Este fin de semana, en Sevilla, el PP celebrará su congreso de entronización del barón gallego Alberto Núñez Feijóo. Esto supondrá la salida de Pablo Casado de la presidencia del PP hacia un, todavía, desconocido destino. Aunque algo le buscarán porque con cuarenta y pocos, sin haber trabajado en su vida y con una nula capacidad, como ha dejado patente, poca cosa va a encontrar. En este su momento de la despedida, queremos recordar todas esas chorradas que han hecho de él el mayor sinsorgo del reino y el acreedor de más estolideces por segundo de habla.

Entre las cosas que ha tenido Casado sin duda destaca su capacidad para el transformismo, para escoger el disfraz oportuno con el que aparentar ser lo que no es. Aquí tienen una buena recopilación de esos disfraces que han permitido conocerle como el Mortadelo de la política. Lo paradójico de todo lo que le ha pasado es que, en el momento en que dejó de mentir y fingir y decidió ser valiente políticamente, lo han liquidado. Incluso sabiendo que la filtración de lo del hermano de Isabel Díaz Ayuso había salido del propio gobierno madrileño (sección jefas), se ha callado pensando que le iban a tratar mejor. Y ni la mafia se ha portado tan mal con los suyos aunque los matase.

No comenzó con buen pie

Antes de llegar a la presidencia, cuando era vicesecretario con M. Rajoy, ya había destacado Casado como un metepatas (en una ocasión recomendó a Pablo Iglesias un libro de Historia, cuando es conocido que el otro-ex ha hecho su doctorado en un departamento donde se tratan los temas históricos), pero no fue hasta acercarse a las puertas de la presidencia pepera cuando abrió el tarro de las esencias estólidas. Deseó a Carlos Puigdemont el mismo destino que Companys… la captura por parte de la Gestapo y su fusilamiento (se supone) y le dijo a Iglesias que quería matar al rey en casi una misma frase.

Una vez en el trono pepero intentó ir por el camino de la Concordia pero rápidamente se lanzó a la mentira. Acusó al gobierno de querer cargar a cada español 1.000 euros en impuestos y se quejó de que el gobierno recogiese a los inmigrantes del Open Arms. Tiempo después diría que era una tragedia lo que sucedía en el Mediterráneo. Mientras iba mintiendo por los platós de televisión se conoció que no podía ir a clase (de esa carrera y ese master dudosos) porque estaba comiendo con el comisario Villarejo. ¿Se moderó? Al contrario, insistió en decir más estolideces.

Insultos a los andaluces y malmetiendo en la UE

De momento, y todo sin haber cumplido el año al mando del PP, insultó a los andaluces diciéndoles que eran de peor condición. Eso sí, junto a Albert Rivera fue un adelantado a Zelensky y pedía que se prohibiesen los partidos políticos que a él no le gustaban. De hecho hubo mucho pique con el naranjito y hasta se llegaron a pegar codazos en la famosa foto de Colón. Y hablando de Colón, buena la lió con la salida desde Huelva de las famosas tres embarcaciones. Castilla no tuvo nada que ver, la reina Isabel no puso un maravedí y todo fue gracias al capital privado. Con dos…

Igual lo que más les ha llamado la atención es la falta de patriotismo de Casado en la Unión Europea. Siempre que acudía a Bruselas era para pedir que quitasen fondos a España o les multasen, con el perjuicio para todos los españoles. Pues esto, que es casi marca de la casa, comenzó por octubre de 2018, donde quiso que el Consejo impidiese que España tuviese presupuestos. Era tan frenética su actividad por esos tiempos, que se presuponían pre-electorales, que llegó a pedir a los ciudadanos socialistas que se integrasen en el PP. Claro que también fardaba de que los peperos fueron los constructores de la Unión Europea ellos solos.

Las urnas no le fueron bien

Tras reconocer que su máxima figura intelectual era Homer Simpson, Casado pasó por las urnas en dos ocasiones y… se comió un colín. Le fue mejor que a su coleguita Rivera que acabó en la calle haciendo el ridículo, pero esas derrotas constantes produjeron una transformación en el “niño de al lado de Ávila”. Para sorpresa de todo el mundo propuso, en esas elecciones, que se implantase la Administración electrónica. Sí, como lo leen. Normal que en enero de 2020 ya pensasen en cortarle el cuello. Pero la pandemia le salvó.

Tiempos de pandemia, tiempos de mentiras

Bajo la pandemia se hizo patente el problema con la mitomanía que tiene Casado, algo que puede lastras su (im)posible vida laboral. Antes de eso, tuvo tiempo de encariñarse con Carlos Iturgaiz –que luego fracasaría como nunca se había visto en las elecciones vascas- porque dijo que el PSOE era fascista (¿ven cómo en el PP también son de utilizar ese calificativo y por su lógica sería bueno el PSOE? ¿O no Almeida?). Se impuso derrocar al gobierno en el confinamiento y para ello no dudó en autoproclamarse presidente del Gobierno (como Juan Guaidó pero en triste).

Se pudo observar que padecía de necrofilia, pues estuvo tan obsesionado con los muertos como luego los olvidó cuando se supo lo de las residencias en Madrid. Pero él tenía la solución a los problemas pandémicos: el despido libre en vez de los ERTEs. ¿Imaginan que hubiese estado gobernando este hombre? Toda España en el paro. Para más inri, no tuvo mejor idea que pedir un levantamiento de los españoles –como él se saltaba el confinamiento todos los días debía pensar que estaban los españoles por las calles-, además violento. A ver, dijo Casado que España era una dictadura en esos tiempos, normal que quisiese un levantamiento social.

Todo fue ya cuesta abajo hacia la tumba política

Durante la pandemia Casado tuvo tiempo de sacarse unas cuantas carreras, a su estilo obviamente. Y tras levantarse el confinamiento quiso ponerlas en práctica, pero nadie le hizo ni caso. Normal que, tras fracasar en sus intentos golpistas, acabasen a leches entre ellos y se dedicasen a insultar a Sánchez y demás. Normal que la patronal acabase abroncando al presidente pepero. A partir de este momento, para Casado todo fue cuesta abajo hacia su tumba política. Al cumplir los dos años como presidente pepero había consenso sobre su fracaso total.

Porque los tiempos hacen que se olviden las cosas rápidamente, pero es que desde el PP de Casado se llegó a pedir a Juan Carlos de Borbón que se suicidase. Aunque tenía gracia porque mentía sin parpadear, llegó a quejarse de las mentiras en políticas. ¡Él! Pero su destino, tras fracasar el PP en unas cuantas elecciones regionales (casi desaparecen en Cataluña), estaba echado. Había que esperar el momento propicio para ajusticiarle. Por cierto, ahora que se habla de la traición de Sánchez a los saharauis, cabe recordar que Casado se reunió con la dirigencia marroquí contra los intereses de España en el estrecho y Ceuta y Melilla y en favor del dictador de Marruecos.

El final llegó

Cuando pensaba que podía controlar mejor el partido, acabó siendo fusilado al amanecer por los barones regionales. Se sabía que carecía de personalidad (siempre imitando a otros), aunque le dio para ganar el premio de Simón el Mago y volver a insinuar que daría un golpe de Estado. Pero donde estalló la guerra civil fue dentro del PP. Desde ese momento Casado ya no supo ni por dónde ir. Desde las radios de derechas le llamaban idiota, fracasito y demás insultos, y él arremetía sin pensar contra el Gobierno que se reía en su cara durante todas las sesiones de control.

Normal que Vox le haya estado comiendo terreno casi sin hacer nada. Si es que calificaron a la Iglesia católica de comunista durante uno de esos éxtasis que han tenido en estos últimos años. Todo indicaba que su final sería mediante algún ridículo espantoso, (como el turismo de razas) alguna de las de miles de mentiras que lanzó (cayó con una verdad, paradójicamente), o en unas elecciones. No, se lo han cargado a las bravas. Y la verdad es que se le echará de menos en el plano columnista porque siempre permitía, en los días que había poco movimiento, salvar un artículo.

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