Andan preocupados en la derecha porque la socialdemocracia va a formar gobierno de coalición con comunistas para extender todo el pensamiento marxista y bioideológico por la otrora imperial nación española. Si no fuese porque estamos en 2019; porque el muro de Berlín cayó hace tiempo; porque el capitalismo campa a sus anchas por todo el orbe; porque la ideología dominante neoliberal ejerce como tal, incluso, las personas del común podrían alarmarse. Esa retórica rancia de la derecha, sin embargo, choca con la realidad de una élite política donde ni marxistas, ni comunistas parecen ser mayoría. Preguntar “¿Quedan comunistas en España?” puede ser un mero recurso retórico o puede servir para analizar si realmente entre los políticos españoles quedan comunistas o sólo hay socialdemócratas radicales o izquierdistas postmodernos.

¿Quedan comunistas en España? Pocos pero quedan unos cuantos comunistas que persisten en la lucha de clases, en el análisis materialista, en la solidaridad de clase, en enfrentar el esquirolismo, etcétera. Muchísimas personas en España se reclaman comunistas o de esa tradición de lucha sin lugar a dudas. Cuestión bien distinta es que quede un partido comunista o queden comunistas en las instituciones representativas. Zamora puede ser esa aldea gala de resistencia por ejemplo, pero no busquen mucho más lejos. Mientras en Madrid cierran la sede del partido comunista en un barrio tan simbólicamente proletario como Carabanchel, nos intentan hacer creer que sí que son comunistas, marxistas-leninistas y revolucionarios. Todo eso mientras se toman un gin-tonic con amapolas en Lavapiés, claro. La realidad es bien distinta para desgracia de una tradición donde al partido se le ponía con mayúsculas, por un cierto carisma de la tradición todo hay que decirlo, pero también por un componente de lucha y de tener las ideas claras. Casi se puede decir que el último comunista que hubo en el Congreso de los diputados fue Cayo Lara, hoy quedan fantasmagorías de aquello.

Comencemos por Podemos pues es a este partido al que señalan mucho más que a Izquierda Unida como prototipo comunista del peligro que se cierne sobre España. La formación morada surgió como movimiento populista emparentado con los indignados contra el sistema que no les concedió lo que les prometía. Una revuelta primigenia de pequeños burgueses que se estaban dando cuenta de la expulsión que genera el capitalismo, a la que se sumaron diversos ismos a cada cual más postmoderno y terminó por confluir en un alegato de socialdemocracia radical postmoderna y altermundista. Pablo Iglesias, si es que algún día lo fue, no es comunista, ni casi populista, es un socialdemócrata clásico radicalizado en defensa de ciertos derechos sociales. Lo que no es malo, no se vayan a creer. No les gusta a los neoliberales porque supone defender el Estado de bienestar que desean desmontar para afianzar su poder sobre la sociedad y dentro del propio armazón estatal como ya se contó en estas páginas. ¿Hay en Podemos personas comunistas? Muchísimas sin duda, como las hay socialistas, pero su capa dirigente no es comunista en sí.

Se supone que el partido que dentro de sus siglas tiene al Partido debería ser comunista y por ello dar la razón a la derecha en la conformación de un Gobierno social-comunista. Y comunistas quedan en IU y en el PCE pero ya hace mucho tiempo que dejó de ser el Partido para transformarse en un engendro político donde siempre están repensando. Y de tanto repensar y poco actuar han dejado eso de la “filosofía de la praxis” en mera praxis acomodaticia de sus élites. Alberto Garzón, por mucho que se empeñe en escribir libros defendiendo su posición comunista, es un economista con una mirada rojilla. Mucho simbolismo de análisis marxista (que llevan sin hacerlo años), mucho conquistar hegemonías gramscianas, mucho ecologismo pero en cuanto se está cerca del poder se abandona el republicanismo y se ponen fotos simbólicamente estadounidenses en Instagram. Y ¡qué decir de Enrique Santiago secretario general del Comité Central del otrora Partido! Ni un solo análisis materialista, ni una sola confrontación o lucha de clases en la teoría. Todo al servicio de la bufonada mediática del capitalismo.

No vean en ello un intento de deslegitimar todo. Al contrario es un mero ejercicio de quitar la razón a la derecha cavernícola. Tanto en Podemos como en IU hay magníficos y magníficas comunistas comprometidas en la lucha de clases, solidarias, feministas de verdad, ecologistas y que no piensan dar su brazo a torcer. Por suerte en España queda este tipo de personas a las cuales se pueden añadir a las personas socialistas, el problema es que cada vez más, producto de las condiciones marcadas por el propio sistema, los partidos tienden a alejarse de las personas a la que dicen representar. No puede ser porque en su mayoría la clase trabajadora no vote a IU, por ejemplo, desde hace más de treinta años, se abandone toda lucha. Así empezaron en otros países, con compromisos históricos gramscianos y acabaron en los libros de historia. De seguir por esta senda, como la socialdemocracia no despuente, existe un claro peligro de que la clase trabajadora acabe en brazos de demagogos de derechas. No es que en la base social española no haya comunistas es que la élite partidaria de los partidos se ha alejado de ella. ¿Recuerdan cuando Podemos llegó y asustó de verdad a los poderosos? Hablaba el lenguaje de las personas del común. Lo mismo pasaba con la IU de Lara o cuando el PSOE ha virado algo a su izquierda. Cuando hablas de los verdaderos problemas de las personas, de la clase trabajadora, y se ven representadas se movilizan. Para ello también es cierto que hay que bajar al barro y dejarse de diversidades, subjetivismos y ser materialistas.

Y aquí es donde ese peligro de las hordas marxistas se hace más gracioso. Ni uno solo de los actores políticos de toda la izquierda se maneja bajo parámetros de análisis materialistas. Mucho simbolismo y utilización de lugares comunes (con sus correspondientes palabras) pero a la hora de la verdad nada. También es cierto que en España ya no quedan intelectuales marxistas. Hay muchos que hablan de Marx pero eso no les convierte en marxistas. Y para ello no hay que hablar con palabras raras (el caso del errejonismo es claro), ni hacer revoluciones de las sonrisas, ni happenings, ni batukadas, ni zarandajas de esas, sino que hay estar en la lucha desde la propia base. Todo el mundo alabó a las espartanas de la bebida gaseosa porque en su lucha veían reflejada su propia existencia, pero en otras luchas al final pareciera que no hay tal reflejo, salvo en el feminismo (quitando lo queer que no es feminismo). Hay toda una clase trabajadora que sigue votando a los partidos de izquierdas pero nadie garantiza que eso dure y más vale volver al materialismo como fórmula analítica y centrarse en lo importante, la lucha contra la clase dominante.

¿Quedan comunistas en España? Sí en la calle, pocos ya en las instituciones. Y la derecha lo sabe perfectamente y por eso avisa del peligro para hacer de asustaviejas porque, de producirse un viraje ideológico real, España es más roja de lo que se piensa.

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