Emulando a su adorado Macron, Pedro Sánchez quiere montar su propia plataforma electoral. Debe ser por eso que está decidido a acabar con el PSOE como partido y no hace más que cosechar derrota tras derrota electoral. En Galicia consiguió que quedar tercero; en Castilla y León todavía están a verlas venir; en Madrid también se quedó en tercera posición; y ahora en Andalucía se pega otro trompazo importante. Los más furibundos sanchistas dirán que toda la prensa está contra él, que hace todo muy bien pero no le comprenden, o que España va de perlas y “Antonio” sabe hablar muy bien inglés. Pues parece que los españoles que en otras ocasiones han apoyado a los socialistas no piensan igual,

En 2019 Susana Díaz venció en las elecciones con un 27% y más de un millón de votos. El pacto del Trifachito logró que no pudiese gobernar. Hoy Juan Espadas ha perdido 200.000 votos y lo que hay a su izquierda, si es que hay algo, es para echarse a temblar. Díaz hubo de hacer frente a un juicio de los ERE candente; a Spiriman (que hoy está muy enfermo de cáncer) movilizando a millones de andaluces por la Sanidad pública; a Moreno Bonilla, Marín y Vox dándole leches todos los días; a Podemos insultando cada día; y a los sanchistas llamándola “Gusana Díaz” y pidiendo la abstención de forma encubierta. Eso sin contar con el apoyo de Moncloa, ni Ferraz, donde ya estaba “Antonio”. En ese paisaje de todos contra Susana logró vencer.

¿Qué ha cambiado para que el PSOE no haya sido capaz de ganar ni en Sevilla? Desde luego la buena gestión de Juan Manuel Moreno Bonilla, no. Ha privatizado más aspectos sanitarios que el PSOE, tiene abandonados los colegios y universidades en mucho mayor modo y las bajadas de impuestos han sido maquillaje para cuatro pudientes. Ha gestionado mejor la publicidad, eso sí y ha contado con la ayuda de toda la izquierda. Salen muchos socialistas a quejarse que el grupo Joly ha hecho mucha campaña por Bonilla… como antes hizo por Susana. ¿Dónde ha estado esa clave o esas claves para la derrota del PSOE?

La primera clave, que igual no es la más importante, es la estúpida campaña “¡Qué vienen los fachas!”. Ya le salió mal a Susana, a Gabilondo o a Tudanca. ¿Por qué iba a salir mejor con Espadas –personaje bastante más soso que Susana? Ese mensaje no cala porque Vox tiene de fascista lo que Feijóo de comunista. Son liberales libertarios en economía y patriotas de postureo en lo demás. Un patriotismo que Díaz era la primera en abrazarlo, por cierto. Miren a la izquierda del PSOE, todos esos grupos antifascistas del califato Omeya y los penes lesbianos tampoco han rascado mucho. Ni en los peores tiempos de IU. Si no funciona ninguna vez igual el problema lo tienen los que siguen con el discursito.

Perder 200.000 votos y quedarse con 30 diputados (que algunos estarán muertos de miedo por tener que buscar trabajo) también puede venir provocado por hacer caso a todos los sanchistas que están colocados en ejecutivas pero que no dan la cara nunca. Comenzando por el secretario general del PSOE que sólo ha acudido a tres actos de campaña. Cierto que ha movilizado a su propia ejecutiva para que hiciesen actos por toda la región, pero ya habrá visto que por mucho peloteo que le hagan y por muy bien que les caiga, a la ciudadanía no les gustan tanto… eso cuando los conocen. Y para rematar la faena sacan a la momia de José Luis Rodríguez Zapatero.

En realidad la gran causa del nefasto resultado se encuentra en Moncloa. Sánchez está feliz por sus datos macroeconómicos (aunque siempre rectificados a la baja desde las proyecciones gubernamentales), pero las calles y las gentes que votarían al PSOE parecen que no los ven también. De hecho sienten que sus vidas no van tan bien como dice el gobierno (ni tan mal como cuenta la prensa). Si a eso se le suma que en su gobierno tiene a una recua de mulas haciendo el idiota todos los días, más preocupadas por tonterías y señalando al propio gobierno del que forman parte, tiene la composición completa. En demasiadas ocasiones el Gobierno habla de cosas que nada tienen que ver con la realidad del común. Y cuando lo hacen de algo que sí (precios) no aciertan ni por error.

A Sánchez le da igual quemar candidatos –como dijo Emiliano García-Page “aquí manda uno y el resto monaguillos”-. Tiene ochenta mil militantes (cifra optimista) más para quemar si hiciese falta. Mientras él pueda seguir con sus cosas de relaciones internacionales, sus fotos con Obama, Gates o Soros, el resto le da igual. Porque a Sánchez sólo le preocupa Sánchez. Incluso si tiene que hundir al PSOE para ocultar los fracasos continuos, no duden que lo hará. ¿Qué vendrá ahora? ¿Otro cambio de Gobierno? ¿Más pactos con Bildu y ERC, esos mismos que asquean a los votantes del PSOE de siempre y esfuman a los que podrían llegar? Aguantará hasta la presidencia de la UE porque eso le da mucho postureo y pedigrí internacionalista. Lo que quede detrás de él igual será tierra quemada o salada.

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