Ha terminado el 40° Congreso del PSOE y si no se hubiese celebrado los resultados obtenidos habrían sido los mismos. Un congreso a la búlgara que haría sonrojarse hasta a los propios comunistas búlgaros. Habrán leído o seguirán leyendo análisis sobre si esta región (ya no cabe hablar de federaciones desde el estropicio de José Luis Rodríguez Zapatero –otro gran destroyer de oro-) tiene más o menos peso, si se ha lanzado al cuello de Emiliano García-Page, si esta persona es mejor o peor que la anterior, si son más o menos conocidos quienes integran la Ejecutiva, si esto o lo otro, pero lo vivido en Valencia ha sido el enterramiento del PSOE como partido político. Pedro Sánchez, en su bonapartismo egocéntrico, ha finiquitado al partido más antiguo de España en un fin de semana. El PSOE ha perdido la P sin saber qué significan la S, la O y la E.

Les voy a hablar de la P porque sobre la S pueden especular sobre si es Sanchista o Social-liberal o lo que prefieran. La O está claro que no es de obrero, de clase trabajadora, con una ponencia de cariz individualista y empresarial de escuela de negocios, como se contó en estas páginas, eso parece una obviedad. Y sobre la E de España los actos definen al individuo que está al frente. Igual piensan que hablar de la P, del partido, es una estupidez, buena gana de dar por culo, y no. La P conlleva (más si se junta a la S de socialista) una historia de peleas, muertes, encarcelamientos, principios, logros sociales y políticos, tradiciones, democracia, militancia, orgullo, llantos… Y Sánchez se ha pasado a esas personas que le antecedieron en el PSOE por el arco del triunfo en un solo fin de semana. Las tradiciones han quedado aniquiladas en pos de un culto al líder como jamás se ha visto en la historia de España (salvo en período dictatorial), a la voluntad de una persona. Ninguna ideología es posible con Sánchez.

Paseando entre la militancia del PSOE, salvo los más jóvenes que estaban como en una fiesta bacaladera de los años 1990s y algunos que habían acudido a comer paella y aplaudir, había cierta desgana con lo que estaban viviendo. Cierta desazón por ver en qué estaba quedando todo aquello por lo que habían luchado ellas y ellos, y en muchos casos sus propios antecesores. Daba igual si eran cargos mayores (algún barón me lanzó una mirada de “para lo que hemos quedado”), medios o menores según la escala administrativa. Alcaldes y diputadas regionales a los que se ha “obligado” a acudir para ejercer de palmeros o atajar todo lo que no quería el señor de Ferraz que estuviese en SU ponencia. Porque ha dejado de ser la ponencia del PSOE para ser la ponencia del amo y señor Pedro Sánchez. Tristeza en muchas miradas (las mascarillas no permitían ver más) y falta de lugares donde darse al alcohol para quitarse las penas o escapar de la realidad demasiado lejos. Porque el fin del mundo y el lugar donde se ha celebrado el cónclave sanchista vienen a ser casi lo mismo.

Desde 1993 he acudido a congresos federales y regionales en muchísimas ocasiones y jamás pude observar el pisoteo y el mearse en lo mínimo democrático y estatutario de un Congreso. En un Congreso la soberanía es de las delegadas y delegados, no del secretario general en funciones. Manda la presidencia del congreso y el resto a mirar, debatir y votar. Aquí no. Aquí había que tragarse insulsas charlas de todo el gobierno de su sanchidad. Ya si eso, el sábado se abría el Congreso y se hacía algo de paripé de debate… Ni eso, porque la defensa de la gestión de la Ejecutiva saliente duró menos que un billete de cien euros a la puerta de la casa de Puigdemont. Ximo Puig ejerciendo de cicerone y presidente se pasó por el forro debatir la gestión. Por supuesto lo de votarla ni por asomo. Un impresentable el señor Puig, primero por saltarse los principios y los estatutos, segundo por ser un cagado frente al amo. Había prisa por nuevas conferencias y que las comisiones acabasen cuanto antes para la fiesta nocturna y pasar a adorar a Sánchez. Jamás en la historia del PSOE hubo un congreso donde no se debatiese, aunque fuese mínimamente, la gestión y se votase, por muy en loor de multitudes que fuese. El bonapartista Sánchez no quiere que nadie le tosa mínimamente. Así que ni debatir, ni votar.

Algo que pasó a las comisiones, especialmente la número dos (la del debate feminista vs. queer). De hecho hubo alguna que se liquidó en una hora. Entre que quienes acudieron no tenían muchas intenciones de debatir, el terror totalitario tiene esas cosas y más en personas que aspiran a tener o mantener cargos, y entre que el aparato no quería que se debatiera, pues eso. Se obligó a Izquierda Socialista y a JJSS a dejar el debate sobre la república (debate es ser generoso con un planteamiento sin fundamento en realidad porque se quedan en república sin nada detrás). Por eso se manipuló la composición de la comisión donde las feministas debatían contra los postulados queer que suponen un borrado de las mujeres de facto.

El feminismo es molesto para Sánchez

Curioso lo acontecido en esta comisión. Según me han contado varias fuentes que estaban en esa comisión y llevaban trabajando el congreso con semanas de antelación, al ver que las mujeres del PSOE llegaban dispuestas a todo, con todo el empoderamiento del mundo (¿No proponen empoderarse en la ponencia? ¡Ah no! Que sólo es para hacerse autónomo o tragar con el Capital), cambiaron los nombres de ciertas personas que se habían apuntado con antelación en esa comisión para dejarlas en minoría. El cambio se efectuó quitando mujeres y colocando personas (¿ellos, ellas, elles?) del lobby LGTB que tanto gusta a Sánchez. La abolición de la prostitución se pudo lograr, entre otras cosas porque fue expuesto públicamente en la presentación del Congreso, pero intentaron laminar a las feministas en la comisión. No quedaba otra que negociar o salirse de la comisión y presentar lista alternativa al Comité federal como propuesta. Pero cualquiera de esos movimientos hubiese supuesto la muerte política del feminismo en el PSOE y algo había que salvar para luchas posteriores (ni hablar de la retirada de la orden para el registro de los bebés de los vientres de alquiler). Para colmo, la defenestración de Carmen Calvo y su cambio por Andrea Fernández tampoco es que haya sido un favor al feminismo.

El feminismo es una pegatina para Sánchez

Porque Sánchez, en su mundo de la política de plataformas (que ahora se explicará), gusta de rodearse de símbolos o íconos de las luchas más o menos sociales que permite la ideología dominante. Vean la ejecutiva y encontrarán una persona de cada batalla cultural sin importar su valía personal o su capacidad política. Y en esa batalla Sánchez es mujerista (como diría Amalia Valcárcel). Se rodea de muchas mujeres (como si fuese un harem particular) como símbolo de compromiso feminista, pero hasta un límite: no poner en peligro su persona. Calvo era molesta porque defendía, transaccionando algunas cuestiones, el feminismo hasta el punto de dañar los deseos y aspiraciones del señoro máximo. Y si alguna destaca se le aísla (como en el caso de Adriana Lastra, otra que ha defendido el feminismo con vehemencia) o se le da la patada. Si se fijan, el verdadero poder del PSOE y el gobierno (salvo la ministra Nadia Calviño que es imposición de la UE y por ello intocable, además de no ser militante) está sustentado en hombres. Saquen sus conclusiones. Pero una pregunta queda en el aire ¿cómo van a confiar las mujeres (su mayor apoyo electoral) a Sánchez si a las propias las trata así?

La militancia en casa y con la pata quebrada

Que Felipe González, el conocido como César socialista, haya sido el único que ha defendido a la militancia del PSOE en la Convención (mejor llamarlo así que Congreso si no se respetan los mínimos principios) es muy indicativo. González reclamó el derecho a discrepar y debatir de la militancia. Cuestión previa a pedir disciplina de partido. Si el cambio de posición de la OTAN, que supuso un desgarro emocional y político en el seno del PSOE, se hubiese realizado bajo Sánchez, no hubiese pasado por un proceso congresual como sí hizo aquel. González, y su compinche Alfonso Guerra, jamás rehuyeron el debate ni en los Congresos, ni en los Comités Federales (¿se imaginan hoy un Comité federal de dos días debatiendo?). Las hicieron de todos los colores con las purgas, eso está ahí, pero el respeto a la militancia, y más en un Congreso, fue un principio máximo. Y si no había acuerdo “a votar”.

Felipe González pidiendo libertad de expresión y conciencia

Con Sánchez no hay derecho a debatir y mucho menos a discrepar. Se le hincha el músculo de la cara y fulmina a quien defiende la libertad de expresión y pensamiento (que no encaje con el suyo). En general no les gusta debatir porque, si lo miran fijamente, salvo para discursos estériles y politiqueros, casi nadie en la ejecutiva es capaz de sostener un debate ideológico con mínima presteza. No les interesa y excluyen eso que no les interesa porque hoy el PSOE ha sido transformado en una plataforma electoral de Sánchez. Lo que hagan los demás en sus territorios le da igual (que monten sus plataformas si quieren), salvo que sea algo que contradiga lo que ÉL desea (esta obsesión por los deseos igual es parte de su apoyo a lo postmoderno-queer). Una plataforma electoral tipo Macron donde todo es Macron. Por eso hoy el PSOE es todo Sánchez y sólo Sánchez. Lo que pase más allá de su persona no existe. De ahí que la militancia mejor en casa y con la pata quebrada. Eso sí conectada digitalmente para dar un me gusta a todo lo que haga su sanchidad.

Lo que era el PSOE hasta la llegada de Sánchez ha sido destruido. Ni respeto por los estatutos (ya se cambian mediante trilerismos en reglamentos que la militancia no ha aprobado), ni respeto por el debate, ni respeto por la ideología, ni respeto por la tradición. 142 años de historia tirados al mar Mediterráneo en un fin de semana. Es gracioso ver a militantes (especialmente los más jóvenes) en las redes sociales leer mucho y pensar discursos y soluciones desde el socialismo, cuando la realidad es que en el PSOE sólo hay un discurso válido, el del amo y señor. González en su discurso hizo un aporte ideológico potente aunque nadie lo haya sabido o querido entender, señalando que tampoco hay que vencerse hacia el neoliberalismo como está haciendo el PSOE, y aplaudiendo otras cuestiones que sí se han recogido en la ponencia. Seguramente González sí se haya leído la ponencia, no como la mayoría de los delegados y militantes, pero eso tampoco tiene mucho valor. Pedro Sánchez piensa que los españoles son gilipollas. Y para corroborarlo ayer mismo, durante la clausura de su plataforma personal, volvió a proclamar que derogaría la ley mordaza y la reforma laboral… ¿por vigésima ocasión?

1 Comentario

  1. Se te nota demasiado. Que por algún motivo, estás en contra del Sanchismo.
    La militanvis está con toda su
    Mayoría ,con su Secretario ,solo ha ces destruir todo lo que en este congreso,se ha decidido.
    Solo te queda decir ,que Pedro Sánchez es un. Dictador. No me gusta tu artículo. Pero supongo que no te importa.
    Deja de destruir un partido histórico. Y vete con tu derechismo .

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