Sólo cabe sospechar del algún tipo de conspiración extraterrenal contra el Atlético de Madrid. La terrenal es conocida y habitual. A esto está acostumbrada la parroquia rojiblanca con esas faltitas constantes no pitadas, a esos criterios arbitrales distintos, a esas designaciones arbitrales, a todo lo que beneficie al duopolio… Todo eso está controlado. Incluso los cambalaches del Palco Forbes con fichajes de peor calidad cada vez y que venden sus amanuenses como si Futre volviese al fútbol. Pero lo que sucede esta temporada ya comienza a ser sospechoso de estar alentado por fuerzas sobrenaturales. Algo que sólo Iker Jiménez podrá explicar algún día, cuando deje sus conspiraciones.

No es ni medio normal que, estando en buena racha de resultados, de repente seis jugadores se infecten de coronavirus lastrando al equipo. Además seis jugadores fundamentales para el equipo titular y las rotaciones de calidad. Cuando pasa todo eso, llegan las lesiones por impactos cuando esos mismos jugadores van cogiendo la forma. Ahora se lesiona para tres semanas Luis Suárez, el máximo goleador del equipo, para el cual no hay recambio porque Dembélé, su sustituto fichado, está seguramente sufriendo las consecuencias del coronavirus. Como le pasó a Diego Costa con un trombo antes de que diese la espantada. Y como los servicios médicos no cuentan lo que pasa, pues todo son sospechas más o menos fundamentadas.

Alguien debe estar haciendo vudú con total probabilidad porque tal cúmulo de fatalidades seguidas no es ni medio normal. Igual es Costa desde ese pueblo perdido en Brasil en el que está. O algún hechicero contratado por el viudo con gafas, que tanta flor no es ni medio normal en su equipo. O alguien al que hayan timado Gil o Cerezo en algún negocio de esos extraños que hacen. O alguna novia despechada de algún jugador. A saber quién coño está detrás de la mala racha, pero que hay algo raro empieza a ser evidente. Y no tiene nada que ver con el Pupas, pues esa lacra –que parece haber desaparecido desde hace un tiempo- era en finales y grandes partidos, no en mitad de una Liga.

Lo del gafe puede ser culpa del alcalde de Madrid, Martínez Almeida, quien no hace mucho habló más de la cuenta fardando de Luis Suárez y ahí lo tienen, machacado por la mufa. De hecho cuando dijo aquellas palabras, la mayoría de la afición rojiblanca con dos dedos de frente se olió lo peor. Y así ha sido. Pero lo del alcalde sólo explica la última baja, no las constantes calamidades extradeportivas que vienen sucediendo. El Cholo Simeone, con lo cabalista que es, debería comenzar a realizar rituales de todo tipo. Incluso si hace falta que deje de vestir de negro y se ponga el chándal tipo Luis Aragonés. Lo que quiera pero que lo haga rápido. Al alcalde se le puede callar la boca de mil formas, pero frente a lo otro sólo cabe recurrir a la contramufa.

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