La tournée de Dios es una magnífica novela de Enrique Jardiel Poncela que bien podría servir como ejemplo de lo que sucede en el entorno teológico de la Iglesia católica. Si recuerdan (o para los que no han tenido la suerte de leer el libro), Dios decide que va a venir a la Tierra para ver cómo andaban las cosas. Decidió que el mejor lugar para aparecer y ser visto por vez primera debía ser la muy católica España. Decidió que haría su aparición en el Cerro de los Ángeles y claro, como pueden presumir, los codazos que se daban unos y otros para recibir al sumo hacedor eran más bien puñaladas traperas. Al final Dios se vuelve al cielo cansado de unos y otros, asqueado de todo lo que se encuentra.

Algo así está sucediendo tras la muerte de Benedicto XVI, unos y otros están sacando los codos, los cuchillos y la artillería pesada para pelearse teniendo como excusa la tumba del pontífice. Una batalla cruenta, sutil en ocasiones, abierta en otras, entre distintas facciones que parecen más pelear por el poder, siempre temporal, que por una verdadera cuestión teológica. Una lucha entre quienes nada quieren mover de las estructuras eclesiales y quienes quieren volver del revés todo sin dejar piedra sobre piedra. Un tirarse el evangelio a la cabeza –si es en versión cara eso duele bastante si se acierta– con Benedicto como pretexto.

Teología de la Liberación y un carca en el Vaticano

Unos están limpiando el sepulcro y otros miccionando en él. Toca hablar hoy de los que están miccionando, pues parece que han tocado a rebato y han salido todos de sus cuevas. Mientras que, en términos generales, se ha valorado la calidad teológica de Joseph Ratzinger (incluyendo izquierdistas como Antonio García-Santesmases), hay un grupúsculo que le niega hasta esa condición. Dicen algunos que, a diferencia del protestante Karl Bath (por citar al que más hacen), la teología y pensamiento de difunto ha sido una suma de trozos de otras teologías, nada que innovase. También dicen que pretendió hacer de “su” teología, la doctrina oficial de la Iglesia.

Una teología que sería medievalista, según Leonardo Boff (del que luego se expondrá algo más), carca y entregada a los poderes terrestres. Una teología que no admitía la adición de algunas epistemologías de las Ciencias Sociales (política, sociología, economía y psicología) en la elaboración teológica. O lo que es lo mismo, pasar el evangelio por el filtro de la moda intelectual del momento. En unos casos el marxismo de la historia, en otros las teorías de la dependencia, quizás el feminismo racional y así hasta llegar al postmodernismo. Otro aspecto sobre el que le señalan es haber permitido que muchas comunidades de base acabasen siendo casi eliminadas por las distintas conferencias episcopales llenas de carcas (en especial señalando al Opus Dei, de aquí y del otro lado del charco).

Boff, quien fue retirado de la enseñanza teológica (silencio obsequioso), se ha mostrado muy duro. En una entrevista reciente en Il Manifesto (ojo) ha señalado que Ratzinger era un teólogo progresista durante sus años alemanes pero “se dejó contaminar por el virus conservador de la milenaria institución eclesiástica, al punto de abrazar, en algunos aspectos, posiciones reaccionarias y fundamentalistas”. Su error, dice el brasileño, fue pensar que era posible un reenvagelización de Europa “teniendo que arrasar con todas las conquistas de la Modernidad”. No quiso saber nada de la “iglesia de los pobres”, los “amados del Jesús histórico”, el “retorno a la gran disciplina” y el culpable de la división en la Iglesia latinoamericana.

Entiende Boff que la Iglesia es del segundo y tercer mundo por el número de fieles que existen en los continentes (23% en Europa y el 62 en América Latina, África y Asia), por ello la actitud de Ratzinger/Benedicto ha sido completamente errónea. Por suerte, supone, los nuevos pontífices llegarán de esos mundos y aportarán “nuevos estilos de encajar el mensaje cristiano en las culturas no occidentales”. Tampoco le gustó que el fallecido dijera que la Iglesia católica era la única verdadera pues eso impedía el ecumenismo necesario dentro del cristianismo. Cuando menos reconocen que el documento Libertatis conscientia hacía hincapié en los aspectos positivos de la Teología de la Liberación, pero con la amplitud que le gustaría.

Somos Iglesia, en una nota de prensa, le acusan de haber hibernado el Concilio Vaticano II con lo de ruptura con la Iglesia tridentina que significaba. Sin embargo, Ratzinger habría apostado por una pseudocontinuidad , llena de elementos estáticos (como la misa en latín, algo que citan todos los críticos) y con la doctrina eclesiástica como garante de los derechos fundamentales y fundamento de la civilización humana. Le acusan de no haber sabido restablecer las desavenencias con los lefebvrianos y de culpar la pederastia sacerdotal a la revolución sexual de 1968. Lo peor su eurocentrismo, el cual le llevaría a errar en sus juicios sobre la secularización pues en otros lares no habría ese proceso. Hasta habría sido agradable con George Bush Jr. en la Casa Blanca. Y por supuesto haber acabado con la Teología de la Liberación.

Abogado del Diablo

Como quien esto escribe afirma que Ratzinger sí fue un magnífico teólogo, además de haber vivido en Latinoamérica un tiempo, déjenle hace de abogado del Diablo. Es cierto que en lo referente a la eclesiología el finado fue bastante precavido y eurocéntrico, al fin y al cabo, Europa es lo que le ha configurado como persona, como a otros les ha configurado su continente o cultura regional. Eso sí, en ningún momento llegó a negar que la Iglesia de los pobres fuese contraria a la doctrina, es más afirmó sin dudarlo que entraba dentro de la cristología. Otra cuestión es que se les fuese de las manos la introducción de epistemologías de las Ciencias Sociales.

Cuando el marxismo estaba siendo puesto en cuestión por todo el mundo, algunos decidieron que era lo mejor para mezclar con el evangelio y lograr la liberación de los pobres en Latinoamérica y otros lugares. Hasta el gran filósofo Louis Althusser ponía en cuestión la filosofía de la historia acoplada al marxismo y en otros lares estaban encantados (y algunos siguen encantados) con utilizarla. Cabe recordar que sobre todo el movimiento de la Teología de la Liberación había una fundada sospecha de tener detrás al KGB, no conscientemente para los propios teólogos, pero sí mediantes la estructura que les ponían a su disposición. Esto era sabido en el Vaticano y era mentarles la bicha. También es cierto que la CIA potenció a numerosos grupos protestantes que fueron haciéndose hueco desde los años 1950s.

Respecto al Jesús histórico, la verdad es que a algunos teólogos se les fue la mano. Tanto como para pensar que los creadores del mito moderno del santo grial son unos historiadores académicos. Una especie de cristo cosmológico como el propuesto por el padre Telemón en Las sandalias del pescador (un remedo del jesuita Pierre Teilhard de Chardin, que sí fue acusado de herejía y prohibidas sus obras) o casi. Humanizaron tanto a Jesús que ya no había espacio para el Cristo, ni casi para la Trinidad. En las distintas reflexiones había bastante gnosticismo, sin obviar que la curia romana es mucha curia y mangoneaba a todo el que podían. Y Ratzinger no iba a ser más fuerte que el resto de los mortales, por mucha fe que pusiese. Muchas editoriales cristianas, por cierto, siguen publicando las obras de estos teólogos.

Lo curioso es que la teología “protegida” por el Vaticano ha empleado (más allá de la filosofía, que fue una recomendación papal en Fides et ratio donde se aconsejaba “conciliar la secularidad del mundo con las exigencias radicales del Evangelio”) distintas metodologías utilizadas en las ciencias sociales. De hecho si Ratzinger ha sido conocido es por intentar la comunión entre Fe y Razón para alumbrar una Razón Religiosa que debata con la Razón Secular. El problema no era de teoría (el papel lo aguanta todo) sino de práctica y en este sentido tenía a la vista las consecuencias de esa liberación, como sucedía con las FARC colombianas, por ejemplo.

Cuando les critican que no se preocupaban de los pobres, de su liberación como haría Jesucristo, se olvida que en numerosas encíclicas papales de Juan Pablo II se señalaba al catolicismo como elemento distorsionador. Y tantas críticas como el marxismo (por su mesianismo) se ha llevado el liberalismo y muchas más el neoliberalismo. Lean a los “conservadores” cardenal Angelo Scola o arzobispo Javier Martínez y comprobarán que dialogan con las ciencias sociales y ponen a los pobres en el frente. Y no sólo a los pobres sino a todas aquellas personas que sufren la postmodernidad y las consecuencias del neoliberalismo capitalista. Lo que no tienen son esos dejes peronistas-laclauianos que tiene la Teología de la Liberación o algunas Comunidades de Base. Esa división ricos-pobres, poderosos-menesterosos…

Lo gracioso es que advierten que la secularización en ciertos lugares no es igual que en Europa… En Hispanoamérica es tan real como en Europa. Que en las encuestas digan que son muy católicos no es óbice para ver las iglesias tan vacías como en España. Hay más vocaciones sacerdotales, sí, pero habría que investigar el porqué, no soltar que hay menos secularización cuando todas las postmoderneces y el relativismo que se sufren en un continente se sufren en el otro. La auctoritas de la Iglesia viene a ser casi la misma, casi ninguna. Y esto lo vio Ratzinger mientras otros se dedicaban a la revolución. Al final, todos son bienvenidos en la casa del Señor…

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