Es lamentable cómo la mayoría de políticos que abandonan la actividad comienzan a chochear de forma tal que parecen el reverso, sin duda tenebroso, de lo que fueron cuando el loor y prez les rodeaba. De ser un militante antifranquista a abrazar la democracia orgánica del mismo régimen; de defender la revolución socialista a abrazar la constitución con tal fuerza que lo social queda fuera; de ir en traje de pana a fumar Montecristo en un yate; o de ser falangista independiente a ser el perro de presa de la CIA (aunque en esto tampoco es que haya mucha diferencia). Todo esos perfiles son de políticos, como se verá, que nada más abandonar la actividad en sí, porque siguen siendo pasto de la caverna mediática, pasaron a demostrar su verdadera faz. Ese inconsciente interno que tras quitarse la máscara de la actividad espectacular acaba por aflorar. También hay políticos que han llegado chocheando desde el primer día y no por defender ideas que puedan tener doscientos años sino por ser carcas como ellos solos.

Hace un par de días Manuela Carmena concedió una entrevista, tenía que defender a sus cobijados en el gañote del movimiento que montó, en la que acabó defendiendo la democracia orgánica y en un tris estuvo de defender España como unidad de destino en lo universal. Que quien fuera militante antifranquista acabe hablando contra los partidos para defender la elección por oficios o ramas (el municipio, el movimiento, las familias…) porque así al democracia sería mejor y llegarían a ella los sabios, no sólo tiene un tufo falangista sino clasista, elitista y tiránico. Platonismo a mansalva trufado de corporativismo de corte fascista y tradicionalismo (aunque es verdad que el krausismo en España hablaba de algo parecido pero serían Mussolini, Salazar o Franco los que aplicarían ese tipo de régimen dictatorial). “[Los partidos políticos] Son una solución muy pobre a la complejidad de la sociedad moderna. Dicen defender unas ideologías y luego se diluyen en las mismas. ¿Y si nos estructuráramos por intereses en grandes tareas y problemas?” dijo la ex-alcaldesa. Estructurarse por problemas y tareas y acabar con los partidos políticos en esta complejidad social no es más que abrir la puerta que los lobbies controlen directamente la política. Aplicar ese organicismo supone añadir más complejidad a la complejidad, mientras que el partido lo que permite es articular de mejor forma ese tipo de complejidad, más el añadido de un fuerte componente ideológico (al menos en los partidos clásicos no en los postmodernos) para poder servir de parapeto del entorno sistémico. Además, ¿quiénes decidirían qué temas o problemas son los primordiales y/o principales? ¿Los sabios en los consejos de tareas? ¿Qué hacer cuando los de un grupo se enfrente a otro por haber contradicción y conflicto de intereses? Tantos años estudiando, obligada aquello de la democracia orgánica, que es normal que deja a la divinidad o el destino la solución de esas sencillas preguntas. Unas preguntas sumamente importantes porque si ya la clase dominante actúa en todas las estructuras sociales y políticas, cómo hacer para que las personas del común se defiendan. ¿Haciendo una performance? Los partidos de izquierda, al menos, están no para diluirse en su ideología (si es que la tienen en estos tiempos) sino para defender a la clase trabajadora. Porque lo importante es lo material, lo que condiciona la vida mucho más que las postmoderneces de la representación.

José María Aznar nació siendo viejo en sus formas y pensamiento, por ello no se puede pedir que avance algo más de ese “falangista independiente” que se sentía en los comienzos de la transición. Ideológicamente es lo mismo con un collar distinto. Ahora porta el collar de la CIA (para desestabilizar democracias de izquierdas en América Latina y Europa Oriental) y de todos los lobbies estadounidenses a los que representa, incluido el sionista. Como pueden ver ha ido a peor en sus acciones políticas y ha pasado de presidente de uno de los países más antiguos del mundo a ariete del Imperio estadounidense. También chochea de lo lindo como cuando hace cuatro días señaló al ingreso mínimo vital como una paguita, pero ha rectificado cuando ha visto que la CEOE y el Círculo de Empresarios venían defendiéndolo si era temporal para no desincentivar la búsqueda de empleo (lo que es un eufemismo de “no nos jodáis que así no nos aceptan salarios de miseria”). Tras ver que había metido la pata hasta el corvejón ha salido rápidamente a decir lo mismo que la clase dominante. Chocheo y estupidez en la misma persona. Eso sí, mientras propaga el idealismo individualista (que no es más que la impunidad de los ricos) marca el camino a Pablo Casado con su caballo de Troya pepero que es Cayetana Álvarez de Toledo.

Hablando de Casado hay que decir que este chico también nació viejuno y chocheando desde cumplió los dieciséis años. No hay día que no exprese alguna idea carca o una estupidez propia de esa vejez precoz que es su ser. No sólo actúa siguiendo la fórmula de convertir a España en un país agrícola, turístico y de industrias con poco valor añadido (el desarrollismo del Opus Dei en los años 1960s), sino que entiende la política como algo en lo que pueden participar muchas personas pero sólo el PP (que para él es la única derecha existente) puede tener el poder. Un paso más allá de la democracia orgánica franquista que acaba entroncando con la apertura de Arias Navarro, la cual se quedó en miles de torturados, cierres de publicaciones y muertos en manifestaciones (asesinados por la policía o por las bandas terroristas de fascistas). En realidad más que chochear, le pasa que es muy corto para dedicarse a la política más allá del trabajo sucio dentro del partido. De ahí que surja la soberbia del que se ve realmente como menos capaz (no sabe hablar, no sabe escribir, no sabe manejar el lenguaje no verbal, no tiene gracia alguna…) y parezca chochez o nesciencia.

Otros que chochean son Alfonso Guerra y Felipe González. A estos no les gusta ningún dirigente del PSOE actual (ambos arropaban a otra vieja de mente como Susana Díaz) y no se cortan en decirlo y hacer crítica de todo lo que haga el gobierno. Incluso apoyan que se destruya la coalición de izquierdas y se forme una gran coalición que salve la Constitución de 1978. En el caso de Guerra podría caber algún tipo de sentimentalismo pues la negoció con Fernando Abril Martorell en un bar y tiene derecho a considerarla suya (al menos mucho más que la estupidez esa de los padres de la misma, simples ponentes que dejaron casi todo el trabajo sin hacer), en al caso de González simplemente es porque se vendió hace décadas al poder del dinero y es otro de esos ejecutantes de las órdenes de la clase dominante, en su sector progresista. No siendo Pedro Sánchez un radical de izquierdas sino un tipo bastante moderado, la aversión que le tienen estos dos viejos chochos es digna de aparecer en los libros de psicoanálisis (porque debe haber algún tipo de represión por ahí escondida). A esto nombres se podrían añadir algunos más como Rosa Díez, Juan Carlos Girauta, Joaquín Leguina, Adolfo Suárez Illana y todos los que ustedes quieran. En cuanto les abandona el foco mediático y pasan a ser corderitos al dictado de la clase dominante para su ejercicio de dominación o de teatralización, el chocheo hace su aparición. Llevan mal el perder el boato y el peloteo, los privilegios y el sueldo alto, la impunidad y el pensarse como élite… Porque en muchos casos lo que hay detrás de ese chocheo no es sino clasismo de algún tipo (del conocimiento, del dinero, del cargo en los aparatos estatales y de todos juntos a la vez).

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