyos” y no cenar. Y si lo hace no puede ser en un restaurante que le gusta y la comida que le apetece sino la que estiman desde el PP. Ellos pueden abandonar sus puestos para ir al teatro o para los güisquis, así arda Troya, pero los socialistas no. Los socialistas no tienen derecho a cenar. De ahí a no tener derecho a la vida, como pasaba no hace mucho, hay un paso. Como a ellos les engorda, pues son el mismo perro nacionalista y burgués que Torra y compañía, el vandalismo de los CDR, del Tsunami o de ETA, pues les molesta que el ministro Grande Marlaska pueda coger unos gramos por la cantidad de hidratos de carbono que ingirió. El fascismo siempre prohíbe cosas; el fascismo postmoderno hasta lo que se debe comer, si es que queda derecho a comer más allá de lo necesario para ser explotado.

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