El fracaso de la operación para que Banco Popular fuera comprado por otra entidad fue un duro golpe para la estrategia del ministro de Economía de Mariano Rajoy. El año 2012 tocaba a su fin. Luis de Guindos había conseguido varios objetivos: acabar con las Cajas de Ahorro, echando tierra sobre su pasado y sobre los partidos que se habían aprovechado espuriamente de ellas, dejando como chivos expiatorios a alguno de sus directivos, probablemente malos gestores unos, probablemente cayendo en prácticas delictivas otros.

Respecto a la desaparición de las Cajas de Ahorro, la estrategia de Luis de Guindos hizo desaparecer a unas entidades claves en el desarrollo de las familias españolas, en la creación de las clases medias que accedieron a la propiedad de sus viviendas gracias a las cajas. Sólo una mente como la del ministro De Guindos pudo concebir tal desmán, ahíto de soberbia, creyendo ser el banquero de inversión que lleva dentro, hizo desaparecer las Cajas de Ahorro cuya función social debidamente recuperada molestaba a los poderosos funcionarios del BCE al servicio de los grandes bancos de inversión. Éstos sólo entienden el negocio bancario como especulación financiera, y no están interesados en la función social de los bancos y de las cajas, ayudando a las empresas y a las familias a desarrollarse profesionalmente, respetando siempre las normas de gestión más sólidas.

De Guindos, además, consiguió el préstamo del Eurogrupo, del que se dispusieron 40.000 millones de euros para ayudas en capital, mientras que un volumen superior se destinó a SAREB que lo distribuyó en forma de bonos a las entidades ayudadas –mal gestionadas- a cambio de unos activos sobrevalorados.

El mercado quedaría definitivamente desequilibrado entre entidades ayudadas directamente o indirectamente y las que no. Competencia desleal en estado puro.

Por otro lado, De Guindos había fracasado en su objetivo de ser el Mario Monti español y suceder a Rajoy que, con su habitual «dontancredismo» recompensó a De Guindos con la renovación del cargo y, haciendo un ridículo universal, le propuso sin éxito para el puesto de presidente del Eurogrupo, cargo prometido previamente por los alemanes —pese al cómico paseo a cámara rápida de Merkel con Rajoy en Santiago de Compostela— a los holandeses.

El Banco Popular se enfrentaba a 2013 reforzado en su capital, pero haciendo frente a una competencia manipulada y dopada con las ayudas, sabiendo que no podían esperar nada bueno ni del ministro ni del Banco de España, cuyos designios habían desafiado, enfrentándose a una economía muy debilitada con el tratamiento aplicado por De Guindos y los alemanes. Popular, un banco de pequeñas y medianas empresas, puede dar fe de que, pese al ministro, las empresas y las familias han sobrevivido a la crisis gracias a su propio esfuerzo.

Visto con perspectiva, parece que las compras de algunas cajas por otros bancos, con regalos de miles de millones de euros en capital, fueron mejores que la compra a pulmón del Banco Pastor por el Popular, a quien nunca se le ofrecieron las mismas condiciones. En palabras de altos directivos del Banco de España, «el Popular puede salvarse solo». De Guindos y otros banqueros idearon un plan, pero el Popular se escabulló, pese a la cooperación necesaria de Oliver Wyman y el consentimiento activo de Fernando Restoy.

Probablemente desde ese momento, los directivos y consejeros del Popular eran un objetivo para el ministro y alguno de los banqueros, porque eran testigos de las tropelías, tenían su destino marcado. La operación del Banco Pastor fue el comienzo de la estrategia de Luis de Guindos para terminar con el Popular, operación que analizaremos en próximas entregas.

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