“El abandono de la moderación por parte de Ciudadanos y PP está generando un aumento de la extrema derecha” dijo ayer el presidente del Gobierno durante un acto en Chiclana junto a la presidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz. No sólo como presidente del Gobierno, ni secretario general del PSOE, sino como demócrata está Pedro Sánchez preocupado por el aumento de las actitudes de extrema derecha que están provocando los dirigentes Albert Rivera y Pablo Casado en su pelea por ver quién acaba quedándose con el favor del establishment y es el ganador del bloque de derechas. Como presidente se puede preocupar por los desórdenes que se puedan generar y de los que hasta ahora hemos visto una simple muestra. Calentar el ambiente para rascar seis o siete votos es perjudicial en el sentido más policial y eso preocupa. Que algunos monstruos del pasado puedan volver a escena le preocupa como demócrata ante todo.

“En Andalucía, España y Europa no hay cabida para discursos machistas, xenófobos y excluyentes” ha querido incidir Sánchez para explicar que el problema no es electoral. En ese simple sentido, como secretario general del PSOE, le viene bien que se maten entre ellos, entre la extrema derecha y la derecha extrema, para seguir gobernando y captar más votos. Pero existe una preocupación más allá del mero voto como es la pérdida de valores democráticos como son los citados en la frase y otros que vienen detrás de las actuaciones de PP y Cs. No es sólo la técnica depurada por los hijos del fascismo de generar violencia para presentarse como los que pueden solucionar esa misma violencia, no. Es destruir los valores democráticos, la convivencia para varias generaciones y quebrar todo lo bueno que ha generado occidente a este respecto. El uso de lo racional antes que lo emocional en la gestión política; la deliberación como mecanismo de solventar los conflictos; el respeto por las opiniones y opciones políticas de los demás, salvo las que destruyen la convivencia (que lo mismo que hace Puigdemont hacen Rivera y Casado); etcétera; son elementos que Casado y Rivera destruyen cada día que pasa.

No es una lucha por votos lo que entiende Sánchez con esas palabras, eso queda para lo de tener un “proyecto para años”, que si fuese un socialista y no un reformista sería para unas décadas de transformación y lucha contra el sistema capitalista (que no lo hacen ni en Podemos). Esos votos se pelean de otra forma, es la destrucción completa de la comunidad democrática inyectando valores contrarios a la presencia de la ciudadanía en las instituciones lo que preocupa en Moncloa. Es pretender acabar con los pocos poderes democráticos que tienen las personas y entregar la política a unas élites separadas de los deseos de la ciudadanía, creyéndose estar en poder de una verdad técnica que el común de los mortales no es capaz de entender. Digamos que es luchar contra la idiotización de las personas como fórmula política. El poder para los tecnócratas al servicio del SISTEMA y excluyendo a las personas. Eso apoyan en Ciudadanos y PP. Y se sirven de la xenofobia y el odio para lograr ese objetivo principal. Así es como se ha visto en EEUU con Steve Bannon y Donald Trump. Estas ideas suponen excluir a la ciudadanía como sujeto de la política.

Y si queda algo de ciudadanía respondona, se utiliza el discurso de la exclusión por los motivos que se generen en ese momento político. Tras la derrota democrática de ETA, por ejemplo, intentar seguir con el fantasma del terrorismo supone que los pocos focos que queden de apoyo, como los rescoldos, se aviven para poder tener una excusa de cese de lo democrático. Utilizar la demonización de las protestas legítimas de la ciudadanía para poder emplear los mecanismos represivos del Estado de forma que parezca legítima como sucede en muchas manifestaciones donde la derecha no participa porque son contra los poderes económicos, quiebran la democracia. Pero eso sí, todos van con la Constitución en la boca aunque se la salten cuando les conviene. Y todo esto puede generar, como sucede con el terrorismo secesionista, que los monstruos del pasado vuelvan al primer plano, porque es lo que buscan para justificar la destrucción de la democracia. Porque, no lo olviden, en la derecha española (y buena parte de la europea) lo importante no es la democracia, que la quieren entregar a los tecnócratas del sistema, sino el sistema capitalista. El mercado debe quedar protegido y para ello les da igual dejar la moderación lógica en el baúl de los recuerdos. Tanto como para que Casado pida un Gibraltar español, como se clamaba durante el franquismo. Le faltó decir “por un Borbón perdimos el peñón ¡Gibraltar español!”. Pero ya se sabe que la monarquía es parte de ese sistema que domina.

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