Habitual es ver cómo Susanna Griso trata de los temas más luctuosos y macabros de la forma típica en que el periodismo de casquería afronta las noticias. Da igual que sea casquería social, penal o política, existen una serie de periodistas que disfrutan en ese tipo de escenario. Amarillismo es poco para las formas en que manejan las situaciones. Y no piensen que sólo se encuentra en la televisión, los hay en periódicos (algunos que tienen a gala ser profesionales incluso) o radios. Pero en competencia con Quintana por llevar más allá la noticia, que a veces ni lo es, se puede llegar a la estulticia, a la infamia, a que te acaben viendo y calificando de miserable. Y esto le pasó ayer a la presentadora de Espejo Público.

Entrevistando a Ángel, persona que ayudo a morir a su esposa completamente impedida y sufriente, no se le ocurrió otra cosa que preguntarle si esto lo había hecho en este tiempo electoral a propósito para que tuviese repercusión durante la campaña electoral. Hay que tener la ética por el suelo o carecer de ella completamente para preguntar a un señor que acaba de terminar con la vida de su mujer, porque así se lo pidió ella debido a los dolores que sufría y sin pensar si había o no campaña electoral, y que se arriesga a pasar unos cuantos años en prisión al ser considerado un homicidio. Ignominioso que alguien desde un programa de televisión pueda hacer tal pregunta como si estuviese en una barra de bar con las amigas. Miserable preguntar eso a una persona que, pensando en un acto de amor, sabe que su vida ha acabado y terminará con sus huesos en la cárcel. Como le ha respondido, con suma prudencia, que ni había pensado en eso por un momento.

La verdad es que la ciudadanía española, que es mucho más sabia en ocasiones que su clase dominante, le ha dicho a Susanna Griso que “se vaya a la mierda”, que su cabeza es “un detritus andante”, que es “una miserable”; y otras palabras bastante más fuertes. Sabiduría popular porque no es procedente hablar de algo que, teniendo dos dedos frente, todo el mundo sabe que no se lleva a cabo para influir en la campaña electoral. Nadie se imagina a la enferma diciendo a su pareja espera unos días y así se habla en la campaña. O a él pidiéndola que espere unos días más con el dolor y así los políticos hablan de ello. Es mera coincidencia donde parece que la reina de la casquería quiere llegar a las más altas cotas de la ignominia.

Ni seiscientas entrevistas a Albert Rivera, su favorito, van a impedir que esto quede en su cuenta corriente para toda la vida. Porque las excusas que ha expresado, después de unas cuantas horas por cierto, son casi peores. “En campaña electoral se pueden arrancar compromisos de los políticos. Este, y no otro, es el motivo por el cual he preguntado a Ángel por el momento escogido para realizar el suicidio asistido. Si veis la entrevista entera se entiende mucho mejor el contexto” ha escrito en Twitter. El contexto de la casquería se entiende perfectamente, esté Ángel o esté Pablo Casado, todas las personas saben perfectamente contextualizar su programa e imaginar que sigue empeñada en que podría haber un motivo político detrás del acto cometido. “Dicho esto, está claro que me equivoqué en la manera de formular la pregunta. Pido disculpas por ello” ha concluido el comunicado. Y no es que se haya equivocado en la forma sino en el fondo. Sigue empeñada, como se ve, en que el motivo político puede estar detrás de la fecha escogida y no los dolores o el cuerpo quebrantado de la mujer.

Es una empleada del poder económico y al servicio de este para recetar a la ciudadanía casquería y que los temas serios pasen a ser ridículos. Poner a Carlos Cuesta al lado de Juan Manuel de Prada (quien ayer estuvo genial al recordarle que Chesterton decía que después de dar los datos viene la mentira), o a Cristina Seguí y tantos otros hijos del neofascismo ya demuestra la ética y la estética que existe en el programa en cuestión, pero llevar esa podredumbre hasta malmeter contra un señor que estaba explicando una situación sumamente dolorosa para él, es haber perdido el norte. Que haya gentes que entran al juego de la casquería para tener cierta fama es problema de carencia de ética de esas personas, el resto del mundo normalmente tiene ética y sentido común, algo que falta en esa derecha mediática cavernaria.

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