Tener a la prensa a favor suele provocar en los distintos dirigentes políticos problemas cognitivos sobre la realidad. Les ha pasado a casi todos los dirigentes a lo largo de la historia. En España, pasó con Felipe González (aquel “caballo ganador” de 1982 que no pisaba suelo limpio de todas las babas que vertían desde los periódicos de la época), pasó algo menos con José María Aznar y está pasando con Pablo Casado. Con una salvedad, en aquellos casos pretéritos estaban acariciando el poder (fuese por una crisis política, fuese por una conspiración sistémica) y en la actualidad con suerte puede acariciar el lomo de alguna de las ovejas que suele visitar. Sí, existe otra conspiración auspiciada por la clase dominante, pero aún no se ha definido si para sacar del Gobierno sólo a Podemos, o para llevarse por delante también al PSOE. A eso súmenle que no hay plenas certezas de entregar el poder al triunvirato Casado-Abascal-Arrimadas, ni solamente al presidente del PP. No hay confianza en sus capacidades pese a que van a poner mucho dinero en que las encuestas digan que puede ser alternativa. Por tanto no es un “peloteo” hacia una persona que cuenta con todas las garantías y los cariños de la prensa, sino un mero matrimonio de conveniencia que puede resultar desastroso y nefasto para España.

Ayer se advertía en esta columna que Casado debe haber sufrido algún tipo de trauma que le provoca creerse presidente del Gobierno siendo simplemente un dirigente político más. El portavoz necrófilo del PP y, por ende, el primer partido de una oposición sumamente dividida y diversa. En la derecha no sólo está él sino que debe aguantar a los populistas del sistema (Ciudadanos), que en estos tiempos de crisis pandémica y económica (aunque ésta se lleva sufriendo desde hace décadas por culpa de un capitalismo agónico) han quedado desnudos y sin argumentos; y a la ultraderecha montaraz que ni respeta el principio de infalibilidad del Papa, siendo como son tan extremamente católicos. Un problema que desde la clase dominante le pueden arreglar respecto a los naranjas, pero no les interesa deshacerse de los trogloditas carpetovetónicos de Santiago Abascal. Esto no le impide al popular hacerse pasar por lo que no es. No le impide hacer el ridículo todos los días, en los que se salta la reclusión por cierto (Marlaska ya ha avisado que los diputados sólo pueden moverse por cuestiones parlamentarias), llegando al esperpento de pasar revista a un grupo de sanitarios. ¡Lo que nos faltaba en España!

¿Qué trauma hay dentro de esa cabeza para creerse quien no es? Este tipo de actuación está descrita en la psiquiatría como Trastorno de identidad disociativo (lo que antes se catalogaba como personalidad múltiple). Este tipo de trastorno se activa como mecanismo para hacer frente a situaciones de gran intensidad emocional o desestabilizadoras. Se reprime ese trauma y se busca cierto alivio mediante la asunción de otras personalidades. Esto que es grave en muchos enfermos, en el caso de Casado es esperpéntico, impostado y ridículo en grado sumo. Seguramente no haya que proporcionar glucocorticoides como en el caso de enfermos más graves, pero en el suyo igual una colleja por parte de alguien en el PP no estaría mal. Las palabras de José Manuel García Margallo sobre la elección de Casado como descarte para que no llegase a la presidencia Soraya Sáenz de Santamaría no son esa colleja que necesita. Son una verdad que el propio interfecto no puede asumir, algo que le ahonda en el trauma y que le lanza a ir más allá de la apariencia: la asunción de otra personalidad. Bien es cierto que la mayoría de la dirigencia política actual se dedica a actuar, a asumir papeles para seguir en el cargo, incluso a aparentar tener conocimientos privilegiados, pero no llegan al grado de asumir otra personalidad. Bueno, en algún caso es posible que sí, pero no se va a expandir el análisis a más personas… de momento.

¿Qué trauma o traumas tiene Casado? En lo personal no se sabe si será por aquello de sus dos abuelos en ambos bandos de la Guerra Civil, o que en su familia todos hayan estudiado carreras para las que se necesitaban buenas notas y él acabó en la privada. Traumas infantiles no se le conocen. Y juveniles, más allá de dejarse un “bigotillo a lo Saza” y pensar que el mayor intelectual de la historia es Homer Simpson, tampoco. Pero la situación de su mitomanía (este chico encadena problemas psicológicos sí) con el master de Harvard, con el regalo de la URJC, con las dudas de sus carreras aupadas por Esperanza Aguirre, seguramente le hayan dejado algún tipo de trauma. Por eso intenta aparentar con poses de intelectualidad, que como ya se analizó tenían trampa y regalo de editoriales. Seguramente sea mayor el trauma de ser un simple pelele en manos de Aznar y sus potentes lobbies globalizados, FAES mediante, y que en su propio partido no le tome en serio nadie. Salvo las personas a las que él ha aupado, las cuales son más incapaces para que nadie destaque y le hagan el flaco favor de desenmascarar su carencia completa de capacidades y valores.

Dejarse barba, igual para parecerse a M. Rajoy (otro trastorno disociativo), hacer como que es el presidente del Gobierno, aparentar tener inquietudes intelectuales, pasar revista a sanitarios, fotos ridículas con ovejas… no son más que muestras de esa personalidad disociativa con la que intenta reprimir sus traumas. Carece por completo de liderazgo alguno, lo mantienen los medios de comunicación cavernarios por el contexto, y lo sabe perfectamente. Hasta antes de la crisis pandémica muchísimas personas en el PP le querían cambiar por Núñez Feijóo, ahora le ha salvado la campana. Comparado con Abascal, que será de extrema derecha pero es más real y más culto, Casado es una filfa política. Y eso le acongoja interiormente también. Es un cúmulo de traumas que se ven en su búsqueda de distintas personalidades con las que superar sus miedos y aflicciones. Por eso se cree que es el presidente aunque, en realidad, nadie en la derecha mediática, fíjense bien, ha dicho que tendría que ser el presidente en lugar de Pedro Sánchez. Quieren derribar “al guapo” (otra puya para Casado), pero albergan dudas muy claras sobre si el popular debería sustituirle. Casi preferirían a otro pero aguantan, de momento, con él. Presidente por descarte, no por las propias capacidades, es complicado de asimilar. Si a eso le suman su nesciencia personal, el conglomerado de su psiquis es para asustarse.

En una perspectiva general es curioso que nadie en el PP le haya dicho, pública o privadamente, que está haciendo el ridículo de forma constante. No extraña tanto entre la prensa cavernaria que está al acoso y derribo del gobierno socialdemócrata y por ello evita hacer más sangre con Casado. Es conocido, porque lo dicen en privado, que el actual ocupante del mayor cargo en la calle Génova es considerado por sus propios compañeros como un estólido, un incapaz y un trámite hasta que alguien con cierto cuajo político tome el mando. Mientras aguante el embiste de Vox no hay prisa, pero incluso se asustan con la presunta moción de censura que pretenden plantear al Gobierno para el próximo 13 de mayo. Si es por cambiar el Gobierno, no se suma. Si es por defender una postura propia y presentarse como alternativa, es un error. Ahí tienen el caso de Podemos que le acabó perjudicando. Los españoles no entenderían que con la que está cayendo por todos lados Casado y sus edecanes se dediquen a la política espectáculo de baja estofa. Alguien debería decirle que está haciendo el ridículo o que, directamente, no vale para el cargo. Ni en términos comunicativos acierta con esa actitud. Lo mejor que visite a un psiquiatra para tratarse. Además puede ir de luto, llevar una bandera a media asta y ponerse un bicornio (o chapeau de bras) mientras dice que él es más importante que los demás y que estuvo en Harvard y no en Santiago de Compostela.

2 Comentarios

  1. Insisto. Por humanidad o, por amor a la ética, estética, por afecto a la razón y a las sensibles intenciones, o piedad por este obscuro pobre ser, Fra-Casado, alguien, algún familiar, amigo, en fin, alguien que le aprecie y de paso que respete, ame nuestro país y aborrezca las retorcidas y bochornosas formas, debe remitir a este hombre a que le vea un especialista en motines neuronales, afectivos y otros varios. Que le aclaren, entre otras cosas, que ninguna sociedad que se precie democrática, debe permitir, permitirse, que ningún ciudadano que haya utilizado, manipulado, una Universidad pública o no, para concederse honores y estudios que no ha realizado, pueda ser presidente de ningún partido político, menos, de uno que ha sido condenado por banda criminal organizada y, mucho menos aún, que pueda tener la opción de ser presidente de ningún País. Franco estaba sonado, Hitler, Mussolini, Pinochet,,,,,,, trastornados. Podemos decir, con el conocimiento cartesiano, contemporáneo, que tenemos sobre psicología, psiquiatría y conductas enfermizas del ser humano, que todos los dictadores eran enfermos mentales con síntomas malsanos muy parecidos. Cuando oigo a Pablo Casado, me recuerda mucho a ellos. Lo execrable, con falsedades, manipulando la información, sin importarle enredar las conexiones de la lógica, la razón y coherencia de sus seguidores, que repiten como cotorras, unos y, otros al tratar de cuestionar, razonar, la más de las veces sólo consiguen enfrentamiento y discusiones estériles que separan, enfrentan, amigos y familia. Despliega toda una oratoria de moscardón cojonero; repite mantras que más interesados, pérfidos e insidiosos, imposible. Un tonto puede joder un pueblo, Casado podía joder todo un país. De momento lo hemos evitado. Asunto serio, muy preocupante, que hemos hecho pasado la amenaza de volver al pasado. Nos jugamos el futuro. Viajar en el tiempo al pretérito, con el trifachito es, era, más que posible. Y en este potencial viaje a las cavernas del neofascismo del ayer, toda la sociedad sufriría las consecuencias, y sin lugar a dudas, las mujeres más. Y no dejemos de seguir exigiendo la ilegalización de la banda criminal organizada, con sede, pagada con dinero robado a los ciudadanos, en Génova 13, Madrid.

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