Sin necesidad de una acción potente de la oposición, ni de ataques despiadados de los medios de comunicación, Pedro Sánchez se hunde solo. La última semana ha provocado que el traje a la medida, que se ha venido construyendo desde que llegó a la secretaría general del PSOE (la primera vez), esté empezando a ajarse. Las costuras de lo espectacular nunca han sido resistentes. El mero relato hueco, sin nada detrás; el recurso frecuente al emotivismo de los símbolos sin acción práctica consecuente; el acallamiento de las voces discrepantes en el partido, etc., son productos de baja calidad, de obsolescencia programada y se le han agotado en la misma semana.

No lo tenía mal, en principio, pues Alberto Núñez Feijóo estaba comenzando a hacer bueno a Pablo Casado como máximo dirigente del PP. Pero en una semana, tal vez un poco más, ha derruido todo por no tener claras las ideas, ni saber comunicarlas. Todos esos viajes por Europa no son más que mero espectáculo, postureo –en palabra más acorde a los tiempos-, porque los españoles, que al final son quienes están bajo su soberanía, le ven desnudo, completamente en porretas. Incluyendo muchos de los que aún estaban callados por prudencia. Tres simples temas han bastado.

La traición al Sáhara Occidental

Miles de niños y niñas saharauis han estado visitando España durante los veranos. Muchos huérfanos de aquella tierra (hermana) han sido adoptados por parejas españolas. Sin importar clase social, ideología o lugar de residencia, la fraternidad del pueblo español para con los saharauis es un lazo que ningún gobierno puede romper. No es una cuestión imperial lo que hay detrás de esa fraternidad sino de unión más allá de lo meramente político. Y en un día esa fraternidad, esa hermandad, ha sido destruida por la carencia absoluta de auctoritas y valentía del presidente del Gobierno.

Un daño sentimental y programático (el PSOE ha sido siempre favorable a un referéndum liberatorio del dictador marroquí e, incluso, a una vuelta a la madre patria) que ya ha tenido las palabras del único valiente que hay entre los diputados socialistas, Odón Elorza. También han hablado en los mismos términos desde la corriente, esa que está intentando hundir y hacer desaparecer, de Izquierda Socialista. El resto callan por miedo, incultura o carencia de valores políticos.

Lo mismo sucede con el pueblo español. Da igual que se sea de derecha valiente, cobarde que neorrancio, populista o socialista, nadie ve bien que se entregue el Sáhara Occidental al sátrapa marroquí. Más si se tiene en cuenta que eso podría suponer un conflicto energético con Argelia, nuestro socio gasístico y de otras materias primas. De momento han llamado a consultas a su embajador en España. Ha logrado, en este tema, enfadar a toda España sin un motivo político o económico que favorezca a España. Más bien parece servilismo a la potencia imperial de EEUU para que le inviten a las reuniones. Pero siendo grave, el tema es más sentimental que material.

La inflación disparada

Lo que tiene a los españoles preocupados es la inflación. No la actual, que a saber a qué nivel está (algunas fuentes dicen que cerca del 12%), sino la que llevan soportando desde hace un año. Por mucho que se aumente el salario mínimo, esos aumentos se los ha comido el alza de los precios, especialmente los energéticos. Más con la última treta donde se quiere hacer colar que 80 euros Kw/h es mejor que lo actual, cuando es bastante peor que los 30-40 de hace un año y que ya parecía demasiado. Todo eso, más el precio de los combustibles, está generando un agujero a las familias, las empresas y hasta los servicios de transportes públicos.

¿La respuesta del Gobierno? Que la culpa es de la guerra de Ucrania y que en algún momento les harán caso y la Unión Europea aplicará las medidas que se han llevado a cabo en España. Esas mismas que no han servido para que las facturas de la luz sean completamente escandalosas. Pasar del 7 al 12% puede ser culpa de la guerra en Ucrania sí, pero también es cierto que el gobierno tiene mecanismos temporales para que esa repercusión sea menor. Esos mecanismos que no está utilizando. Mientras en Francia Emmanuel Macron no duda si tuviese que nacionalizar sectores, aquí se está a verlas venir.

El problema de precios, que puede acabar con toda la recuperación pandémica, además de llevarse por delante la recuperación de empleo, se tiene que atajar ya, hoy, en este mismo momento, no en dos meses o tres. Porque el ciudadano de a pie está pagando hoy el aumento. Dentro de tres meses igual no puede pagar ya nada más. Igual dentro de dos meses no hay guerra en Ucrania y ya no habría excusa bélica, pero sí un rastro de pobreza por no haber actuado a tiempo. Porque el problema de la inflación no es de ayer, sino de antes de ayer cuando se banalizó y se dijo que era un ajuste momentáneo.

El mundo rural y los autónomos son extrema derecha

Y para rematar la faena sólo se les ocurre decir que los autónomos y la gente del capo son de extrema derecha, tal y como ha dicho claramente dos ministras: Isabel Rodríguez y Raquel Sánchez. Ante cualquier problema, reclamación o demanda que se produce, por coherente que sea, pero no esté controlada por el gobierno se utiliza el comodín de la extrema derecha o los neorrancios. No es algo de esta semana sino que llevan implantándolo desde hace tiempo, incluyendo listas negras de personas que deben ser canceladas en la izquierda –desde Ana Iris Simón a Víctor Lenore, pasando por Hasel Paris, Paco Arnau…-. Un recurso que no ha funcionado hasta el momento.

El comodín “extrema derecha” puede funcionar comunicativamente en un momento concreto, donde se necesita movilizar o desviar la atención de algún tipo de reclamación. Pero cuando se utiliza contra los autónomos a los que se están ahogando semana tras semana (el ministro Escrivá no ganará una canonización desde luego); cuando se utiliza contra minifundistas o latifundistas (que el campo es muy diverso); cuando se utiliza contra asociaciones de mujeres; cuando se utiliza contra periodistas; cuando se usa contra cualquiera que critique al gobierno, acaba no teniendo validez. Es más ya sólo lo creen los muy fanatizados del PSOE y UP, hasta los votantes piensan que les tratan de idiotas.

Desde luego habrá gente de extrema derecha en todos esos colectivos pero hay miles de perjudicados por el tema económico que no es extrema derecha. Por ser de la España rural no se es de extrema derecha, incluyendo a miles de votantes de Vox. Que si votan por ese partido es por hastío y estar hasta los mismísimos. Lo rural no es facha, como se muestra por la cantidad de alcaldes socialistas (porque de UP no deben quedar ni dos, salvo IU Zamora que es una escisión fáctica) que hay en esa España periférica.

¿No hay nadie el Moncloa que se atreva a decir algo?

Paradójico que la ministra portavoz hable como lo hace siendo de Ciudad Real, provincia donde el PSOE ha ganado en numerosas ocasiones (ella misma era alcaldesa de Puertollano) y que depende de lo agro-rural. Igual si hablase con los taxistas de su provincia entendería las cosas mejor. No hay como pisar moqueta y que le peloteen en el todo Madrid para olvidar los orígenes. El día de mañana cuando visite Bolaños, Carrión, Cinco Casas o los municipios del Campo de Montiel en campaña, igual se lleva una sorpresa. ¡Ah no! Que se la ha llevado en su propia localidad.

Se falla tanto en la comunicación del gobierno, en todos sus dicasterios (ahora que hasta Francisco I va a promulgar nueva constitución vaticana), que es normal cuestionarse si no hay una sola persona en toda Moncloa que les diga que se están haciendo las cosas mal. Hay una oficina de Prospectiva incapaz de saber qué va a pasar a tres semanas vista –imaginen a una década-; hay cientos de asesores y escritores de discursos que deben haber estudiado en la Universidad Hello Kitty; pero no se ve que alguien le diga al presidente que va desnudo, que está equivocándose.

Al PSOE como partido no se le puede pedir nada. Estando al mando Santos Cerdán y Adriana Lastra hay lo que hay. Pero a los responsables de Moncloa se les debe exigir todo, lo primero atajar los problemas para que no sufran los ciudadanos. Bien es cierto que algunos son expertos en errar, ya lo hicieron en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero (otro que hace más daño que bien al PSOE), pero se suponía que había nuevas generaciones más preparadas, con más visión, más curtidas en… la nada. Llevan tantos años con discursos y acciones espectaculares y banales (los propios de cuadro de partido) que frente a verdaderas adversidades se quedan absortos e inmóviles. Le queda el CIS… ese que nadie se cree.

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