Entre los escritos clásicos de Karl Marx poco se puede encontrar sobre una teoría del Estado y del poder político en sí, sólo se vislumbran ciertos atisbos tanto en el Manifiesto Comunista como en su libro El 18 de Brumario de Louis Bonaparte. Y es en este último donde desarrolla la teoría del bonapartismo que, en resumen, no sería más que un liderazgo plebiscitario y un intento de frenar la lucha de clases. Sería Friedrich Engels quien lo expondría con más claridad en su Contribución al problema de la vivienda: “la condición fundamental del bonapartismo moderno [es] el equilibrio entre la burguesía y el proletariado”. Sería a posterioridad cuando otros autores, como Nicos Poulantzas, desarrollarían una teoría del Estado y del poder político mucho más precisa en el entorno del marxismo y el socialismo. Pero el bonapartismo, como término sociológico, mucho más que político, acaba refiriendo a una dictadura-de-clase.

El caso es que el término bonapartista quedó dentro de la ideología socialista como un referente, adaptable, a ciertas situaciones plebiscitarias. Tal y como expuso el teórico Angelo Panebianco: “El bonapartismo es, esencialmente, un intento de ligar el surgimiento en los sistemas sociales de liderazgos personales de tipo plebiscitario, con la correlación de fuerzas existentes entre las clases”. Y en eso seguimos en las sociedades del espectáculo actuales, bajo sistemas de dominación de la fracción dominante del bloque en el poder. Un bloque en el poder donde, por mucho que digan sus actuales dirigentes, sigue anclado el PSOE.

En 1995 el sociólogo de cabecera de la actual dirigencia del PSOE, antes lo fue del guerrismo, José Félix Tezanos adapto el bonapartismo clásico a la composición y acción de las sociedades actuales. Se perdía toda significación de dominio de clase para centrarse en lo político y su connivencia con el poder económico. Evidentemente, la teoría del neobonapartismo tezanesca, mucho más ligada al populismo, eran una elaboración para atacar a Felipe González y su poder en el PSOE. Pero no dejaba de expresar un modelo de dirección de los partidos políticos, en este caso el felipismo. Por cierto, poca referencia hacía en su artículo en la Revista Sistema (Populismo, corporatismo y neo-bonapartismo, nº 125) hacia el fundador y primer elaborador del felipismo, Luis Gómez Llorente.

Lo paradójico del caso es que las mismas críticas que vertía en aquel artículo contra González son las que destaca y apoya hoy en día en Pedro Sánchez. Tezanos hizo avant la lettre una fisonomía del sanchismo del que es parte y dirección. Claro que también defendía en años pretéritos que la difuminación de las clases sociales hacía que el PSOE debía ser interclasista. Bueno y lo sigue defendiendo hoy en día bajo el populismo y la demagogia del sanchismo.

Para Tezanos, en primer lugar, existe un predominio decisorio cada vez mayor del líder, el cual tiende a situarse por encima y más allá de la organización y de los dirigentes regionales. Personalismo en el obrar político donde el líder o dirigente máximo tiene una relación personalista con el electorado y la sociedad. Es el dirigente máximo quien decide qué hacer, quiénes lo van a hacer y cómo se va a hacer. Se produce, en el entorno parlamentario, un sometimiento a la voluntad del secretario general del Grupo Parlamentario, que acaba deshaciendo el lugar de debate y de expresión de distintas voluntades y realidades que debía ser.

¿Les suena? Encaja perfectamente Sánchez en esa exposición. Sólo su voluntad, mediante plurinacionalidad, somos la izquierda y demás eslóganes vacíos, es la que conforma el tipo de dirección del sanchismo actual. El Grupo Parlamentario sometido a los deseos del gerifalte y su grupo de edecanes del socialismo patrio como ha sucedido con el CETA, el cangrejo rojo de las marismas sevillanas o las colaboraciones con otros partidos (caso de Castilla La Mancha). Es Sánchez quien se relaciona directamente con la sociedad y la militancia, las capas intermedias no existen y se quieren someter o abolir. El odio del sanchismo con los derrotados es producto de esa anulación del otro, del que piensa diferente típica de los sistemas bonapartistas y populistas.

En segundo lugar, dice Tezanos, se produciría una desvitalización de la organización partidista, la cual pierde su papel de intermediario, cada vez más alejada de las esferas importantes de decisión política. ¿Dónde está el PSOE actualmente como organización? En ningún lado. Es Sánchez quien se reúne con Iglesias, con Rivera, con Unai Sordo, con Pepe Álvarez o con quien sea. Él sólo él. En ocasiones acompañado del corifeo de turno, pero siempre él. El PSOE como institución queda subsumido en la figura de Sánchez. Y claro cuando alguien no sigue sus instrucciones, acaba bajo la guillotina, como le sucedió a Tomás Gómez y a la Federación madrileña en 2015. Golpe de Estado y no pasa nada porque “somos la izquierda”.

En tercer lugar, remarca Tezanos, existiría una “evolución deliberada” que no ha sido corroborada ni decidida en los congresos del partido, hacia un modelo de organización difusa, en la que se realizan cada vez menos reuniones de órganos directivos, en favor de reuniones informales con los barones del partido, las cuales, por su parte, se celebran en sedes gubernamentales y no partidistas. Evidentemente, y para pesar de Sánchez, no se puede reunir en sede gubernamental porque no gobierna. Ni se reúne con los barones del partido porque no se lleva muy bien con ellos. Por eso está luchando por colocar en las regiones a sus afines, para completar el sometimiento de la organización a su voluntad.

Pero sí existe una difuminación de la organización, la cual se puede comprobar en las nuevas normas del propio partido. La pérdida de valor político de las Asambleas Locales (centro mínimo de decisión), la eliminación de las primarias de facto para candidaturas a los distintos cargos de gobierno, el nulo valor de los comités (federal, regional o provincial) que quedan como meros lugares de charla y asentamiento de las directrices del grupo dirigente no son más que parte de esta desvirtualización de la organización. Y lo que falta por ver.

En cuarto lugar, dice Tezanos que habría cierta tendencia a favorecer la lógica del espectáculo público de la política, a través de comparecencias personalizadas del líder en los medios de comunicación social. Y aunque en aquella época no existían las redes sociales, se podría añadir la expansión por Twitter, Facebook o Whatsapp de las ocurrencias del dirigente máximo. Parte fundamental de la política actual, de todas formas. Quería Tezanos un PSOE como partido clásico, sin ver que la evolución y cartelización de los mismos y de la propia sociedad espectacular cambian la forma de la política, que no el fondo. Y se puede comparecer y decir mucho, o comparecer y no decir nada, como sucede con Sánchez que es incapaz de explicar mínimamente las cosas. ¿Qué es la plurinacionalidad? ¿Qué es el federalismo? Se da por entendido cuando ni los propios defensores saben qué es realmente, ni lo que implica. Y eso es lo mismo que puede pedirse a un representante político.

En quinto lugar, dice Tezanos que en el neobonapartismo se produce un distanciamiento de los sindicatos con el partido, rompiendo así con la tradicional relación de la socialdemocracia. En este sentido Sánchez solicitó rápidamente que le visitasen en sus aposentos, como hacía Louis Bonaparte, de Ferraz los representantes sindicales. No tuvo la mínima modestia de acudir a verles en sus sedes, por ejemplo. Aunque quiere recuperar la relación con los sindicatos, lo es más bajo los parámetros del propio Sánchez y, en el caso de UGT, con una parte del sindicato, no con todo el sindicato.

Y en sexto lugar, en el neobonapartismo se tiende a la utilización de un discurso electoralista que hace referencia a todas las clases sociales, pero a ninguna en particular. Pues lo mismo que hace Sánchez que habla de las clases medias y la clase trabajadora, cuando no imita a Albert Rivera y habla de la clase media-trabajadora. O de los autónomos, o de los emprendedores (por no decir empresarios). La filos fía íntima de Sánchez es el liberalismo social, como quedó comprobado en el acuerdo que suscribió con Ciudadanos para su candidatura a presidente del Gobierno.

Otro tanto sucede con el eslogan “Somos la izquierda”. Pedro ¿sabes qué es la izquierda? Aún no lo han explicado, como no han hecho con los demás conceptos que utilizan. Titulares vacíos con carga simbólica. Juego con arquetipos míticos para influir en el inconsciente colectivo de las masas, como sucedía con el bonapartismo clásico. Y si en aquella época (siglo XIX) se utilizaba a la Iglesia para transmitir y mantener a las masas tranquilas, ahora son los medios de comunicación los que hacen el juego al bonapartista. La falta de análisis provoca que se transmitan mensajes sin más que, en algunos casos, calan en las personas.

Ya lo vio con claridad el padre de la Ley de Hierro de la Oligarquía, Robert Michels, cuando dijo que el bonapartismo no era más que una teoría del “dominio individual originado en la voluntad colectiva” pero con la tendencia a emanciparse de aquélla y hacerse soberana. Al fin y al cabo una forma de dominación dictatorial dentro de una supuesta democracia. El caso es que siguiendo su propia teorización José Félix Tezanos nos muestra cómo su jefe de filas no deja de ser un bonapartista.

Y en el bonapartismo, o el populismo, llega a ser tal la simbolización del líder con los seguidores que la voluntad general tiende a individualizarse de forma que, saltándose las estructuras de poder existentes, el líder asume en su totalidad la acción y la voluntad general del pueblo o partido (seguidores y no seguidores), lo que se convierte en paternalismo y dictadura. En ese camino se encuentra Sánchez, en la vía del bonapartismo, del paternalismo y la demagogia populista. Sólo hay que sumar la trágica alteridad de amigo-enemigo para conformar un conjunto de seguidores armados de odio y escasos de ideología para que la dictadura bonapartista se instaure y asiente.

Todo ello sucedía porque, según Tezanos, se había abandonado el modelo de dirección racional por un modelo carismático, siguiendo la lógica weberiana. Claro que ahora, mediante la ocultación del pasado y el falseamiento de la Historia, intenta el propio Tezanos encumbrar como líder carismático a Pedro Sánchez. Otra cosa es que lo consiga.

Ya advirtió Marx en el 18 de Brumario que al final el dirigente bonapartista se encuentra en un dilema pues se convierte en el “patriarca benefactor de todas las clases. Pero él no puede dar a uno sin quitárselo a otro”. En algún momento estallará esa contradicción. Ahora Sánchez no es más que, como dijo Marx, una persona que “provee suficiente liderazgo, un soldado de fortuna abalanzándose desde fuera, elevado al liderazgo por una soldadesca borracha que él compró con comida y bebida y a la cual él la tiene despilfarrando salchichas”. Acabará entregado a la facción dominante del bloque en el poder, pero seguirá siendo el elemento disolvente de la lucha de clases, como lo fue Louis Bonaparte.

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