En breve, como ya adelantó el secretario general, Podemos se embarcará en un nuevo Congreso sumamente importante para la formación morada. Pablo Iglesias sabe perfectamente que existe una complejidad que debe afrontar de inmediato para que el proyecto de Podemos persista en el tiempo y no sea producto tan sólo de su presencia en política. Que haya ministras y ministros de Podemos en el Gobierno es parte de esa complejidad, de esa incertidumbre que traerá el nuevo Congreso, que está por ver si será un Vistalegre III o una nueva denominación, a lo que hay que sumar la posible suma de IU dentro de la formación morada. Dificultades diversas para avanzar en el asentamiento tras las traiciones de algunos antiguos compañeros de camino, de malestar en distintas regiones y crear un verdadero partido.

Cuando el núcleo primero de Podemos decidió crearlo lo concibió más bien como un modelo de plataforma electoral asentado sobre los Círculos. Algo que les permitía sumar por aluvión a una gran cantidad de personas alejándose de las rigideces que muestran los partidos en sentido clásico. Una idea basada en las ideas consejistas de Rosa Luxemburgo y los situacionistas, los clásicos soviets o algunas experiencias latinoamericanas que habrían desarrollado los fundadores. En principio y para unas elecciones europeas, tras no aceptar Izquierda Unida a Iglesias como candidato, bastaba ese tipo de organización de base sin relaciones jerarquizadas. Con el sentimiento de amistad, algunas ya perdidas, y buena dosis de fraternidad y debate se fue construyendo Podemos. El primer dilema que enfrentaron, tras el resultado más que aceptable de aquellas ya lejanas europeas, fue conformar candidaturas para las Autonómicas y Locales de 2015. Más luego las generales que se convocaron a finales de año. No había infraestructura y el sistema de círculos no era suficiente para aglutinar la cantidad de candidaturas a elegir. De ahí que sólo se conformasen listas autonómicas (menos cantidad de personas) que locales.

Sabían perfectamente que sin estructura territorial la formación podía ser pasto de arribistas y gentes raras, pero no pudieron impedir que en cada pueblo surgiese un Ganemos o similar que aprovechase el empuje de Podemos pero que poco o nada tuviese que ver con la formación en sí. Esos grupúsculos y algunas gentes que se les colaron han sido los nutrientes de extravagancias de toda la prensa de derechas, casi en mayor medida que los informes falsos de las cloacas del Estado. A esto hay que sumarle que a Podemos llegaron desde socialistas aburridos con el PSOE hasta comunistas (algunos incluso dinamitando paradójicamente IU para dar el salto a Podemos), queer, feministas, animalistas, anarquistas y algún fascista como Sáenz de Ynestrillas. Esto es, un aluvión de ideas variopintas que tenían en común atacar al sistema por haberles engañado y, evidentemente, seguir la estela de Iglesias. Ese componente paracarismático siempre se olvida como elemento de unión. Muchos de los problemas de Podemos han venido por esa fusión imposible que suponían tantos colectivos, en algunos casos sin soporte social detrás, y tantas personas.

Normal que estallase en Vistalegre II la diferencia estratégica e ideológica. Ya se vio como el errejonismo prefería esperar y seguir la senda populista, mientras que Iglesias prefería una confrontación más ruda y seguir una senda socialista o socialdemócrata de lucha por reformas fundamentales, incluso se podría llamar constitucionalista radical. Los anticapitalistas, pese a ser en muchas ocasiones los más certeros en sus análisis, quedaron al margen por su posicionamiento estratégico. Un partido roto que estalló cuando el errejonismo, ese cuerpo de chusqueros de la política, traicionó a Podemos haciendo más daño que el beneficio obtenido. El problema no son los diputados y diputadas perdidas por la división del voto, algo que se recuperará, sino la situación de inestabilidad orgánica, de carencia de estructura partidista y una concepción ideológica mínima como partido. Para pesar de Juan Carlos Monedero, el más ácrata de todos los fundadores, Iglesias se ha dado cuenta de que se necesita un partido y por eso es tan importante el siguiente Congreso y tan complicado.

(Re)construir Podemos.

Se ha utilizado en el titular el paréntesis para indicar que el próximo Congreso de la formación morada no sólo tiene el reto de reconstruir Podemos después de las puñaladas traperas que han dejados algunos personajes, sino construir algo no nuevo, porque las esencias deben pervivir, pero sí novedoso para los inscritos y quienes se quieran acercar. Reconstruir la fraternidad o, mejor dicho, espacios de formación, confraternización y que sean capaces de ofrecer a la organización nuevos cuadros para el futuro. Iglesias y los demás dirigentes de Podemos se han percatado de las dificultades para nutrirse de personas ahora que están en el Gobierno. Personas de confianza se entiende porque ya tienen experiencia de abandonos y portazos. Y eso se puede ir evitando si se tiene una organización que permita ir generando nuevos cuadros. Los círculos podían valer para esa función pero no son productivos más allá de las grandes urbes y Podemos necesita estar presente en toda la geografía española. También en la España rural donde casi no tiene presencia. De ahí que no sólo sea reconstruir lo dañado por los traidores sino construir, algo que Pablo Echenique no ha logrado como han reconocido en la dirección.

Construir partido porque, al fin y al cabo, es la estructura existente la que obliga a adaptarse aunque se quiera derribar. Si España está conformada por miles de ciudades, provincias, autonomías y esfera estatal (más lo internacional europeo), Podemos debe estar presente como partido en esos ámbitos. Para construir un movimiento fuerte se necesita crecer desde abajo y no desde la cúpula; estar presentes donde está la ciudadanía a la que se dice representar y tener un símbolo de partido (una sede al menos). Eso no se tenía y por ello los malos resultados locales y autonómicos cuando ha llegado el reflujo. De un partido de notables, como dice la Ciencia Política, se quiere pasar a un partido igual no de masas pero muy cercano a eso. En los primero tiempos bastaba con los mecanismos digitales para conectar con los inscritos, pero dejaba unas relaciones cúpula-inscritas muy jerarquizadas y que han podido causar apatía al final. Con la formación de un partido en sí las posibilidades de aumentar la participación y de llegar a personas que obvian un poco las redes sociales tendrán que promoverse y aprobarse esos cambios en el Congreso futuro.

Más allá de lo orgánico, que es importante, también quiere Iglesias dotar a Podemos de coherencia ideológica. Se quiere abandonar el populismo de origen laclauiano del principio, donde caben todas las demandas y posiciones, para pasar a un cuerpo doctrinal mucho más cohesionado. Dentro del pluralismo ideológico, quiere la dirección actual establecer un mínimo que dote de coherencia a todo el partido, incluso dotándose de nuevos canales de debate y formación con sedes o elementos digitales. Quieren un partido que tenga solidez programática y no la mezcolanza que ha habido hasta ahora. No tanto la FAES de izquierdas que quiere montar Monedero, que no deja de ser una buenísima idea, sino tener claro qué es Podemos a nivel ideológico para evitar algunas propuestas de algunos colectivos que son ciertamente risibles o estrambóticas. No es lo que “diga Pablo” y ya está. Aunque Podemos ha sobrevivido en los últimos tiempos gracias a eso, sino lo que diga Podemos esté quien esté al frente. Un compendio doctrinal para construir un Podemos de futuro.

La fusión con IU.

Dentro de las dificultades de (re)construcción de Podemos está la más que posible fusión o unión con Izquierda Unida. Se sabe que Yolanda Díaz y Enrique Santiago (secretario general del PCE) beben los vientos por esa fusión sin pensar mucho más. Sin embargo, Alberto Garzón es mucho más reacio a que sea una simple fusión. El modelo de Adelante Andalucía siempre se ha tenido en mente, pero es cierto que el valor de las marcas que ya están asentadas a nivel psicológico en muchas personas no sería buena idea. Iglesias desearía construir un Unidas Podemos que fuese una especie de Izquierda Unida pero bien montada, sin tantas corrientes y partidos políticos casi uninominales. Garzón quiere salvar las siglas y que no le acusen de ser el enterrador de IU o el PCE, algo lógico porque el simbolismo de las siglas históricas pesa mucho más de lo que piensan algunas personas. No hay debate en sí sobre posicionamientos ideológicos pues todas y todos comparten una visión similar del mundo y de la estrategia.

A Podemos le interesa la red de sedes de IU que hay por toda España para asentar el nuevo partido y a IU quitarse las deudas cuanto antes. Pero existen cuestiones como qué hacer con la Fundación de Estudios Marxistas y otras más que llevan años haciendo un trabajo bueno. O cómo estructura el partido en sí tras la unión porque en Podemos no se permitían partido y eso supuso el paso de Izquierda Anticapitalista a Anticapitalistas como corriente no ciertamente oficial. Pasar de ser de IU a ser de Podemos no gustaría en muchas sedes y células del partido porque tienen una cultura política que puede diferir bastante de la que existe en Podemos y de la que se quiere implantar. Es un debate sumamente importante y de resolverlo bien saldría un Podemos fortificado o debilitado. Hasta el momento se tiene la impresión en la calle que Podemos es Iglesias y su corte, con la entrada de IU no se quiere pasar de esa imagen a la del Comité Central del PCUS, sino algo más plural. El problema es que habrá bajas y que muchas personas de IU, más habituadas a la batalla interna, coparán en las distintas regiones cargos en detrimento de personas que lleven más tiempo en Podemos. En algunos sitios será hasta aconsejable, pero en otros pueden llegar a surgir fricciones. Confraternizar todo esto no es sencillo sino todo lo contrario pero será un elemento central del futuro Congreso.

No lo tiene fácil Iglesias, ni Garzón, ni ninguna de las personas que ocupan los altos cargos de Unidas Podemos porque el reto es mayor en tanto en cuanto se quiere construir algo que dure algo más que el Gobierno de coalición. Otro punto de debate interesante, por cierto, pues hay que planificar una estrategia que tenga en cuenta esa situación dada la actual correlación de fuerzas a nivel general. Sin duda la derecha mediática atacará a los ministros de Unidas Podemos por ser la parte más débil de la coalición. Les provocará e incluso, hoy que les llaman rojos peligrosos y comunistas, llegarán a decirles que han renunciado a sus ideales. Esto hay que manejarlo a nivel interno sin duda, pero mayor es el problema de tener a la cúpula del partido en cargos gubernamentales y la organización languideciendo. “¿Cómo debe actuar la organización estando en el Gobierno?” es algo que piensa la dirigencia de Podemos y supone un reto al querer asentar un nuevo modelo de partido como parece. Difícil sin duda, pero en una situación que nadie imaginaría hace tan sólo seis años.

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