Un tuit. Un simple tuit confirma lo que ya expusimos hace unos días en estas mismas páginas, la pretensión de Albert Rivera de acudir a Alsasua para diseminar su oído y la violencia inherente a sus actos políticos. Lo que podía parecer exagerado se confirma con un simple tuit de la cuenta del propio dirigente naranja. Un tuit donde el populismo trufado de violencia que destila Ciudadanos queda reflejado a la perfección. Un tuit donde el respeto al otro se niega. Donde esa negación del otro quiebra cualquier posibilidad de diálogo, de discusión, de democracia. Al no existir ese otro carece de cualquier derecho cívico. Y así es el mecanismo por el cual se insufla el odio y la violencia.

“Se han confundido, miren bien el mapa: el próximo domingo iremos a Alsasua, Navarra, no a Euskal Herria, que no existe” ha escrito Rivera en su tuit. Niega, como avanzábamos al otro, al que dice estar en Euskal Herria, al que es euskaldun. O lo que es lo mismo, niega una realidad palpable, que va a acudir a la “Tierra donde se habla el euskera”, o el “país del euskera”. Claro en Alsasua se debe hablar esperanto según Rivera, pero aun siendo Navarra no deja de ser Euskal Herría porque allí, precisamente allí, en Alsasua se habla euskera desde tiempos inmemoriales. Por lo que, en términos culturales y lingüísticos ,Alsasua es parte de Euskal Herria siendo también Navarra. ¿Cuál es el problema? Que Rivera, con su cortedad mental, confunde lo etarra con lo cultural-lingüístico. El nacionalismo vasco con una cultura milenaria que es propia de buenas partes del País Vasco, de Navarra y de Francia. Todo eso no le gusta a Rivera porque él es español y sólo ve españoles. Pero la realidad cultural es la que es y no se puede negar.

Y como ya dijimos hace unos días, quiere acudir falsamente a Alsasua a defender la libertad y la igualdad. ¿En Alsasua no hay libertad, ni igualdad? Pues es la primera noticia que se tiene. Debería explicar el dirigente naranja el porqué de sus palabras. Aunque lo que ocurre es que la derecha española, al fin y al cabo, echa de menos los muertos de ETA porque les servía para engordar la buchaca de votos. Hoy, al no existir quieren violentar a distintas poblaciones con una supuesta defensa del constitucionalismo que no es tal. Es una tapadera para ocultar que buscan algún tipo de reacción violenta y justificar su acción. Y si por el camino consiguen sangre o heridos, consiguen pasar al estado de “víctima del terrorismo”. Todo un teatro de la violencia el de Rivera y sus amigos de Vox. Ya que Rivera no ha negado, ni ha pedido al partido fascista que acuda con ellos y ellas, se entiende que son bien recibidos.

Jorge Urdánoz Ganuza escribió el sábado, en Noticias de Navarra, un magnifico artículo donde refelexionaba sobre el acto del Rivera y el constitucionalismo liberal: Alsasua como símbolo. En él describía cómo se ha ido respetando lo cultural, cómo lo constitucional era motivo de orgullo y defensa por todos los grupos sociales españoles. Tampoco esconde los problemas que llevan a querer reformar la Constitución. Pero lo que tiene que ver precisamente con los odios y la violencia que lleva consigo Rivera, el escritor lo ejemplifica en la desorbitada búsqueda por parte de la Justicia (que pierde su venda) de un atentado terrorista con los golpes dados en una pelea de bar. “El derecho al juez natural, la exigencia de una fiscalía independiente y la proporcionalidad de las penas son conquistas jurídicas que pertenecen a ese ideal que denominamos Estado de Derecho. Ha costado mucho tiempo lograrlas. Son frágiles, y por ello hay que cuidarlas continuamente frente a tentaciones populistas y demagógicas” dice Urdánoz Ganuza con acierto. Es la demagogia de Rivera, trufada de populismo sistémico como hemos comentado en diversas ocasiones, la que quiebra esos valores del Estado de derecho. Y más cuando lo que se alienta es el odio al que se siente distinto a los deseos del “demócrata” en busca de pureza mediante todos los mecanismos que puede, pero cuya pureza es sólo la suya, su constructo mental. De una secta tampoco se puede esperar diálogo.

Ahora Alsasua, tamizado por Rivera y su secta, deja de ser símbolo constitucional, ahora es lo que nos recuerda Urdánoz Ganuza: “Si algo simboliza Alsasua, es el vaciamiento del significado jurídico garantista de la Constitución de 1978 y su sustitución por otra cosa. Una cosa muy nacional, muy divisiva, muy electoralista y muy emocional. Y desde luego nada liberal”. Y a Rivera, lo que es más peligroso, le importa poco que desaparezca lo constitucional, lo dialógico, lo democrático, para dar paso a las bestias oscuras que son la negación del propio proceso, esto es, el autoritarismo del pensamiento único y de derechas. Rivera quiere montarla y no se esconde en ocultarlo.

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