Muchas vueltas dialécticas han querido dar en Ciudadanos para hacer ver en Europa que el partido de Albert Rivera está pactando con la ultra derecha de Abascal. Sin embargo, los comportamientos de los últimos días de la formación naranja muestran que se está ejecutando una estrategia de autoritarismo más propia de un partido de la extrema derecha que de uno que se autodenomina democrático y respetuoso de la Constitución.

Albert Rivera tal vez pensó que no iba a encontrar críticos en su partido y, sin embargo, los ha habido. Las dimisiones provocadas por la insistencia del líder naranja en no facilitar la investidura de Sánchez y por los pactos con Vox ha desmontado la estrategia por la que C’s debería tener un comportamiento interno parecido al del Partido Popular, donde las cuitas se lavaban de puertas para adentro para, de cara al exterior, mostrar unanimidad en torno al líder.

La invitación a los críticos a irse y formar un nuevo partido es absolutamente autoritaria. No se trata de que facilitar la investidura de Pedro Sánchez sea darle un cheque en blanco al PSOE, sino hacer lo que el propio partido de Rivera le está pidiendo a los socialistas en Madrid: abstenerse para poder iniciar la legislatura y, con sus diputados, realizar una oposición leal para intentar que sean tenidas en cuenta las medidas que los naranjas creen que son necesarias para España.

Por otro lado, Juan Carlos Girauta afirmó que todos deben acatar el no apoyar o no abstenerse en la investidura de Sánchez porque así lo decidió la Ejecutiva de Ciudadanos. Esto también es un claro signo del autoritarismo al que está avanzando la formación naranja. ¿Hay que recordar al señor Girauta lo que se dijo de los diputados socialistas que votaron en contra de la investidura de Rajoy? ¿Hay miedo en el partido de Rivera a que haya diputados que rompan la disciplina de partido?

Rivera pide lealtad institucional sólo cuando le beneficia y la niega cuando ocurre lo contrario. Esto es una de las mejores demostraciones de que el líder de Ciudadanos no es un político de fiar, además del currículum de incoherencias que ya ha acumulado con el paso de los años.

Por otro lado, el presidente de la formación naranja, a medida que va cerrando gobiernos (aunque él lo niegue pero los hechos son los hechos) con la extrema derecha, se está alejando de la centralidad que dice representar. Un comportamiento con los críticos como el que ha mantenido en los últimos días serían impensables en un partido liberal europeo donde se aceptan y respetan las oponiones contrarias a las del líder.

¿Qué se puede esperar de un político que se quiere arrogar la defensa de la Constitución y sólo se ha leído el artículo 155? Decimos esto porque en ningún caso se ha escuchado a Rivera defender los artículos en los que se señalan los derechos de los ciudadanos. Sólo el 155.

Ese autoritarismo demostrado por Rivera puede venir de la presión del IBEX35 para que llegue a un acuerdo de gobierno con Pedro Sánchez, una especie de rebelión contra los que fueron sus mecenas, un modo de empoderamiento o de reafirmación de su liderazgo. El problema está en que, posiblemente, ese apoyo de las élites económicas de este país se está diluyendo y, tal vez, estén ya pensando en su nuevo «unicornio» que podría estar entre las filas de los críticos que se han marchado. Eso Rivera no lo soportaría.

Por esta razón, por esos comportamientos autoritarios, por la no aceptación de la crítica, por su cada vez más cercana relación con Abascal, Rivera está acercando a su partido a los comportamientos de Vox.

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