Todos tenemos un amigo cansino que sólo sabe de un tema y siempre lo intenta colocar en todas las conversaciones. En una reunión se habla de viajes y él, en cuanto se descuidan los invitados, acude presto a hablar de la importancia del saltamontes para la reproducción del abejaruco. Lo mismo ocurre con Pablo Casado, que sólo sabe de un tema, más bien sólo se ha aprendido un discurso, y lo tiene que soltar en cualquier momento. Se informaba de lo tratado en el último Consejo de Europa (Brexit) y de la venta de armas a Arabia Saudí en una comparecencia del presidente del Gobierno. Temas de importancia internacional y con repercusiones a nivel estatal. Sin embargo, Casado ha decidido que él iría por libre y se ha lanzado a criticar al gobierno por las diez plagas de Egipto.

No quería hablar del Brexit y le ha recriminado al presidente que fuese el tema elegido, más si cabe cuando en España el gobierno está junto a otros grupos llevando a cabo un golpe de Estado. No se sabe bien a qué se refiere. Si es por la moción de censura que le ganaron legal y legítimamente los partidos representados en el Congreso (sede de la soberanía popular, que no del Partido Popular aunque lo confundan los conservadores), Casado hace un flaco favor a la democracia al introducir un elemento de fricción sistémica. Si lo dice porque están negociando los presupuestos con partidos nacionalistas, entonces Casado debería decirle a Pedro Sánchez que apoya sus presupuestos sin mirarlos. Si lo dice por el diálogo para solventar el conflicto catalán, habla desde la rabia porque es un conflicto que fue creado precisamente por el PP de Casado y sus conmilitones, quienes no aceptan que otras personas se puedan pensar distinto.

Hace bien el presidente Sánchez al comunicarle no tiene nada que hablar más con él y con su partido después de cometer tamaña ofensa a la democracia. Porque no es a Sánchez a quien ofende o hace daño, sino a la democracia española. Ese elemento de fricción sistémico, ahora que estamos en un momento de apertura, puede generar la entrada de valores muy contrarios a los democráticos, de valores que intenten acabar con la democracia al ser puesta en cuestión continuamente por el PP. No es nueva esta táctica. Ya la utilizó el aznarismo contra Felipe González, tanto que hasta llegaron a poner en quiebra el sistema mediante la llamada Conspiración que contó al detalle Anson. Y ahora quieren volver a esa táctica apoyados por unos medios de comunicación vendidos al capital en casi su mayoría. Viene bien recordar lo que dijo Karl Marx en su 18 de Brumario: “La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”. Y ahora estamos en la etapa de la farsa, del ridículo, del peligro de echarse al monte de estas derechas montaraces y extremistas que tenemos en España. Una rememoración del aznarismo pero con tonos pardos y sin cabeza para saber cuándo frenar. Y desde luego Casado lo que no tiene es cabeza, ni mesura, ni consciencia del camino que ha tomado. Cómo habrá sido que Pablo Iglesias se la dicho que “Vox va a tener que cantar el cara al sol para diferenciarse de ustedes”.

No le gustaba el tema del Brexit al señor Casado que ha preferido hablar de sus tonterías, mas no sería malo preguntarle sobre los 8.000 puestos de trabajos que peligran en Gibraltar según cómo se establezca el Brexit. 8.000 andaluces y andaluzas que perderían su puesto de trabajo, más toda la influencia económica que existe en la zona. La vergüenza de acudir a la provincia de Cádiz a decir que es culpa del gobierno se la adjudicamos al presidente del PP, pero no está de más que hubiese hablado de las soluciones para esas personas y la zona si el Brexit fuese duro. Pero no lo puede decir porque no tiene ni idea sobre qué hacer. Como no la tiene su lacayo andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla. Justo antes de unas elecciones andaluzas, el dirigente conservador se olvida de los andaluces y las andaluzas en este tema. Eso sí, había que dejar mal a Pedro Sánchez con demagogias.

No ha quedado ahí la cosa. Le ha reprochado los presupuestos, el Plan E de Rodríguez y que va a generar una nueva recesión. “Dos años de campaña electoral” le ha reprochado a Sánchez, por lo que el propio conservador admite su derrota en la petición de elecciones anticipadas y sabe que el gobierno del PSOE seguirá hasta finalizar la legislatura. Lo que también demuestra que no tiene más capacidad política que aguantar los dos años despotricando contra el gobierno por las más diversas especulaciones y mentiras que se les ocurran en Génova. El desviarse del tema marcado no es más que la representación simbólica de una derrota en lo político y lo personal. Se juega el puesto en Andalucía y ha querido ofrecer una visión propia de dirigente con capacidad de gestión de la administración del Estado. Justo al día siguiente de que se confirmase que, en efecto, el PP no sabe gestionar porque ha dejado más déficit del que decían. Hasta Joseph Stiglitz (premio Nobel de Economía) ha denunciado públicamente que la mala situación económica de España se debe al gobierno conservador.

Un discurso que sus conmilitones y los medios del establishment intentan vender como lo más genial que se ha escuchado en años en el Parlamento. Escondiendo, eso sí, que del Brexit y de la venta de armas a Arabia Saudí no ha hablado porque ha preferido hablar de Venezuela. Incluso algún analista de la cuerda de Federico Jiménez Losantos, se alegraba de que no utilizase papeles para aportar datos. ¿Cómo no va a ir sin papeles si lo que ha dicho nada tenía que ver con el tema? Le pasa como con su máster y sus carreras, que no se las prepara porque sabe que el poder económico, por medio de sus periódicos, le va a hacer el trabajo. Van a intentar hablar del discurso “brillante” de Casado antes que del problema que se podría generar en Andalucía por la no venta de fragatas a Arabia Saudí. Y todo porque el tema material no le interesa a Casado. Que los gaditanos vayan al paro le viene bien para acusar al gobierno de inacción y de destruir empleo. Eso sí, Casado no aporta nada.

Como buen neoconservador postmoderno, a Casado le gusta lo líquido, lo que se escapa entre los intersticios de la política sin calar para la ganancia del establishment. No ha querido hablar de Arabia Saudí porque el tema de la vulneración de los derechos humanos de una dictadura “amiga”, muy imbricada con la casa real española, le hubiese dejado mal. Como buen neocon y cortesano le importa poco que las dictaduras violen los derechos humanos siempre y cuando el capitalismo siga acumulando riquezas. Como no le verán criticar a Israel por las matanzas de niños y niñas en Palestina. Eso sí, lo que ocurre en Venezuela le preocupa muchísimo. Tal vez porque los ricos venezolanos que viven en el barrio de Salamanca (de los más caros de Madrid) le han invitado, antes de ser presidente del PP, a muchas charlas, cafés, comidas y quién sabe qué más cosas. Los derechos humanos se han de respetar en ambos países, claro que sí, pero hoy tocaba hablar de Arabia Saudí y el señor Casado pasa sobre el tema levitando para no mancharse, ni pillarse los dedos.

Ana Pastor, presidenta del Congreso, ha ejercido una labor impecable e implacable en favor de su jefe de filas. En vez de interpelar al interviniente sobre la conveniencia de ajustarse al tema tratado, le ha dejado hablar y hablar sobre lo que le ha dado la gana. Como ha dicho el portavoz del PNV, Aitor Esteban: “Alucino con el discurso de Casado. Nada que ver con el orden del día. Él a su rollo con slogans. Si lo hago yo seguro que me llama a la cuestión la presidenta”. De eso que no tenga dudas el político vasco. Incluso le hubiese quitado la palabra, pero no a su jefe de filas, por lo que Pastor no es que haya hecho ridículo alguno, sino que manchado a la institución que representa. Pero estas gentes del PP sólo se acuerdan de las instituciones cuando son otros los que las manejas. Cuando son ellos quienes están al frente, te venden “pompa y circunstancias”, pero las manipulan en su favor sin importar lo ético, lo estético y la tradición. Justo unos tradicionalistas no respetando lo que dicen defender.

Ridículo sí. Pablo Casado ha hecho el ridículo y se ha burlado de la cámara depositaria de la soberanía nacional al saltarse todas las normas mínimas. Y lo peor es que lo ha hecho con un discurso lleno de mentiras, de apariencias, de cuestiones que no iban al caso, de odio y de violencia simbólica. No le importan los trabajos de las andaluzas y andaluces (bastante hizo con insultarles), ni los Derechos Humanos, ni el Brexit, sólo le importa el poder y su propia persona. Sabe que el establishment le ayudará (como ya hizo el Supremo), que tiene colchón (como su contrincante Albert Rivera), pero eso no es óbice para hacer un ridículo tan espantoso. Y, de paso, poner en cuestión la democracia.

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