El mercado de la autoedición o la edición mediante “editoriales” que son solamente meras imprentas casi a demanda ha crecido en todo el mundo. En España han proliferado “editoriales” de autoedición por toda la geografía. De Extremadura a Aragón, de Asturias a Murcia, una persona podría ir saltando de empresa a empresa de autoedición (o ¿era una ardilla sobre la cabeza de los políticos inútiles?). Personas listas que han visto un nicho de mercado.

Es conocido que cierta plataforma también permite la autoedición a demanda o en libro electrónico con un alcance global y algunas grandes corporaciones literarias también se están sumando a este negocio. Porque es un negocio redondo: impresión a demanda e ingresos garantizados con una inversión casi mínima. Y con un flujo de novedades suficientemente alimentado por los egos o el autoengaño de personas que han creído entender que tienen la capacidad suficiente para escribir y publicar. La calidad en la edición es lo de menos: gramajes de folio comprado al por mayor, tapas baratas y portada hecha por un mono jugando con photoshop o plagios evidentes de obras ya editadas por empresas serias.

La labor del editor, del corrector y del responsable de decir las verdades del barquero desaparecen. Pero ¿qué más da? Hay que alimentar los egos de escritores y escritoras que, o bien no pasaron la criba de una editorial seria, o bien están tan convencidos de su capacidad que su propia vanidad les impide pasar por la criba. ¡Qué se han creído esos editores! Da igual que sea ensayo, novela o poesía, lanzan al mundo su libro, en ocasiones engañados y perdiendo dinero. En esto de perder dinero el escritor, hay empresas “serias” y conocidas que también publican cobrando para cuadrar las cuentas (entre 6.000 y 8.000 euros) pero ofrecen algún servicio, entre otras cosas un servicio de distribución en librerías.

No todo el mundo tiene capacidad para escribir

La verdad es que los escritores autoeditados acaban dando lástima. Algunos han tenido la fortuna de vender bastante (un porcentaje mínimo) o ya habían aprendido el oficio bajo el paraguas editorial. El resto ponen toda la ilusión en ello pero… Una novela no es juntar frases y frases intentando dar la impresión de que allí hay algo profundo, como “delante de la puerta del ambulatorio sintió recorrer a Caronte por sus venas, mientras buscaba con dificultad dos monedas”. Para decir que sintió morirse tampoco hay que ser tan extremista, por ejemplo. Pues hay frases de estas a puñados. Y por muy bonitas que resulten, va a ser que no.

Luego están los poetas y poetisas Paulo Coelho. Como la métrica está en desuso y la rima es una especie en extinción, a llenar todo de casi prosa buscando obtener la aprobación del público. Esto de la poesía desubicada se produce hasta en las buenas editoriales porque igual ¿ha muerto la poesía?, pero no imitan a Coelho, ni se ponen romanticones, ni existencialistas hasta hacer vomitar al lector.

También hay historias entretenidas pero muy mal escritas. Y personas que escriben bien pero sus historias carecen de calidad. Personajes excesivamente emotivistas. Tramas manidas y plagiadas de novelas famosas (en especial el thriller y la romántica estadounidense). En general una falta de lecturas es lo que se acaba percibiendo en casi todos los autores.

Vale una entre un millón

En pocas ocasiones se perciben destellos de calidad. Bien por la trama, bien por la calidad de la escritura. Esas ocasiones son las que se pierden porque no hay detrás un editor. Porque el editor, si lo es en realidad, sabe guiar al escritor que tiene algo que decir. Sin esa guía tan importante, una obra magna se puede quedar en nada. Y más cuando “se compite” con escritores de calidad probada o que tienen detrás una campaña de publicidad potente.

Creer que se puede escribir porque en Facebook le han dicho que “mola mucho como escribes” o porque mediante una iluminación han creído ver que ahí estaba su vocación, es algo subliminal. Alguna carencia personal que se proyecta en una hoja (algo que ha generado grandes obras literarias), pero sin capacidad para ello. Un intento de sumarse a esta sociedad de la apariencia (si no hay mucho costo está bien eso de decir que se ha escrito un libro, se debe ligar mucho).

Pierden dinero y se enfadan cuando les dicen la verdad

A saber por qué se lanzan a publicar libros de calidad ínfima, enfadándose, además, cuando se les dice que son malos y que igual deberían leer un poco más. Y la turra que acaban dando a los amigos y en redes sociales para que lean “su” libro. En esto están casi todos los autores porque la cosa está como está, pero algunos son monotemáticos y todo gira alrededor de “su” libro. Por no hablar de algunos que tienen la cara de pedir correcciones de su libro a alguna experta y no querer pagar por los servicios. Cansino con libro.

Al final se juntan el hambre (de notoriedad) con las ganas de comer (de las “editoriales” o plataformas) y todos contentos… menos los lectores que acaban sufriendo en más ocasiones de las esperadas. Estos últimos desesperándose con escritores más o menos conocidos, en editoriales más o menos conocidas, en el mundo de la autoedición aumenta el porcentaje de decepción. Lo bueno es que no suelen ser caros (en libro electrónico especialmente), lo que sí se debe hacer es decir, si el libro es de alguien conocido, la verdad al autor. Que lo deje o lea a Dostoievski para aprender algo.

De los ensayos autopublicados mejor ni hablar. Personas que se piensan que su tesina de grado merece ser publicada porque es mejor que cualquier tesis doctoral (lo que ocurre en una de cada millonésima ocasión) y el tema es sumamente interesante –no les digan que lo mismo que han creído descubrir lo dijo alguien hace sesenta años que también se enfadan-. O los gurús de hacer dinero o el liderazgo (estos últimos son los más timadores). En este tipo de libros se concentra el ego con la experticia… ¡imaginen lo que sale de ahí!

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