Fuente: PP

Las elecciones madrileñas han dejado por los suelos a la mayoría de analistas. En especial a los que dicen que son de izquierdas, los cuales no suelen ser los mismos que se postulan como los más listos y los que más saben, pero casi. Contaba en el libro Las vacas negras Louis Althusser que, tras una charla en Barcelona, se le acercó un famoso sindicalista español para contarle lo cerca que estaban de la clase trabajadora. Cuando el sindicalista se fue a otros menesteres, Althusser charló directamente con los trabajadores y le contaron que ese hombre era muy dinámico y simpático pero que, en muchas ocasiones, proponía cuestiones que a esos obreros no les interesaban. Ya en ese momento dejó por escrito el intelectual francés que uno de los déficits de la izquierda era que pretendía representar a una clase social sin escucharla en realidad. (Con esto no se entiende la acusación al bueno de Louis por parte de Ramón Espinar ayer mismo por los resultados electorales)

Althusser aprendió, después de haber sido el más metafísico de los pensadores marxistas, que la realidad es más sencilla que las propuestas más radicales o los combates imaginarios que nos muestran las izquierdas españolas. Sin ir más lejos ayer Juan Carlos Monedero calificaba de poco menos que inútiles a las personas que siendo de clase trabajadora o media habían votado por Isabel Díaz. También lo habrán visto en las palabras de más de uno y más de dos de la verdadera izquierda o el socialismo puro. Si hubiesen escuchado a las personas igual no pensarían lo mismo. En realidad, más allá de las cañas y demás mecanismos simbólicos que han dado vidilla a la campaña, hay una serie de coordenadas, en gran parte mentales, que no han sabido entender estos personajes tan listos que se distribuyen por todos los partidos.

Coordenada libertad-cañas.

La primera coordenada se puede llamar libertad-cañas por el simbolismo que expresaba. Si sólo se quedan en la palabra (todos los postmodernos de Derrida salgan por la otra puerta) pensarán que es de broma que alguien pueda vencer apelando a la libertad (de la que todo el mundo disfruta) y a las cañas sin encontrarse a la ex-pareja. Pues no es tan broma en realidad. Sobre todo si se sitúa en un contexto no sólo circunstancial de campaña electoral y no se abre más la visión.

La presidenta madrileña lleva desde que comenzó su andadura hace dos años diciendo lo mismo, no ha cambiado su discurso. Defensa de la libertad (entendida casi como libertinaje pero especialmente libertad de mercado), lucha contra el colectivismo que sitúa en las peticiones colectivas –aunque paradójicamente hace alarde nacionalista que no deja de ser un colectivo- e impuestos bajos. Siempre ha dicho lo mismo aunque ahora lo ha simbolizado en las cañas y la libertad de comercio (hasta las 11 de la noche, no piensen que volverá la noche madrileña).

¿Qué ha cambiado para que eso sirva hoy y no mañana? El contexto pandémico y la acción gubernamental. Cuando dicen que Díaz ha sido el verdadero martillo opositor del gobierno de Pedro Sánchez (más allá de cierto negarse por principio a cualquier propuesta y que los medios están madrileñizados) es cierto. Desde el gobierno se ha propuesto una cosa y la contraria decenas de veces respecto al desarrollo de la pandemia. En Madrid, con más o menos acierto, se decidió seguir una línea sustentada en sus propios expertos y la propuesta de no hundir la economía. Errada o no la acción política, apostaron por ella sin dudar. También lo han hecho en otras comunidades gobernadas por PP o PSOE y los sondeos electorales parecen darles la razón. Las personas lo primero que necesitan de su clase política es cierta seguridad y estas personas se la han dado. Un día aparecía la portavoz del gobierno diciendo que cierres para todos y al otro que no se cerraba nada.

A ello súmenle que en la Comunidad de Madrid, política errada o no, la educación concertada es un pilar fundamental –sí la clase media aspiracional prefiere ese tipo de educación- y desde el ministerio de Educación la ministra Isabel Celaá amenazó con deteriorarla –más por falta de capacidad intelectual y discursiva que por acción real-. Eso le permitió a Díaz hacerse con la bandera de la libertad de elección de colegio, lo que a ojos de muchas familias madrileñas es fundamental. Por un déficit estructural público sí, pero eso de un día para otro no se ve –y como la capacidad de comunicación de la oposición ha sido nefasta los años anteriores, pues la realidad es la que es-. Libertad para educar a los hijos en el mejor colegio que crean y libertad para comerciar y moverse por la región. Que no se detenga lo productivo, aunque no se ofrezcan ayudas a las pymes y sí a los florentinos.

Al llegar las elecciones, las cañas y la libertad (sólo se han ofrecido unos pocos ejemplos para no cansar) estaban ya simbolizadas como una acción política distinta a la del gobierno, la cual parecía dar bandazos o estaba a cazar gnomos. ¿Con una situación pandémica creen ustedes que es tiempo de leyes transgénero donde a las mujeres les cambiarán el nombre por personas gestantes como vienen proponiendo? Díaz ha sido más materialista que el gobierno por mucho millones que dicen van a colocar para activar el mercado nacional. A cambio de que todos los españoles, especialmente los de las clases populares, paguen por utilizar las carreteras. Si a eso le suman que construyó un hospital, no perfecto pero que ha servido para cumplir cierta función, como el Zendal, ad maiorem gloriam de empresarios habituales, la visión de un madrileño, por muy loca que digan que esta su presidenta, es del todo menos negativa.

Si se va a las cifras, algo que no han sabido explicar en la campaña, nos dicen que la gestión económica no ha sido mejor que en el resto de España (está al nivel de Castilla-La Mancha en porcentaje PIB); que las colas del hambre son tan cruentas como en otros lugares; que es muy caro vivir en Madrid y todo lo que ustedes quieran. No es una buena gestión numérica pero los números deben ser traslados mediante símbolos a las mentes de las personas y en la izquierda de los listos eso les cuesta porque vienen pre-programados para soltar su discurso. Si a eso se le suma que la sociedad madrileña es conservadora y ácrata a un mismo tiempo, se comprende que la acción y el discurso de Díaz encajaban mejor en el contexto existente.

Coordenada patriótica.

Ese conservadurismo popular madrileño encaja a la perfección con una cuestión más sentimental –ahí tienen al camarlengo Iván Redondo buscando sentimientos pero sin encontrarlos-. Díaz se ha apropiado del patriotismo/nacionalismo español contra los pactos “contra natura” del gobierno Sánchez. Ella puede decir, porque es cierto en realidad, que salvo un acuerdo de investidura no ha pactado con Vox casi nada. De hecho, en Madrid se viene trabajando con los presupuestos que dejó Ángel Garrido desde hace dos años. Sin embargo, ella sí puede señalar al gobierno por pactar con los post-etarras y con los independentistas. Esto en Madrid es una línea roja. Desde el socialismo más moderado al extremo derecha, sumando alguno que otro despistado, que se pacte con los hijos y amigos de quienes hicieron irrespirable la Comunidad de Madrid durante tantos años sembrando el terror no se acepta así como así.

Cuando apelaba al peligro comunista, más allá del colectivismo económico, Díaz y los demás candidatos del PP han remarcado claramente esta cuestión patriótica. Mientras desde el PSOE y Podemos pedían establecer un cerco a Vox (que es supuestamente fascista), desde el PP siguiendo la mentalidad madrileña se pedía que primero los demás no pactasen con quienes quieren destruir España. En la izquierda son muy de apoyar nacionalismos periféricos pero desprecian cualquier patriotismo español. Y, por mucho que les cueste entenderlo, hay muchísimas personas de izquierdas que se sienten muy españoles y les molestan esos chanchullos con ciertos partidos. En Madrid, además, se está muy cansado de que desde esas periferias se les insulte constantemente por no se sabe qué superioridad. Ese madrileñismo español ha sido aprovechado por Díaz para ganar un bueno número de votos en barrios donde es predominante la clase trabajadora. Tampoco lo han visto los muy listos. Pero fíjense que Más Madrid ha hecho una campaña regionalista y le ha ido bien. Pensar que no existe patriotismo en el socialismo es ser un ignorante –al menos desde los análisis de los austromarxistas allá por el comienzo del siglo XIX-.

Coordenada sentimental.

Sabiendo que la gestión sanitaria –algo que critica cualquier persona de la derecha a la izquierda- la tenía perdida, pese al Zendal, Miguel Ángel Rodríguez diseñó una campaña agonista –comenzó con socialismo o libertad para pasar a comunismo o libertad con la entrada de Pablo Iglesias– en la que acabaron cayendo como estúpidos los demás partidos. Vox acusando al Frente Popular (algo que le funciona en según qué mentalidades pero no es generalizable), Podemos subiendo la apuesta antifascista y el PSOE sumándose sin pensar en ello (como ya se explicó ayer). Ese agonismo le funciona al PP para “captar el voto” de todas aquellas personas a las que repugna Iglesias –que en Madrid son bastante más de las que se piensa- y desviar la atención. Si, además, el interfecto les señala como lo peor, ya han ganado esta parte de la batalla.

Casi en el momento en que Iglesias entró al trapo, con el seguidismo de Ángel Gabilondo, el PP dejó de insistir en el tema para centrarse en defenderse y hablar de los elementos simbólicos que más agradaban a las personas. De vez en cuando sacaban el tema, casi siempre ante alguna propuesta controvertida de los demás. A ello súmenle que la ferocidad de la campaña lo que ha provocado en la concentración del voto en Díaz. Queriendo jugar a lo sentimental desde Podemos y PSOE han generado que lo sentimental se volviese contra ellos mismos. Habrá que ver los análisis postelectorales para analizar las transferencias de voto, pero es casi seguro que antiguos votantes de PSOE hayan votado al PP, como lo habrán hecho nuevos votantes y los que votaron a Ciudadanos. Pero todo esto del agonismo en campaña, donde el otro es enemigo y no adversario, se sustentaba en el contexto anterior para dar la apabullante victoria al PP.

Con algo más que añadir. El madrileño es una persona abierta y que pasa bastante del tema político, en general es muy ácrata, porque sus pertenencias, más allá de la española, están en otros ámbitos de la sociedad civil. Por ejemplo, alguien es del Atlético de Madrid (equipo al que algún listo ha intentado demonizar, por cierto) con todas sus fuerzas y quiere que el Real Madrid pierda siempre, hasta en las repeticiones de los partidos que hayan ganado. Pero no hacen de ello casus belli. Se toman una cerveza sin hablar de fútbol y se lanzan las puyas que hagan falta. No hay violencia –salvo la arbitral, claro- en la fraternidad. De ahí que dentro del campo atlético, por seguir con el ejemplo, se respeten los de derechas con los de izquierdas y viceversa, porque les une algo más grande. Este ejemplo futbolístico se puede trasladar a más ámbitos de coexistencia, como el mundo musical (mods, rockers, etc.) o el religioso. Porque sí, en Madrid hay personas de izquierdas religiosas (mucho más en Andalucía seguramente). Con esto jugaba Díaz porque, pese a recitar a Hayek cada día, no está tan ideologizada como en la izquierda, en el mal sentido. Los listos jamás les habrán hablado de esto, ni lo habrán previsto porque es casi microsociología para ellos. Pero el hilo social es así de sencillo en algunas ocasiones, sin necesidad de importar gilipolleces colonialistas, ni insultar a nadie.

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