No ha sido presidente del Gobierno. No ha sido presidente de comunidad autónoma alguna. No ha sido alcalde de ciudad con algo de importancia. No ha sido ministro destacado. No ha sido, ni es, una persona que destaque por sus labores intelectuales o artísticas. No ha sido, por no ser, ni el principal jefe de la oposición en España. Entonces ¿por qué los españoles tienen que seguir aguantando a Albert Rivera en los medios de comunicación? ¿No le parece bastante suplicio a los responsables de los distintos medios haberlo tenido día sí, día también durante casi cuatro años? La venta de un libro no es suficiente para tener al pueblo a semejante suplicio. Muchas personas, con buen verso y buena pluma, publican libros semanalmente y no acuden a los platós televisivos, ni les conceden artículos destacados en la prensa (a veces ni en la parte cultural)… ¿Por qué con este tipo sí?

Si se hace una valoración racional Rivera debería haber sido denostado por los medios de comunicación, especialmente los cavernarios. Dijo que él tenía la suerte de poder volver a un trabajo cuando dejase –se le olvidó pensar que de mala forma- la política. No volvió a su trabajo de chupatintas vendedor de preferenciales en Caixabank sino que utilizó una puerta giratoria para irse a un destacado despacho de abogados donde, como se puede suponer, le han contratado no por su inteligencia, ni por sus conocimientos, sino por su popularidad y contactos. Cabe recordar que Rivera fue durante un tiempo el niño mimado de la clase dominante, del capital financiero, del capital energético, de las fracciones más potentes de quienes mandan de verdad. Hasta le llevaron a una reunión del Club Bilderberg –de la que cuentan que se quedaron pasmados los poderosos ante tal incompetente-. Puerta giratoria para quien si se subiese a su ego y se cayese se mataría con total seguridad.

Tampoco han valorado que, tal vez, la situación en España, a nivel institucional, sería muy diferente si no se hubiese puesto a poner vetos al PSOE de Pedro Sánchez, si no hubiese pensado que él valía más que el resto de partidos y candidatos de la derecha, si no hubiese creído que España se arrojaría en sus brazos y le llevaría hasta la Moncloa para que dirigiese al país hacia el destino inmanente que le corresponde –como piensan todos los de derechas hasta que recuerdan que hay que posibilitar la acumulación de cuatro o cinco empresarios menesterosos-, si no hubiese sido tan prepotente y engreído, hoy podría ser vicepresidente primero del Gobierno. ¿Creen que Sánchez, por mucho que las supuestas bases del PSOE gritasen aquello de “con Rivera no” –las bases del PSOE estaban en los colegios electorales contabilizando votos-, no hubiese aceptado un gobierno de coalición de 180 diputados? Quien piense que no lo habría aceptado es que no recuerda que Podemos no le dejaba dormir y hoy está formando gobierno en comandita. Pero Rivera se negó en redondo y hoy institucionalmente –la renovación del CGPJ, la actuación contra la pandemia, etc.- España está peor porque no existe una mayoría sólida en el parlamento.

En aquellos tiempos demostró que esa España, esa nación que no se le caía de la boca, le importaba poco o nada. Nacionalista sí, hasta que el ego y el mal cálculo electoral le podían. Los medios de cualquier país del entorno europeo jamás permitirían a un tipejo así aparecer en los medios de comunicación después de la que ha hecho. Con la excepción de que sea un intelectual, un artista o un empresario de éxito. Ninguna de esas tres cosas ha sido o es Rivera. Y según cuentan, además, se permite mentir en el libro que es causa de la gira actual por todos los medios. Lo de las mentiras no es nuevo porque toda su carrera política a nivel estatal se cimentó en la mentira, en el populismo del sistema, en la levedad del ser. No sólo no quiso dotar de estabilidad a España sino que se dedicó a alimentar al fascismo político. Todas sus bravatas de acudir a buscar que le pegasen, le tirasen una piedra y a llamar al alzamiento nacional fueron el perfecto fermento para la llegada de los fascistas a la política española. Una llegada a la que no puso reparo alguno sino que tardó menos de tres segundos en aliarse con ellos en gobiernos menores. También es cierto que Rivera siempre tuvo un tufo joseantoniano que se podía oler a distancia.

Antes de hundirse en las elecciones ya le habían buscado sustituta (aquí se contó en primicia) y en cuanto obvió el llamamiento de la clase dominante su suerte estaba echada. Desde luego no le iban a dejar tirado después de haber sido el pelele de la patronal pero esto de que vuelvan a sacarlo en las tertulias y en los papeles es cometer un martirio innecesario con los españoles. El libro no se va a vender porque a nadie le interesa lo que pueda decir Rivera, salvo la cosa del colorín y a quienes les gusta el chismorreo no suelen comprar libros (de políticos al menos). Y si no se vende es culpa de la editorial que ha permitido que lo escribiese, pero ese pecado no es compartido con toda la sociedad (editorial Planeta por si quieren enviar sus quejas a los culpables). Las andanzas de Rivera no ocuparán ni una nota al pie de página de la historia de España, así que se ruega a los medios que no vuelvan a molestar de esta forma. Bastante hay con aguantar a Pablo Casado, Isabel Death Ayuso, Santiago Abascal y algunos otros de la izquierda nacionalista o populista como para soportar el espectro de un verdadero inútil que se pensó que realmente era el elegido por el pueblo sin percatarse que, como sucede en otros ámbitos –especialmente el artístico-, fue un producto de marketing de la sociedad del espectáculo. En su caso sin llegar a ser un one hit wonder, porque ni logró un éxito que destacar.

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