La supuesta revolución de las caras y la juventud del presidente del Gobierno para el Consejo de ministros tiene una cara oculta que ni él mismo ha podido prever. Pedro Sánchez ha liquidado a todas esas personas que, de un modo u otro, le servían de escudo protector frente a las críticas. En especial, frente a las críticas que podían llegar desde su propio partido, el PSOE. Ahora camina desnudo y dando la cara, apoyado en personajes menores y que no cuentan con amplio respaldo, bien por su autoridad militante, bien por servir de muñeco de pim, pam, pum. Cualquier situación que ocurra a nivel partido y a nivel gobierno será claramente suya, sin posibilidad de diferir la responsabilidad a otra persona.

Mientras ha gobernado con Pablo Iglesias, debido a su gusto por llenar su ego siendo protagonista sin merecerlo, siempre podía echar la porquería sobre su imagen. Frente al partido porque podía justificar cuestiones relativas al carácter del ex-vicepresidente tercero y a la coalición; frente a la población, mediado por los medios de comunicación, porque con la sola presencia de Iglesias en todos los charcos servía para hacerle aparecer como moderado e inteligente. Ya no está.

Gracias a Iván Redondo, el camarlengo monclovita, la prensa podía cargar sobre las espaldas –otro ególatra supino- ideas o planes que eran suyos. Especialmente cuando esas ideas eran malas o no gustaban a la militancia. Bien es cierto que el camarlengo ha hecho y deshecho, llegando a machacar a los propios ministros socialistas frente a los podemitas, y se ha creído más importante que su jefe. Por eso está en la calle. La realidad es que se ha apuntado medallas que no son suyas (su participación en las primarias socialistas fue innecesaria y donde pudo tener influencia la cagó bastante –como en el debate de primarias donde Patxi López y Susana Díaz dejaron por los suelos a Sánchez-) y que ha creado un grupo de trabajo que tampoco ha servido para algo distinto a copiar y pegar las recomendaciones de diferentes organismos internacionales para la Estrategia España 2050. En realidad Redondo como jefe de comunicación es todo copiar a otros.

En un plano más político-partido, Carmen Calvo y José Luis Ábalos han sido el verdadero escudo de Sánchez, tanto exógena como endógenamente. Calvo ha sido la voz de las feministas y de los sectores más moderados del partido –en especial con respecto al cumplimiento de la ley de forma rigurosa- frente a las locuras y estupideces de Unidas Podemos. Leyes que no aportan nada a la legislación existente, pero que hay que promover para que puedan vender algo y que no les vean como verdaderos traidores a los principios que decían defender por estar en el monipodio. En especial la ley transgenerista (que no transexual), esa aberración que no sólo hace un borrado de las mujeres sino que supone hacer ley lo irracional de una construcción social que el feminismo lleva años intentando abolir. En esto se fajó hasta donde le dejaron Sánchez y Redondo –ambos sin saber realmente de qué se está hablando- y ha acabado cayendo. Ábalos se comió el marrón podemita de Delcy Santos, se comió el marrón de Murcia, se comió el marrón de las autopistas de peajes –peaje, por cierto, encomendado desde Moncloa para contentar a los florentinos españoles-, se comió todos los marrones del partido y ahora está en la calle. Lo hizo con espíritu de partido.

Nueva etapa sin nadie alrededor

Como le sucedió a Louis Napoleón Bonaparte, único presidente de la IIa República francesa y emperador de los franceses, Sánchez cada vez tiene menos personas a su alrededor, salvo aquellos que tienen menos capacidades o están impuestos por la clase dominante. Aferrado al populismo neobonapartista (algo que José Félix Tezanos expuso hace años) deberá hacer frente a lo que venga con su carita, sin escudos. Por suerte el PSOE está esclerotizado y sujeto gracias al reglamento más antidemocrático de la historia del partido (ni Alfonso Guerra, ni Francisco Largo Caballero se atrevieron a tanto), además cuenta con una amplia masa de sanchistas capaces de negar la realidad y aceptar como única verdad lo que diga su amado jefe. Eso sí, el no-sanchismo calla y está a la espera de que esto estalle y ver si queda algo para recomponer. Pero no moverá un dedo por un secretario general que desprecia constantemente a su militancia.

Ya no está Ábalos para confraternizar y Félix Bolaños, verdadero arquitecto del bonapartismo interno de corte soviético, ni es querido, ni tiene el valor militante suficiente –como ha demostrado en ciertos embates internos-. Adriana Lastra o Santos Cerdán son dos muñecos dirigidos desde Moncloa que han pensado que el PSOE es suyo y tienen a numerosas personas deseando que les corten la cabeza. Más de las que imaginan (porque a alguna eso de abstener para que gobernase el PP y mantener el sillón se lo recuerdan de poco en poco). Algunos militantes se tendrán su peakSánchez en el próximo proceso congresual, incluyendo cargos intermedios. Por suerte, los rumores de la prensa sobre el nombramiento de ciertas ministras para ser candidatas regionales a futuro son eso rumores. Si a Sánchez se le ocurre en verdad intentar algún movimiento, igual se lleva una sorpresa. Que la Andalucía derrotada no es el resto de regiones vencedoras y la militancia está empezando a cabrearse.

A nivel gobierno el nombramiento de numerosas mujeres no es más feminismo sino, como han advertido desde hace años Amelia Valcárcel y Alicia Miyares, mujerismo. Sólo la práctica del día a día dará valor feminista a la acción de las nuevas ministras, porque no por el hecho de ser mujeres ya hay implantada una política feminista, es la acción y el valor dado a esa acción lo que determina el hecho feminista. Ahí tienen al PP que se harta de hacer mujerismo eligiendo, en muchas ocasiones, a epicleras. No es el gobierno más feminista, de momento el más femenino, porque en el lado socialista se han destacado en ciertas luchas y en el lado podemita han demostrado ejecutar a la perfección la agenda posmoderna contra el feminismo. Esto no le va a servir de parapeto al presidente y las feministas (internas y externas) se lo recordarán.

Sólo ante lo que suceda de ahora en adelante sin nadie en quien descargar los problemas. Podría pensarse que Nadia Calviño se llevará los golpes –como sucede con la mayoría de ministros de economía-, pero todo el mundo es consciente de que está puesta por la troika, algo aceptado por Sánchez. Todo lo que acontezca de ahora en adelante será culpa suya (como era en muchos casos ya) y él será el único responsable por acción u omisión. Sería bueno que leyese algo de historia, en concreto lo sucedido en el III Imperio francés, durante sus vacaciones de verano. Porque de la historia debería aprender que se repite, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa. Si sólo actúa bajo el vuelo rasante de las encuestas todo lo que ha pensado para esta nueva composición gubernamental quedará en la nada; si actúa para salvar su propia imagen la farsa será su epitafio… No tiene escudo, ni nada en lo que parapetarse. Le toca demostrar.

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