De repente lo que eran unas elecciones autonómicas producto de los delitos cometidos por el presidente de la Generalitat, se han transformado en un “Todos contra Illa” con el añadido de que por esa vía se quiere dañar y perjudicar al PSOE a nivel estatal y a Pedro Sánchez de manera concreta. Algo habitual dentro del discurso de la derecha –da igual estatal, secesionista, populista o escondida-, pero que sorprende más, por la fiereza, viniendo de la supuesta izquierda –secesionista, populista o anarquista-, véase la comparación de Jaume Assens (Podemos-Comuns) entre PSC-vox. La decisión de colocar a Salvador Illa como candidato del PSC ha provocado unas enormes almorranas en toda la política catalana y española.

“Todos contra Illa” es el lema que, especialmente, están difundiendo Junts, ERC, CUP y Podemos porque les ha cambiado un juego que pensaban estaba amañado para que obtuviesen ventaja. Al menos ventaja competitiva respecto a los juegos que tienen apalabrados en el Congreso de los diputados. Pese a lo que dicen las encuestas, no se puede dar por segura la victoria del socialista, ni que vaya a poder establecer un gobierno más o menos estable. De resultar ganador no podría pactar por su derecha (con Ciudadanos no le da y con PP y Vox ni se plantea), pero tampoco parece que por la izquierda vaya a sumar (Podemos/Comuns están en caída libre según parece).

En el eje unión-secesión tampoco parece que haya muchas más posibilidades pues los separatistas no tienen a bien situar al frente de la Generalitat a un socialista que les desmonte el chiringuito procesista -así lo han dicho por activa y pasiva en ERC y en Junts querrían quemar a personajes como el ministro-. Podemos ya se sabe que juega a dos bandas, quiere la unión pero no le importaría la secesión, aunque en los últimos tiempos aparenta más estar del lado de los separatistas. No por cuestiones “democráticas” sino de relaciones de poder de amado líder, como se explicó aquí. Y con el resto de unionistas ni se sumaría, ni hay muchas ganas de pactar pues han sido los más virulentos con el ministro y su sueño es recuperar a las tropas borbónicas y arrasar con lo catalán. No es una situación sencilla y ya se verá cómo acaba.

Derrotar a Sánchez por persona interpuesta.

Lo que sí existe, de forma latente, es un intento de acabar y derrotar a Sánchez por persona interpuesta (Illa). Si el PSC-PSOE lograse la victoria (en escaños y/o votos), sería una nueva victoria parcial, pero victoria, del presidente del Gobierno. Una nueva victoria que, pese a faltar mucho tiempo para la elecciones legislativas estatales, sería una clara advertencia para los demás grupos. Por ello es normal que Pablo Casado, sin conocer realmente Cataluña, haya salido a pedir inversiones en cemento (cubre así la cuota de la fracción dominante que sostiene al PP) y no en Sanidad y temas más sangrantes que el procés se ha llevado por delante. No le interesa en sí la situación de pobreza que todo el tinglado secesionista ha causado en la región, sino sacar rédito contra Sánchez pidiendo inversiones estatales, no que se cambie la gestión económica y social –la cual hasta ahora ha beneficiado a Madrid, principalmente-. Con que cierren TV3 y otras cadenas subvencionadas le vale.

Ciudadanos tampoco se separa mucho de esa estrategia de señalar a Sánchez antes que al PSC. De hecho la petición de Inés Arrimadas para que pacte con ellos principalmente y no acudir a un tripartito va en la senda de “Todos contra Illa” pero mirando de reojo a Sánchez que sumo hacedor. En el PSC ya han respondido que no. Y no porque sean Ciudadanos, no. Es que piden dirigir el gobierno pese a que saquen menos escaños y votos. La estrategia no es señalar al PSC, que también, sino seguir con el mantra riverista de “Con Sánchez no”. Cabe la posibilidad de que en Ciudadanos no quede nadie con dos neuronas en el cerebro y no se hayan percatado de que igual sacan menos votos que el PSC –no habría que descartar incluso que se sitúen al nivel del PP actual-. Cabe esa posibilidad sí, pero lo más factible es jugar hacia Cataluña con el lema de “el PSC sólo quiere pactar con secesionistas y populistas”, y hacia España con “Sánchez no quiere saber nada con los constitucionalistas”. Curioso este tipo de calificativo que expulsa al PSOE del constitucionalismo pero incluye a quienes quieren acabar con la Constitución, como son Vox.

En Cataluña unos se juegan la vida del chiringuito procesista del que llevan mamando bastante tiempo, aunque ello haya arruinado a buena parte de la población, otros se juegan doblegar a Sánchez. El PP se juega seguir como partido principal de la oposición –por eso miran más casi al aumento que obtenga Vox-. Pablo Iglesias, que es lo mismo que decir Podemos, se juega seguir siendo mecanismo de poder en las negociaciones intragubernamentales (“Yo controlo los votos secesionistas en el Congreso”). Ciudadanos se juega seguir siendo partido político. Vox no se juega nada en realidad y como tienen una perspectiva a medio-largo plazo, todo lo que saquen bueno es.

Sin haber votado Illa ya ha ganado –ahora que deja el ministerio, a ver si se ponen de acuerdo en si debía o no dejarlo- al centrar la campaña en su persona. Luego sacará los votos que saque, pero ya lleva eso por delante. Sánchez y el PSOE podrían dar un golpe sobre la mesa frente a los agoreros, especialmente de los medios de comunicación. Por eso en estas elecciones al resto de partidos les da igual cómo estén las personas. Hay que impedir que Illa venza y tenga posibilidades de gobernar. Y hay que señalar a Sánchez por todos los males reales o inventados. Cataluña queda en segundo lugar porque, realmente, al resto de partidos Cataluña les importa poco. Unos porque viven en su ensoñación procesista a costa de las personas. Otros porque necesitan una alteridad disruptiva con la que justificar sus banderas y ocultar sus gestiones. ¡Pobre Cataluña, en lo que le han dejado!

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