“Estos son unos resultados históricos” dijo sonriente Pedro Sánchez. En ese mismo momento muchas personas pensaron que, quien hoy es presidente del Gobierno, era poco menos que idiota. Había dejado al PSOE con 90 escaños (el peor resultado de la democracia actual) y todavía pensaba que podía gobernar junto a Ciudadanos y otros folcloristas asociados. De hecho lo intentó… y fracasó. Pero la culpa no fue suya, fue de los demás que no quisieron apoyarle. Se repitieron las elecciones y volvió a quedarse con las ganas. Tampoco fue su culpa sino de los populistas de izquierdas, esos con los que hoy gobierna.

Luego vendió el relato de que le habían echado del PSOE los malvados barones y los grupos de presión. La mayor falsedad que se ha generado en España en los últimos años junto a los atentados del 11M y ETA. Sánchez dimitió porque no le aprobaron un Congreso exprés, tras palmar duramente en las elecciones gallegas y vascas. Y no, no nos vengan a contar milongas a quienes estuvimos cinco días a las puertas de Ferraz y contactamos con barones y diversos cargos orgánicos. El “No es no” es un artificio creado por él mismo. Si usted ha estado o sigue engañado con eso es problema suyo. ¿Saben que, por las dudas de Sánchez, pudo haber hasta tres candidatos de las bases (hubiesen elegido uno solamente) frente a Susana Díaz?

Es que…

Ayer Sánchez achacó a la oposición que no tuviesen en cuenta todo lo que él había hecho con una pandemia, una guerra (en Ucrania, no en España) y ¿un volcán? En esto último hay que pararse porque es de lo más estúpido que se puede decir como excusa. El estallido del volcán fue una putada enorme para las gentes de La Palma (algunos siguen sin recibir la ayuda prometida, por cierto) pero ¿en qué afecto al resto de españoles? Es como si se desborda un río en Asturias y se les dice a los andaluces que no se lo tienen en consideración. Excusa de mal pagador, en este caso de mal gestor.

Le faltó decir al presidente del Gobierno aquello de “con todo lo que he hecho por España que mal me lo pagan”. Durante todo este tiempo pandémico se ha visto que el gobierno ha ido dando bandazos (que si mascarillas puestas, que si quitadas…) dejando todo el peso a las autonomías y ayuntamientos, los verdaderos artífices de que haya salido bien o mal. Lo único que hizo el gobierno, además de derivar los préstamos de la UE, fueron los ERTE para salvar los trabajos. Que es bueno, pero ya. ¿Qué más han hecho? Subir el salario mínimo. Una subida que se ha comido la inflación. Sí, porque existía una inflación galopante (7%) antes de la guerra en Ucrania, aunque los aduladores sanchistas intenten convencernos que no.

“¡Es la economía, estúpido!”

Desde que Al Capone cayese a causa de las cuentas es conocido que lo económico acaba determinando el destino de cualquier gobierno. La frase del subtítulo fue la que le espetaron a George Bush cuando perdió las elecciones frente a Bill Clinton. Y es lo que se le puede decir al presidente del Gobierno. Ayer, cuando Gabriel Rufián dijo que la izquierda estaba hablando de cosas que no importaban mientras las personas estaban pasándolo mal (algo que podría decir a sus conmilitones del gobierno catalán), el presidente Sánchez no tuvo mejor idea que señalar que ese tipo de discurso era el que nutría a Vox.

Cierto es. El problema es que Sánchez lo ve como algo negativo (la culpa es de Rufián y los que hablan igual) y no como un aviso sobre lo que como gobernante que se dice de izquierdas debería hacer. Está tan enganchado a la Unión Europea, esos burócratas sin alma, que no se atreve a tomar decisiones en solitario. Es tan liberal que entiende que el mercado se autorregula y ya se generará empleo en España. Si va a meter en el sistema miles de millones para… ¡¡¡hacer Apps y poner placas solares!!! En esas palabras se entiende que Sánchez ve a España como productor de aceite, quesos, vino y un gran campo abierto a tontadas de internet y turismo.

No ha perdido la calle, jamás la ha tenido

Ahora se quejan en los foros del PSOE de la pérdida de la calle, es decir, de la pérdida de la confianza de las personas para movilizarse en favor ¿de qué? Porque lo que Sánchez quiere es que las calles le apoyen a él, siempre a él, a su sanchidad. Las palabras sobre todo lo que se le ha venido encima y no se lo agradecen son las clásicas de los dirigentes egocéntricos. No es el síndrome de la Moncloa (en ese caso no usaría el Falcon para ir a cagar a Valladolid), es el síndrome del autoritario, de quien se cree imprescindible y único. Según los psicólogos y psicoanalistas esta necesidad de adoración y reconocimiento viene determinada por frustraciones personales de diversos tipos. Las calles no están con Sánchez porque Sánchez jamás ha estado con las calles.

Si la derecha está siendo capaz de movilizar a personas de distintos estratos y profesiones no es porque sean fachas, es porque el gobierno se ha olvidado de la gente de abajo. En Francia, en época de los chalecos amarillos, comenzaron así los socialistas y hoy no superan ni el dos por ciento en la intención de voto en las presidenciales. De hecho en breve podrían pasar a ser un partido residual (como le ha pasado al PCF) que se ha salvado por el sistema electoral francés. No es el señor montado a caballo el que solamente se queja, en el campo lo está pasando mucha gente mal… y lo que no es en el campo.

Gobierno grogui

Se han olvidado de las clases populares (trabajadora, media…) y sus problemas diarios para sobrevivir. Cuando Sánchez dice que han quitado muchos impuestos indirectos de la factura de la luz olvida algo fundamental, cuando se quitaron esos impuesto la luz se pagaba a 60-80 euros, ahora está a más del doble. Han quitado impuestos pero el coste real sigue siendo el mismo o mayor para las personas del común. Lo mismo sucede con los combustibles. Pueden acordar subvenciones para los transportistas (bien está) pero el señor que tiene que ir a trabajar en dos tercios de España paga más y, por ende, tiene menos dinero.

La realidad, como se advirtió hace poco, es que el Gobierno está grogui. Deambula por el cuadrilátero subiendo la guardia para que no llegue el golpe definitivo. El hígado se lo están dejando tan fino que ya le tiemblan las piernas. Pero no se preocupen, que la culpa no es de Pedro Sánchez. La culpa es de quien esto escribe que es un mal español, un rojipardo o vaya usted a saber qué. Si desde izquierda a derecha, las personas están hasta las narices, igual habría que revisar la propia postura. No lo hará Sánchez porque eso sería admitir su error, sería admitir que se ha equivocado y eso jamás sucederá. Cambiará, otra vez, antes de gobierno que dar a entender que no sabe ni por dónde va. Porque Sánchez nunca tiene la culpa.

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