Existe una gran proporción de personas en el mundo, y por ende en España, que están aterrorizadas con la guerra entre Rusia y Ucrania. Desde luego ver en Vladimir Putin al agente invasor, es un hecho tangible, y al pueblo ucraniano como las víctimas de todo ello, también. Si el presidente ruso no hubiese invadido el país vecino, por mucho que se justifique en la liberación de los pueblos hermanos que venían siendo masacrados en una guerra interna de ocho años –que esto se suele olvidar-, no habría ese sentimiento contrario y que le sitúa como el malo de la historia.

El desprecio moral a Putin es lógico por haber generado un conflicto armado, como debería ser contra todos aquellos oligarcas de distintos países (democráticos y tiránicos) que hacen lo mismo de continuo. La guerra contra el Yemen de Arabia Saudí, la constante invasión de Israel en Palestina, conflictos en África y en Asia… Todos deben ser moralmente señalados como contrarios al bien y el humanismo. En estas cuestiones morales/éticas no caben meandros que eviten la dura roca de la verdad, ni habiendo intereses económicos de por medio. Tan malo es Putin como el rey saudí, como el presidente ucraniano al que ayer vitoreaban en el Congreso de los Diputados.

Masacres y desinformación

La supuesta masacre de Bucha ha generado un enervamiento de los sentimientos hacia la guerra. De normal lo terrible de una guerra es que mueren personas, soldados y civiles, algo que parece se había reseteado de la memoria colectiva de los europeos. A esos mismos a los que casi se les hurtó la masacre en Yugoeslavia porque eran los propios europeos (bajo ropaje otanista) los que la estaban perpetrando. Si el ejército ruso ha cometido esos actos deben pagar por esa afrenta a los derechos humanos. Mil veces sea maldito Putin.

Si en el párrafo anterior se decía “supuesta mascare” es porque con las campañas de desinformación que llevan realizando desde que comenzó el conflicto bélico los “buenos” tampoco hay razón para fiarse. De hecho las imágenes que ahora muestran los lameculos del occidente biempensante no muestran masacre alguna, en lo que se entiende como masacre.

Un disparo a un ciclista que debía ser el tipo más idiota de la historia porque a nadie se le ocurre ir en bici cuando están “los malos” disparando. E imágenes de unos cuerpos tirados en una carretera hechas por satélite. Nada que ver con las fosas comunes para las que la propia diplomacia rusa pidió una investigación y que los británicos (supuestamente el Mi6 estaría detrás de ello) rechazaron. Éticamente cualquier muerte en Ucrania es un mal humano y mentir también.

La hipocresía de los gobernantes al mirar hacia otro lado cuando el malo es el amigo

El problema moral deviene cuando el “amigo”, la víctima, tiene un comportamiento indigno y contrario a lo que en principio se propugna desde el buenismo del sofá de casa. Ha dicho Pedro Sánchez en el Congreso: “Desde el pasado 24 de febrero hemos asistido a una violación sistemática de los principios más básicos de humanidad. […] Son crímenes de guerra que no pueden quedar impunes”. Éticamente impecable. Toda la razón pues en una guerra los principios básicos de humanidad, por utilizar las mismas palabras, son los primeros que se pisotean.

En el mismo discurso ha expresado el presidente español: “Intervenciones como la suya nos reafirman aún más en la admiración que todos sentimos por el coraje con que usted, su gobierno y su pueblo están defendiendo la libertad y la democracia”. Desde luego no era el momento apropiado pero ¿defensa de la democracia cuando el Partido Socialdemócrata –nada proPutin- ha sido ilegalizado junto a otros 10 partidos? ¿Defensa de la libertad cuando el propio ejército ucraniano está cometiendo indignidades contra su propio pueblo por pensar distinto, ser de una raza minoritaria o un preso de guerra?

El comportamiento indigno de Zelenski

Volodímir Zelenski, más allá de todo el apoyo por ser el invadido, no se está comportando de manera digna y humana. Su ética no dista mucho de la de Putin en cuanto al respeto de la dignidad humana. Esto lo saben los oligarcas occidentales pero lo callan porque el fin último no es salvar la democracia o el respeto de los derechos humanos, sino cuestiones más materialistas. ¿Por qué nadie acusa a Arabia Saudí de crímenes contra el Yemen? Por el petróleo. ¿Por qué tapan a Zelenski, al batallón Azov, a los que van con estandartes del nazi Stephan Bandera apaleando ucranianos? Porque están en una pelea por un cambio geopolítico, ergo económico. El problema de la moral es que no admite subterfugios, si alguien comete una atrocidad es malo sí o sí.

El gobierno de Zelenski viene permitiendo que sus fuerzas armadas sujeten a ciudadanos ucranianos a farolas y los apaleen, en algunos casos llevándoles a la muerte. Ha permitido que se haya torturado y asesinado a personajes que se sentían más rusos que ucranianos. No dice nada sobre que a los prisioneros de guerra se les torture, se les dispare en brazos y piernas, se les desnude y se les remate con un tiro en la nuca. Permite todas estas aberraciones pasándose los derechos humanos y la dignidad del ser humano por la entrepierna.

Las enseñanzas de Primo Levi

El título del artículo, como algunos pueden haber advertido, se refiere al título del primer libro de la trilogía de Primo Levi sobre su internamiento y vuelta a casa desde el campo de concentración de Auschwitz. En esas páginas escritas justo al regresar a Italia porque le “quemaban dentro” el autor se cuestiona sobre la destrucción del ser humano, sobre la pérdida de la razón. Allí demostraba que lo peor del Lager eran los kapos, esos personajes míseros a los que se entregaba el mando de un grupo con derecho a la vida y la muerte de los componentes del mismo, en ese momento “serán crueles y tiránicos”.

“Sucederá, además, que su capacidad de odiar, que se mantenía viva en dirección a sus opresores, se volverá, irracionalmente, contra los oprimidos, y se sentirán satisfechos cuando hayan descargado en sus subordinados la ofensa recibida de los de arriba” continuaba Levi. Las enseñanzas de Si esto es un hombre pueden ser perfectamente aplicadas a Zelenski que ha entregado el poder sobre la vida y la muerte a nazis y a miserables humanos para los cuales no existe la dignidad humana. Y el problema es que se acaba retroalimentando.

Levi cuenta en Los hundidos y los salvados (el cierre de la Trilogía) que nadie escapaba de Auschwitz porque sabían que de hacerlo sus compañeros de grupo y/o litera serían exterminados tras ser torturados. Esa presión que existía sobre la responsabilidad con los demás les impedía, a los judíos, optar por la lógica evasión. Lo mismo sucede con los ucranianos que apoyan las aberraciones que cometen sus propias tropas, callan porque ellos irían detrás. Se crea un efecto disuasorio por mucho que se vea al vecino de arriba apaleado semi desnudo en una farola.

La ética se va al retrete

Ante esta vulneración de los derechos humanos ¿qué hacen los gobernantes del buenismo occidental? Ocultar el mal de los amigos mientras señalan el de los enemigos. Pero el mal sigue estando ahí, presente, patente en su realización. Explicaba Joseph Ratzinger –antes de ser Benedicto XVI y considerado uno de los grandes filósofos como reconoció Jürgen Habermas– que “los valores derivan su inviolabilidad del hecho de ser verdaderos y corresponder a exigencias verdaderas de la naturaleza humana” (Verdad, valores, poder, editorial Rialp, p. 74). Por muy dura que sea la carga de esa defensa de los valores éticos, su correspondencia con una verdad humana hacen que deban primar por encima de intereses y maniqueísmos.

Putin habrá de pagar por todo lo que está haciendo, de eso no hay duda, pero Zelenski también debería hacerlo porque bajo su mandato se están cometiendo indignidades contra los seres humanos. En esto no vale situar una balanza y ver quién ha matado a más, quién ha torturado a más o quién pega con un palo más fuerte. No hay gradación de los males cometidos. Todos ponen la dignidad del ser humano por los suelos. Y es obligación de los medios de comunicación y de los gobernantes occidentales situar al mismo nivel todos esos males que son aberrantes para los valores que dicen defender.

Contra toda la verdad

Cierto que al estar la guerra en curso los gobernantes van a estar callados en público, pero deben reprobar a Zelenski esas acciones que permite cuando menos en privado. Lo justo y lo bueno no pueden ser pisoteados de esta forma en busca de un supuesto bien mayor. Hay que acabar con la guerra sí o sí, pero no a costa de cobrarse la dignidad del ser en el enemigo o el discrepante.

Como no se pueden ocultar las instalaciones de armas bioquímicas –descubiertas en el ordenador del hijo pedófilo de Joe Biden– de EEUU, ni justificar pasarse la democracia por los bajos, ni la existencia de nazis en el ejército ucraniano. El compromiso con esa parte de la verdad, que nos permite ser agentes éticos, debe ser claro. No sirve mostrarse muy éticos desde la hipocresía. Pero claro ¿qué se puede pedir a la clase política actual que ha hecho de la mentira su forma de vida política?

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