La propuesta medio en serio, medio en broma, pero con una ironía profunda de las gentes de BCN is not Catalonia, demuestra la poca o nula cultura política que tienen las clases dirigentes en general, y los todólogos, doxósofos u opinólogos (como ustedes prefieran) en particular. Da igual que los datos expuestos no se ajusten completamente a la realidad, o que el camino político para conseguir esa supuesta nueva comunidad autónoma sea laborioso y lleno de piedras. Lo importante del asunto es que han entrado al trapo unos y otros contradiciéndose, poniéndose en evidencia o, directamente, en ridículo. Asombran algunos casos pues, no hace mucho, nos parecían personas ilustradas.

Tabarnia supone, pues, la palpable demostración de una gran incultura política, de posicionamientos políticos de conveniencia, de una política del espectáculo que disuelve la propia política, de unos medios de comunicación plagados de verdaderos fenomenólogos incapaces. Menos mal que los partidos de izquierda (PSOE y Podemos) no han entrado al trapo. Se desconoce si por prudencia, por no tener ni idea de por dónde van los tiros, o por principios. El caso es que Tabarnia ha dejado desnudos, como le pasaba al rey del cuento, frente a la ciudadanía a muchos y muchas.

Los españolistas. Los primeros que deben ser analizados son los españolistas, es decir, aquellos que defienden España como una nación con sentido (destino) histórico, como un ente indisoluble y que al defender Tabarnia entran en una gran paradoja, acceder a lo que se niega al enemigo (sí, enemigo, porque no es adversario). Rápidamente los todólogos y los políticos españolistas, especialmente los que se inspiran en el cuñadismo ideológico (que no deja de ser un populismo del sistema), han salido a defender Tabarnia. No porque entiendan que es defender la voluntad popular de parte de la ciudadanía. No creen en la soberanía popular sino en la soberanía de clase, del establishment, de los privilegios. Sino porque con este apoyo creen estar dañando al enemigo. Si el malo (independentistas) se sienten molestos por lo mismo que ellos piden, pues hay que apoyarlo para reírnos de ellos y poner en cuestión sus propios argumentos, así piensan los españolistas.

La paradoja se produce porque defienden el mismo principio de autodeterminación que los secesionistas. El mismo, salvo que en un caso es para irse y el otro para quedarse. Por tanto si creen que Tabarnia tiene ese derecho de autodeterminación del resto de Cataluña ¿por qué se lo niegan? Evidentemente porque para ellos no existe más nación que España (a algunos les falta decir en televisión, soltando espumarajos, una grande y libre). La unidad de destino es la nación española y su Estado (español, españolísimo). Por tanto, apoyar a los tabarneses, como desde Gran Bretaña se apoya a los protestantes del Ulster, es apoyar la gran nación histórica. Esa que lleva conformada más de cinco siglos (sí, como lo oyen), aunque esta sea una mentira tan enorme como las de los catalanes secesionistas.

Pero no sólo eso. Al defender Tabarnia, defienden el Estado centralista, el Estado de una monarquía absoluta en lo político, social y económico (para eso tiran del crony capitalism). Un Estado que, a pesar de ser algo subjetivo, objetiva en las leyes, es indisoluble, indestructible, no se sabe por medio de qué ley natural. Nación-Estado única. Pues, bien, defender que Tabarnia se separe es defender que Cataluña no sea parte de España, en cierto sentido, y concederles la independencia. Ahora bien, si sólo quisiesen dividir la autonomía, que es realmente su pretensión, incumplirían su propia visión histórica. Aquella que definió España como un Estado desde que se impuso un rey Borbón. Sería romper los límites históricos regionales. Por tanto, si los límites territoriales se pueden romper, los catalanes tendrían también razón ¿o no?

Los secesionistas. A estos ciudadanos y políticos lo de Tabarnia les ha sentado francamente mal. En primer lugar porque toman el territorio por la nación y afirman que es indisoluble. Recuperan a los idealistas y románticos alemanes que afirmaban que allí donde haya parte de un cuerpo nacional, ese territorio debe conformar Estado. Por tanto, si hay catalanes, como es obvio, por toda Cataluña (y Países Catalanes), el Estado catalán debe extenderse a toda esa zona, sea o no mayoritaria su población. Claro, que este supuesto es el mismo que defienden los españolistas pero al revés.

Hace años, cuando comenzó a hablarse del modelo canadiense para resolver el problema vasco y catalán, en los años 1990s, algún ilustre pensador, como Juan Maldonado (profesor de Ciencia Política de la UCM), se preguntaba si en Cataluña admitirían el derecho de autodeterminación para una parte de su territorio. Parece ser que no. Que lo que piden para ellos, no es bueno para los demás. Se olvida de este modo que el principio de autodeterminación, que nace en el individualismo de Kant, y que se extiende a los grupos en toda la filosofía, se sustenta no en cuestiones culturales solamente, sino principalmente en la libre voluntad del individuo o el grupo social. Esto es, al deseo expreso de autodeterminarse por el motivo que sea (la justificación es libre). Por tanto, si los taberneses se quieren autodeterminar, no les pueden negar ese derecho que es personalísimo, porque se están negando a sí mismos como sujeto.

Si los unos son un pueblo oprimido, los otros también. Claro que apoyarse en principios impuestos por Woodrow Wilson para destruir a los imperios europeos y alzarse como el nuevo Imperio, no deja de ser paradójico. Ese supuesto buenismo de la Sociedad de Naciones escondía unos fines bien distintos. Pero, aun admitiéndolo, debería ser para cualquier grupo humano, sea catalán o tabernés. Y lo que resulta más curioso, es que la plurinacionalidad y multiculturalidad de la Cataluña independientes es puro marketing político. Han demostrado los secesionistas que mentían, que su nacionalismo no deja de ser tan racial, tan culturalmente dominante como el españolismo.

Los todólogos. Más sorprendente ha sido la reacción de alguna persona que lleva tiempo defendiendo el derecho a decidir, más el derecho de autodeterminación, y el federalismo en España. Juan Antonio Pérez Tapias con sus frases en Twitter ha demostrado que lo que viene defendiendo, y sobre lo que ha escrito abundantemente, se quiebra en los mismos principios. De los demás opinantes mejor casi no hablar por sus carencias.

Sorprende que afirme (como se puede ver en el tuit adjunto) que lo de Tabarnia es una chorrada españolista. Puede serlo sin duda, no habría que negarlo, pero sería tan chorrada como otras que se proponen. ¿Quiere decir con esto el filósofo socialista que la voluntad de los tabarneses no vale igual que la de los catalanes? Hablando en el plano abstracto de la idea, es de suponer que la voluntad de unos y otros valdrá lo mismo. Pero claro, Pérez Tapias es de aquellos que sigue fijando territorio y nación para los nacionalismos “periféricos” pero que lo niega para el nacionalismo español. Parece que Tabarnia rompe con su propuesta federal, aunque encajaría como otro de esos Estados federados bien visto. Es más hace ironía de Tabarnia contra el españolismo. En parte tiene razón, pero por otro lado, en el aspecto filosófico, niega su propia doctrina. Curioso que niegue, como es lógico la inmortalidad del Estado español, para afirmarse en lo federal, eso sí, sin Tabarnia y sin el derecho de soberanía de los tabarneses.

Tabarnia no deja de ser algo irónico. Pero que ha demostrado que en el mundo de los principios que se dicen defender o se dicen tener, hay lagunas que muestran lo atrasados que estamos los españoles respecto a la cultura política y a las propias convicciones, que como la raya de Guerra se mueven.

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