La izquierda globalista y postmoderna está en una nueva cruzada, de hecho la única lucha que realmente llevan a cabo, contra la izquierda con conciencia de clase, la izquierda racional, la izquierda feminista (que no generista), la izquierda de la praxis y no de la teoría, la izquierda que sabe compaginar el materialismo con el subjetivismo… vamos lo que ha sido el corazón de la izquierda, con sus diferentes adaptaciones a los contextos históricos. Ahora todas esas personas que, de una u otra forma, defienden la lucha material y añoran los tiempos en que gracias a las luchas se consiguió que la clase trabajadora viviera mejor que ahora, son calificadas de neorrancias.

Se sabe que cualquier cosa que no encaje con los parámetros de la verdadera izquierda, que se extiende por todos los partidos –no piensen que es cosa de un solo partido-, acaba siendo tildada de fascismo o totalitarismo. Aquellos militantes que luchan por la democracia interna y posiciones ideológicas materialistas en los partidos de izquierdas acaban siendo laminados porque no representan el progreso, son vejestorios –independientemente de su edad- de unos tiempos que no han de volver porque así lo marca la ideología dominante. Neorrancios o fascistas. Porque la izquierda globalista ve fascistas en cualquier lado.

Y la verdad es que viendo quienes están en un lado y quienes en otro, se puede afirmar que casi mejor ser neorrancio, por muchos yugos y flechas que pongan detrás. Al igual que otros se sienten orgullosos de ser lo que sea que digan que son –cambian cada diez minutos-, los neorrancios del mundo deberían unirse, romper las cadenas y proclamar su identidad a los cuatro vientos.

Progreso económico vs. progreso humano

Porque ¿qué es un neorrancio? Básicamente lo que no es lo que dice la doctrina oficial de la izquierda globalista. Por ende cualquier persona que se identifique de izquierdas y no piense igual. Lo que presupone un abanico tan amplio que, seguramente, haya más neorrancios que progresistas de izquierdas. Cabe recordar que los liberales de todo pelaje (incluyendo a los falsos conservadores) son tan progresistas como los otros. El problema radica en que los globalistas piensan en un progreso tecnológico (la razón instrumental) y económico (mayor crecimiento y acumulación), mientras que los neorrancios y los que sobran de la derecha piensan en un progreso humano.

Es de ese progreso humano de donde surgen las posibles relaciones de similitud entre los neorrancios y los conservadores y tradicionalistas. A eso se acogen en la “verdadera izquierda” para su crítica sin ver que sus posiciones son iguales que las de la ideología dominante. De hecho son la ideología dominante. Luego con citar, sin venir a cuento, a Gramsci ya se dan golpes de pecho. Claro que no es lo mismo haber leído a Gramsci que comprenderlo. Al final son destructores de la sociedad moderna y creadores del individualismo esperpéntico.

La nostalgia desnuda a la izquierda actual

Sentir nostalgia por un tiempo cercano, no más de treinta años, en el que la clase trabajadora tenía conciencia y luchaba por conseguir vidas con la suficiente dignidad para ser vividas, les parece mal. Pensar que el alquiler de un cuerpo de una mujer para vender el hijo que porta en su seno es una aberración ética también es malo porque, al fin y al cabo, dicen en la verdadera izquierda, es sólo una prestación de un servicio a personas que no pueden parir seres genéticamente propios. Más rancio que la razón genética no se puede ser, pero los neorrancios son los que se oponen a eso, como a la venta de órganos.

Sentir orgullo de ser español, con todas las contradicciones que eso conlleva en ocasiones (¿Qué nación no las tiene?); pensar que las comunidades son importantes como mecanismos de solidaridad extraclase y como vehículos de socialización; defender la cultura propia, desde el respeto a la dignidad de todas las personas, frente a un multiculturalismo que en realidad supone el borrado de las raíces nacionales les parece mal. Odian ser españoles, pero no se atreverían a ser sudaneses. Son multiculturales pero aquí, en casa, viviendo en barrios pijos.

Agarrarse a lo comunitario y defender la libertad

Cuando la conciencia de clase se desmorona, o se destruye con premeditación, a las clases populares sólo les queda lo comunitario. No las tonterías de universidad estadounidense, no. Lo común. Y, en otros casos, lo religioso. Mientras la izquierda verdadera es muy de paganismo (new age, sincretismo, wokismo…) las clases populares acaban abrazando el catolicismo. Igual no desde una ferviente fe (¿Cuántos hermanos y hermanas de Hermandades católicas son relajados?), pero sí desde lo cultural. De hecho si los wokistas leyesen la doctrina de la Iglesia católica se asustarían porque es antiindividualista, anticapitalista (no antimercado), critica tanto al liberalismo como al comunismo y sigue fiel a su defensa de la vida por encima de todas las cosas (aquí hay un punto de fricción con muchos neorrancios).

Lo paradójico de toda esta disputa es que todas las críticas se hacen desde el relativismo moral. Frente a una moral de izquierdas que camina junto a la sociedad pero manteniendo un núcleo de virtudes, se quiere imponer, incluso por la fuerza de la policía del pensamiento estatal, lo que se les va ocurriendo en cada momento. Normal que a la izquierda globalista no les guste George Orwell (como no les gusta Fiódor Dostoievski), les delata por la neolengua. Los neorrancios, hijos de la libertad y la razón práctica, tienen que ver cómo son acusados de racistas, xenófobos, terfas y demás mecanismos de la policía del pensamiento. La única libertad válida parecer ser la de comercio.

Aquellos que se sienten reflejados en la izquierda neorrancia, que es la izquierda de toda la vida; con conciencia de clase y lucha de clases en la práctica y la teoría; la de Althusser y Anderson, la de Debray y la escuela de Frankfurt, la de Camacho y Gómez Llorente; la que pretende que vivir más sencillamente para que todos sencillamente puedan vivir; la que se alegra en las fiestas de pueblo; la que compra de mercadillo; la que no quiere imponer su ética y/o su estética sino que prefiere educar, enseñar, convencer con la práctica; todas esas personas deben sentirse orgullosas de ser neorrancias.

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