Le pasa a Albert Rivera lo que a los primates, concretamente los chimpancés, cuando uno quiere desafiar al macho-alfa, al jefe de la tribu, le intenta asaltar en el territorio que le puede ser más propicio para quitarle la prelatura simiesca. Por ello el presidente de Ciudadanos pretende atacar a Pedro Sánchez en Barcelona, donde cree que es su terreno más propicio, además cuando el presidente del Gobierno piensa llevar a cabo un consejo de ministros que tendrá un exterior caliente. La excusa para ese enfrentamiento es la celebración de la victoria pírrica e inútil en las elecciones catalanas de hace un año. Se engola Rivera y afirma que es la primera vez que gana un partido constitucionalista, por no decir de derechas, ya que el PSC ganó en votos en 2003. El caso es hacer un acto paralelo para boicotear al gobierno de España. Sí el gobierno que representa a esa bandera que tanto saca a pasear.

Boicotear en la cercanía del lugar de acción del macho-alfa. No habrá leído Rivera a Frans de Waal (La política de los chimpancés o El mono que llevamos dentro), porque como ha reconocido no lee, no le ha dado la naturaleza esa capacidad, así no sabrá que actúa como un mono furioso al que le han dejado sin hembras con las que aparearse. Aunque en Andalucía tiene un par de ellas con las que juntarse, aunque una de ellas le pueda provocar algo más que un simple contacto. El caso es que Rivera siente que Sánchez no es quién para acudir a su tierra, por muy macho alfa que sea, no puede ir allí a quitarle españoles y a verse con el malévolo Quim Torra. Eso es un acto de traición, según su enferma mente que sólo ve enemigos y sus tripas que expulsan odio, y lo comete en su zona de influencia. Aún peor, siente instintivamente Rivera, Sánchez hace lo que no se ha atrevido nadie a hacer, celebrar un consejo de ministros para hacer ver a la ciudadanía catalana que el gobierno sí piensa en ella. ¡Lo que le faltaba! Sánchez quitándole la exclusiva de la defensa de Cataluña.

Entonces entra a operar la envidia, tanto por el acto en sí como por ser Sánchez el presidente del Gobierno, cargo que desea libidinosamente y casi de forma enfermiza para él. Esa envidia es lo que le motiva para estropear la visita del Gobierno a Barcelona. De ahí que con la excusa de la celebración estúpida porque no sirvió para nada, estará allí en el mismo sitio que el macho alfa y podrá tener sus minutos de gloria mediática a la par que Sánchez discute de cosas serias y beneficiosas para la ciudadanía española. Porque con estas acciones Rivera demuestra que lo práctico, las cosas de gobierno, no le interesan. Salvo cuando es para beneficiar al establishment, el resto de cuestiones son importantes si sirven para rascar un voto o dos. En realidad parece que a Rivera esos españoles que ve en todos sitios son sólo eso, españoles que no deben acercarse a él. Seres inferiores que deben ser dirigidos por el bien pagado de sí mismo dirigente de la secta naranja.

Cuando él se reúne para celebrar un acto de uno de los dos partidos constitucionalistas que hay en España, que curiosamente son la derecha y la derecha extrema, uno de los actos constitucionales como el gobernar se produce muy cerca de donde se juntará con sus conmilitones. Envidia, deseos de ser el Califa en lugar del Califa y estar afuera para poder criticar que el gobierno provoca que los malos, los independentistas, monten la gresca mientras Sánchez no hace nada. A esos cafres, a los que él mismo alienta cuando expresa todo el odio que siente a quien es diferente a él, es a los que espera para lanzarse contra el gobierno. Con los neofascistas de Vox no le importa hablar, especialmente con su amigo Santiago Abascal, pero si Sánchez intenta mejorar las vías de diálogo y reforzar directamente la apuesta por una vía constitucional de manera simbólica, le parece que se está cometiendo el peor de los crímenes. Él que no siente ninguna simpatía por la democracia, sólo hay que ver cómo se hacen las cosas dentro de su partido y lo que dice fuera sobre prohibir, prohibir y cárcel y más cárcel, quiere imponer su visión a los demás. A esos que cataloga como la anti-España.

Una vez más Rivera provocando e induciendo hacia la violencia contra los demás. En otras ocasiones contra los que se piensan distinto, ahora contra el legítimo gobierno producto de la voluntad popular, o soberanía nacional que le pone mucho más a Rivera. El dirigente de la derecha extrema quiere hacer fracasar la acción simbólica del Gobierno, pero lo más que logrará, como ha pasado con todas sus otras acciones, es hacer el ridículo. No pasa nada porque sus amigos de los medios de comunicación a izquierda y derecha le taparán las vergüenzas (¿Han visto alguna vez una crítica en los medios que se sitúan en la zona más izquierda?), y él podrá seguir haciendo lo que más le gusta, utilizar la demagogia, el populismo del sistema y encizañar. Como carece de cualquier tipo de capacidad intelectual y se pone a hacer aspavientos cuando le ponen en un brete, como bien le recordó Aitor Esteban, al día siguiente saldrá a quejarse de esto o aquello que no tenga relación con su fracaso. Estaría bien que explicase el pacto que quiere con Vox.

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