El mundo paralelo de Albert Rivera

Hay que comenzar a creer algo que tan sólo insinuábamos de manera irónica en nuestros análisis del día a día de la actividad política. Albert Rivera realmente vive en un mundo paralelo al del resto de los mortales (en su caso piensa que es un Universo que mundo se le queda pequeño). De no ser así no se comprende la boutade lanzada ayer. Aunque estemos acostumbrados a sus fanfarronerías, al menos le concedíamos que algo sacaba del análisis de la realidad y de sus fracasos anteriores. Pero, parece que no aprende nada, que se ha aislado en su mundo particular y pretende que todo encaje según ese mundo paralelo. No es cuestión de idealismo porque carece de todo análisis de las posibilidades del mismo. Tampoco debe ser voluntarismo, aunque algo de ello debe haber, porque por mucha voluntad que pongas las cosas no cambian sólo por deseo expreso de la voluntad, esa autodeterminación individual tan liberal. ¡Uy, hemos dicho autodeterminación y liberal a la vez!

Ayer acudió a una de sus dos encargadas del acoso mediático que sufren los españoles por parte del establishment y la imagen de Rivera, Ana Rosa Quintana. Debía ser que Susanna Griso no estaba disponible o él no podía hacer doblete en plató. Y luego, obviamente, la cadena de George Soros también ha dado cobertura a sus gracietas. En todos los sitios ha dejado dicho, porque él no dice deja dicho, que “España tiene ahora dos problemas: el separatismo y que Sánchez esté en La Moncloa”. Más en concreto el sanchismo que es esa ideología que le tiene a maltraer. Y no porque pueda ser realmente perjudicial sino porque a él le gustaría ser sanchista, o mejor dicho, que todo el mundo fuese riverista, como lo es en su mundo paralelo. “Elecciones, elecciones y más elecciones” es todo lo que sale de su boca que no sea insuflar odio en la sociedad. La misma estrategia que tuvo con Puigdemont y que tan mal le fue. A cada elección los secesionistas aumentaban en apoyos. Ahora parece que querría que ganase Pedro Sánchez con mayoría absoluta.

Después de que sus compañeros de correrías políticas, el PP, le haya dejado con las posaderas al fresco de febrero, pues han reconocido que el texto que ayer se leyó en Colón tenía algunas inexactitudes, vamos que mintieron como bellacos, parece que Rivera quiere resarcirse. No sólo no se avergüenza de llamarse liberal y caminar entre banderas de las JONS y del franquismo, sino que convoca para una ¡¡¡manifestación en Barcelona!!! el próximo domingo. Y aquí es cuando nos apercibimos de que el presidente de Ciudadanos vive en un mundo paralelo. Por si el fracaso de la manifestación del trifachito, por mucho que el lanzagüitos diga que fueron 250.000, que no sabe ni lo que es esa cantidad de gente, no sea demasiado, ahora quiere volver a fracasar en Barcelona. Porque sería la segunda vez que fracasaría en la Ciudad Condal.

La primera vez, con una manifestación contra el secesionismo, no acudieron más de 300 personas dejando ojipláticos a Girauta y Villegas, que ya se veían avanzando hacia el estrado en loor de multitudes. Eso con la cantidad de tabarneses y gentes que estaban engañadas por Ciudadanos y su ignara portavoz Inés Arrimadas (genial su asesor diciéndole que sólo tenía que aparentar firmeza que nadie sabía de qué iba a hablar, pensando que hasta en los medios de comunicación somos tan estúpidos como ellos). Imaginar que ahora Cataluña se va a lanzar a las calles para apoyarle no es realista. Es más, ni en sus más húmedos sueños políticos seguramente pase. Los secesionistas ni aparecerán, como tampoco lo harán los comunes, ni los socialdemócratas. Así que le quedan cuatro amigos. Y con el peligro de que Vox, que no pinta nada en esas tierras, acuda a fastidiarle la manifestación. ¿En qué cabeza cabe que el pueblo catalán vaya a apoyar una manifestación contra el Gobierno que está intentando solucionar el problema que viven día a día? ¿Piensa que por cambiar la cara de la persona y la ideología odiada le van a apoyar más personas?

Un frenopático es realmente lo que vendría bien a Rivera. Si ya fracasó una vez (sólo han acudido gentes a sus manifestaciones cuando participaban todos los partidos) alguien debería decirle, no por electoralismo, sino por vergüenza ajena que lo deje ya. Que las manifestaciones, y más las suyas, no sirven para nada salvo hacerle parecer el tonto de la política española. Y ahora que el insultador profesional con memoria de pez, Pablo Casado, quien no recuerda haber insultado a Sánchez, estaba quitándole el trofeo al más cretino, no es cuestión de ponerse a disputarlo. Decía hace tiempo que a él le gustaba jugar la Champions, ahora está peleando por no descender y no se ha dado cuenta. Sin embargo, lo que sí confirma son todas nuestras sospechas de vivir en un mundo paralelo, de ser una persona incapacitada mentalmente para la política y la gestión de lo público, de ser parte de esa generación de ignaros de la derecha que tanto daño están haciendo a la sociedad (y más que pueden hacer). Que alguien le diga, aunque en Ciudadanos es complicado porque nadie protesta al jefe y sus corifeos no es que le ganen en capacidad, que está haciendo el ridículo. Una vez más.

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