Sinceramente este artículo se debería haber titulado con la frase histórica de José Antonio Labordeta, pero por motivos que comprenderán (y salvarnos de una denuncia) no lo hemos hecho, aunque ganas no han faltado. Y no han faltado porque el señor M. Rajoy, a quien Ramón Cotarelo llama “sobresueldos”, se va después de 35 años de estar agarrado al sillón y vivir del bolsillo de la ciudadanía española. Esa misma a la que ha ignorado en esos 35 años desde que era concejal. Rajoy siempre ha ido a lo suyo, esto es, a su propio beneficio. Sí, deja frases chuscas para la historia y dicen que hasta es afable en el trato, pero como político ha sido un desastre.

El único gesto que ha tenido para con los demás ha sido justo en su estertor político, no dimitiendo para salvar lo poco que pueda quedar del PP y, de paso, dar el “abrazo mariano” a Albert Rivera (veremos si tiene el mismo efecto que los dados a rivales y amenazas como Cifuentes, Zaplana, Fabra, Aguirre, Bárcenas y demás caídos). Pero a los demás, como dijo su directora de comunicación “que os jodan”. Porque como ministro no ha dejado nada y como presidente más millonarios pero una clase trabajadora empobrecida, precarizada y bajo la bota del empresario. Tampoco es que los pensionistas y funcionarios públicos hayan salido mejor parados. Así que eso de sacar pecho en el último momento, y que su cuadra le aplauda y le vitoree como mejor presidente de la historia es de frenopático.

Sale por la corrupción de ese partido que él ha dirigido, como vicesecretario general o presidente, y que ha llegado a parecerse mucho más a una cueva de ladrones que a un partido político. Un corrupción que él dice que no veía, pero que en una sentencia dice que había y que él recibía sobresueldos. Rajoy vive en un mundo paralelo seguramente porque aún hoy se marcha negando la mayor y diciendo que todo es color de rosa. Más bien de color negro como esos “hilillos” que salían del petrolero Prestige en una de las mayores catástrofes ecológicas de historia de España. Y ¿qué hizo Rajoy? Nada, esperar, como siempre a que se lo diesen hecho. Y ¿qué hizo en Educación? Nada salvo soliviantar a los estudiantes y profesores. Y ¿qué hizo en Administraciones Públicas? Poner a Marhuenda de jefe de gabinete porque no hizo nada más, dos años duró. Y ¿qué hizo como ministro de Interior? Decir que ETA era mala y poco más. Y ¿qué hizo como portavoz del gobierno? Decir sus chuscadas. Y ¿qué hizo como ministro de Presidencia y vicepresidente del Gobierno? Nadie recuerda algo destacable.

Bueno sí, durante todo ese tiempo dejó que sus enemigos hiciesen y se manchasen. Aunque él sí estuvo de acuerdo en la Segunda Guerra de Irak, la de las inexistentes armas de destrucción masiva, y que costó a España (al menos así está en el imaginario colectivo) los atentados de Atocha. Es más, tras perder las elecciones, siguió diciendo que había sido ETA y que no habían mentido. Eso sí, contra José Luis Rodríguez lanzó a sus hordas con Eduardo Zaplana (curiosamente hoy en chirona) a la cabeza, que ahora es “ese señor que usted me dice”. Cuando estalló el caso Gürtel, que es el que ha puesto la puntilla a tanta ponzoña, salió en una rueda de prensa a decir que era “un caso contra el PP”. Aún recordamos que la culpa era de los “comandos Rubalcaba” que habían ideado aquello.

Y al llegar al gobierno, Rajoy lo primero que hizo fue plegarse a la Troika, a todo lo que ordenase Angela Merkel y la Unión Europea. Lo segundo salvar el sistema financiero con más de 60.000 millones de euros, mientras la población española pasaba hambre, era desahuciada, las pensiones no daban para llegar a fin de mes, miles de jóvenes y mayores emigraban para poder comer, recortes en la función pública y deterioro del Estado de bienestar. Pero no un deterioro por culpa de la crisis económica, lo cual hubiese sido comprensible. Sino en favor de gente como Florentino Pérez (recuérdese que los españoles le pagamos más de 2.300 millones de euros en indemnizaciones). En favor del establishment que ha seguido acumulando riqueza porque la han ido sacando de los bolsillos de las personas, de la Sanidad de todos, de la Educación de la clase trabajadora, de las muertes de mujeres por violencia machista, de niños que no han tenido tres comidas al día (y desde el gobierno se intentaba impedir que los ayuntamientos destinasen dinero a darles de comer). Eso sí, se privatizaban hospitales pagando cánones por encima de lo que costaría el mantenimiento del hospital… y ¿quién estaba detrás del hospital? Amigos de todo tipo y siempre Florentino Pérez.

Esa es la España que deja. Riqueza artificial que no se traslada a toda la población. Una imagen ante el mundo de desastre. Y el problema catalán. Porque, por no hacer nada sino esperar que las cosas se arreglasen solas, ha estallado el caso más grave de territorialidad de España en la historia reciente. Ni Aznar con su chulería consiguió que Cataluña saltase por los aires. Rajoy sí. Primero denunciando al Tribunal Constitucional el Estatut votado y aprobado por la población. Segundo mostrándose prepotente con los dirigentes catalanes. Y tercero mandando a Soraya Sáenz de Santamaría a dialogar con los empresarios y con Oriol Junqueras, en vez de haber tomado él las riendas con Artur Mas o Carles Puigdemont. Un presidente del gobierno inerte, inerme, e inmoral.

Sí porque Rajoy carece de cualquier tipo de ética. Es un ser amoral que prefiere leer el Marca antes que preocuparse de verdad por la población. Aún están en muchos lugares de Murcia esperando los apoyos por los terremotos. Un presidente que cada vez que una mujer era asesinada a manos de un machista, estaba a otras cosas. Un presidente que ha convivido con las cloacas del Estado para que le sacasen de apuros. Un presidente del gobierno que ha utilizado a sus ministros de Justicia para favorecer a sus amigos en sus diferentes casos de corrupción, como el caso Amat en Almería. Un presidente que sólo se preocupa por él mismo. Ni por sus compañeros de partido lo hace en el día a día. Un presidente que deja una España peor que la que recibió. Más dividida, más encabronada, más asqueada de la política. En vez de haber fomentado la solidaridad, el diálogo y lo bueno de la política, ha hecho justo lo contrario.

Por esto y muchas otras cosas que se olvidan, hay que despedirlo como hizo en su día Labordeta: ¡Anda a la mierda!

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