Pedro Sánchez empieza su segunda etapa como secretario general entregando el poder a quienes le fueron fieles desde el momento en que tuvo que dimitir porque el Comité Federal votara en contra de sus planes tras el enésimo fracaso electoral. Es normal que él se quiera rodear de quienes no le abandonaron, de quienes le demostraron su fidelidad desde el primer instante. Ahí tenemos a José Luis Ábalos, a Adriana Lastra, al alcalde de Jun, a Odón Elorza, por citar a algunos.

Todo lo que ha pasado en el 39 Congreso entraba dentro de la lógica. A pesar de que se inició con llamadas a la unidad, a la integración e, incluso, Gianni Pittella se refiriera a la generosidad de Patxi López y Susana Díaz tras su derrota en las primarias, el Congreso socialista terminó con una demostración de fuerza de los vencedores sobre los vencidos. Las llamadas a la unidad terminaron justo en el momento en que finalizó el acto de inauguración. A partir de ahí, el nuevo secretario general y sus más cercanos colaboradores dejaron claro que sólo querían que sus afines ocuparan los puestos de responsabilidad, ninguna concesión a sus oponentes en las primarias, sobre todo a Susana Díaz porque, para intentar dar una falsa idea de integración, Sánchez ha incluido a Patxi López en la Ejecutiva.

No se trata de los nombres, no se trata de las fidelidades, se trata de las incoherencias. A este Congreso se le ha llamado el de la unidad, pero la unidad no se logra mostrando el poder del vencedor para humillar al vencido. El PSOE que quiere Pedro Sánchez ha sido bautizado por «el partido de los militantes», pero se le ha dado la portavocía del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados a una persona que no es militante. No se trata de minusvalorar los méritos que pueda tener Margarita Robles, se trata de que no es militante socialista y en el PSOE de los militantes entregar uno de los principales puestos de responsabilidad política a una no militante es una clara contradicción. ¿El anuncio de las muchas que pueden venir, tal y como ya ocurrió en la primera etapa de Sánchez? No hay más que recordar cómo no se respetó la voz de la militancia con la intervención de federaciones y agrupaciones tras ser las bases las que eligieron a candidatos que no eran del agrado de Ferraz.

La elección de Margarita Robles es otra muestra de las incoherencias del modo de gestionar Pedro Sánchez su liderazgo porque dejar la portavocía del Grupo Socialista en manos de una persona que no es militante va en contra de la «devolución del partido a la militancia». Dentro de sus fieles tenía la posibilidad de elegir a otros diputados como, por ejemplo, el propio Odón Elorza, cuya trayectoria es intachable y tiene varias décadas acumuladas en su carnet, además de que ha ejercido cargos institucionales a lo largo de su carrera política. Más bien parece que se trata del precio que el nuevo secretario general paga por la lealtad de Robles.

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