Fuente: Ministerio de Defensa

El escritor Arturo Pérez Reverte es conocido en las redes sociales por su prepotencia en las respuestas mucho más que por su prolija obra de caballerías. Le molesta al escritor y académico de la RAE que le apostillen algún pensamiento, algún artículo o la vida en general. Un ensimismamiento quijotesco –en el mal sentido de la obra de cervantes- que le hace no caminar sino levitar sobre la faz de la Tierra. Incluso cuando habla de sus navegaciones hasta Poseidón le ofrece una mar calmada no vaya a ser que la tome con él. De buen gusto le impediría volver a su Ítaca particular, pero como ser absoluto que reúne todos los conocimientos posibles –de todo sabe, de todo habla, de todo farda- seguramente acabaría caminando sobre las aguas para escapar al destino que los dioses le han preparado.

La fortuna en la escritura –no se puede negar que vende bastante- le ha llevado, al menos mentalmente, fuera de la caverna donde observa las ideas en toda su pureza. Por ello se defiende con tesón contra aquellos que piensan que también han visto esas ideas. Y no porque quieran encadenarle o apalearle, sino porque le niegan a ÉL la posesión de la verdad. Realmente la verdad la tiene en comandita con “sus amigos”, el resto meros mortales que bastante tienen con comprar sus novelas, leerlas –si pueden y no se atragantan antes (¡ojo con El asedio!)- y aceptar lo que dice sin rechistar. Y más si se defiende la igualdad en el lenguaje, esas personas ya son anatemizadas. No aconseja el uso de los sustantivos epicenos, no, señala con el dedo inquisidor porque las teorías sobre la estructura de un lenguaje patriarcal son inventos de cuatro ¿feminazis? ÉL sabe todo lo que hay que saber del lenguaje y por ello han de callar las masas iletradas. Y ustedes se preguntarán ¿a qué viene este análisis de Pérez Reverte? A la prepotencia mostrada cuando intentaba vender el libro de su amigo Edu Galán –más conocido por su trabajo en Mongolia y sus apariciones televisivas en el canal espectacular por excelencia, La Sexta-.

Para mostrar la inteligencia y saber de su amigo, por tanto poseedor de la verdad en comandita, ofrece una página del libro de próxima aparición. “Estoy leyendo un libro asombroso de Edu Galán que se publica dentro de once días (10 de septiembre). Un libro de una extraordinaria profundidad, inteligencia y valentía. Para que vean que no me ciega la pasión de amigo, ahí va una muestra”. En la imagen que se les ofrece más abajo pueden leer el extracto “profundo, inteligente y valiente” del autor siempre y cuando no se pierdan con la Causa, con los Creyentes o con los Defensores de la Causa que es todo Causa y nada más que Causa. Un texto donde se señala, resumiendo, los mecanismos de formación de grupos, sean de masas o más pequeños, de personas que defienden unas ideas-causa de forma más o menos intransigente, inflexible, intolerable o sectaria. En otras palabras irreflexiva. Con este texto quiere Pérez Reverte conseguir miles de compradores para su amigo. ¿Tiene razón Galán, que es psicólogo, en esta descripción de los movimientos de masas que suceden en rededor? Sí. ¿Es nuevo? No. Y como se lo hacen saber, Pérez Reverte se mosquea y sale el prepotente.

Ante esa muestra un usuario de twitter le señala que esa página en realidad no aporta nada novedoso pues escritores como Eric Voegelin, Hannah Arendt, Ernst Cassirer y diversos antropólogos ya habían hablado del tema anteriormente. Todo dicho con respeto y sin incidir en errores que se pueden ver en el texto tan mal escrito –que esto es opinable y sobre gustos los colores-. No se pudo contener el escritor cartagenero y salió a demostrar que él sabe más que nadie y mucho más que un ser que aparece en una red social señalando que el pensamiento de su amigo no es propio, o novedoso, o valiente, o vayan ustedes a saber qué le pasó por la cabeza. “Va a ser eso, sí. Es lo que ocurre con la gente poco leída como yo. Que nos dejamos deslumbrar por una sola página de un libro de 336. Intentaré leer más y templar mis entusiasmos… ¿Arendt, dice?” fue la respuesta de Pérez Reverte mosqueado porque una persona había osado hablar de la “verdad revelada” de su amigo.

Curiosamente si ofrece una página, el resto no ha podido leer el libro, debe apechugar con esa muestra y lo que pueda provocar. Y si tan leído dice ser habrá leído Eichmann en Jerusalem donde Arendt ofrece una descripción del mecanismo de asunción de esas “causas” llegando a la banalidad del mal. Si tan leído es habrá analizado cómo Gustave le Bon, a finales del siglo XIX, ya explicaba en su Phycologie des foules (Presses Universitaires de France) cómo las personas formaban grupos detrás de personas e ideas llegando a la fanatización completa –“Dado que el poder que actualmente poseen la multitudes, si una opinión cobrara prestigio suficiente para gozar de aceptación general, pronto quedaría dotada de una fuerza tan tiránica que todo tendría que someterse a ella, y la era de la discusión libre quedaría clausurada por largo tiempo” (pp. 153 y 154)-. Como es tan leído habrá disfrutado con Eric Voegelin en Las religiones políticas (Editorial Trotta) cuando analiza el cambio de la comunidad cristiana (ekklesia) a comunidad terrenal (commonwealth) y el sectarismo que deviene al controlar, los menos, quién puede hablar, quién puede juzgar… hasta establecer que “una doctrina que perturba la paz de la comunidad no puede ser verdadera” (p. 54), ergo atacable con todas las vísceras. La Causa como centro de todo al fin y al cabo.

Pérez Reverte, y otros, han construido un “mandarinato intelectual”, que diría Pierre Bourdieu, donde los que poseen conocimientos pero no trabajan “para imponer su visión sobre el mundo social”, que en el caso del autor cartagenero es de cierto pesimismo (lean el panegírico de su última columna dominical), son excluidos negándoles capacidad como científicos sociales para introducir su discurso sobre la verdad. El señor Pérez Reverte posiblemente tenga la capacidad de quedar absorto frente a ¡Absalom, Absalom! de William Faulkner (por cierto preciosa edición de Navona), o envidiar la capacidad creativa de su amigo Javier Marías y tener muchísimas lecturas literarias e, incluso, ensayísticas. Pero también existen personas, ¡asombroso!, que tienen otras lecturas, otros conocimientos a los que ÉL no ha llegado por cuestiones vitales. No todo está en la literatura, también hay libros que hablan de otras cuestiones y debería cuando menos respetar que alguien sepa más que ÉL de ciertas cuestiones. Habrá leído mucho pero igual ha leído distinto o mal porque leer se puede, comprender, asimilar y extrapolar es más complicado. Puede y debe hacer promoción del libro de su amigo (de la misma compañía que le tiene contratado) pero también afrontar las críticas recibidas. Nadie acusa a su amigo de plagio, de no ser novedoso sí porque no lo es en el ejemplo que mostró. Hay más libros que los leídos por Pérez Reverte y más escritores de temática histórica (se recomienda a Antonio Pérez Henares o a Emilio Lara). La modestia no viene mal de vez en cuando.

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