“[La conspiración] se llevaría a cabo por etapas. Primero se desestabilizaría al Gobierno atacando sin tregua a Felipe González en sus horas más bajas. […] Paralelamente se haría una fuerte campaña en favor de Aznar, “un hombre que durará lo que queramos que dure”, según palabras de los conjurados. Con cuidada sincronía se irían filtrando pequeñas y breves noticias en detrimento de la figura del Rey, para acabar publicando un dossier que comprometiera gravemente al monarca en algún escándalo irreparable”, así explicaba José Luis de Vilallonga (La Vanguardia, 22 de agosto de 1994) cómo se gestó la conspiración contra el ex-presidente Felipe González en aquellos años. Hoy desde el mismo partido, el PSOE, se habla de una conspiración contra Pedro Sánchez por parte de la derecha similar a aquella. Ya dijo Marx que la historia se repite dos veces la primera como tragedia la segunda como farsa, en esta ocasión parafraseándolo podemos decir que las conspiraciones se producen dos veces, una como realidad, la segunda como pura imaginación.

No. No existe conspiración contra Pedro Sánchez. Ni hay fuerzas malignas que se lanzan sobre el cuello del presidente del Gobierno para succionarle la sangre política. Empero sí existe una acción del bloque en el poder para que no gane las siguientes elecciones. De momento saca 10 puntos a su siguiente rival y eso quiere ser rebajado todo lo posible mediante una acción crítica normal. Cualquiera que sea de izquierdas sabe que el establishment va a intentar hacer ver que un gobierno de izquierdas es malo malísimo, pero de ahí a insinuar que existe una conspiración hay un gran trecho. Porque, además, lo que le hicieron a González no tiene ni punto de comparación. En aquellos años Pedro J. Ramírez, José Luis Gutiérrez, Federico Jiménez Losantos, Luis María Anson, Antonio Herrero se juntaban con jueces como Baltasar Garzón o Javier Gómez de Liaño, con empresarios de todo tipo, con personajes siniestros detrás como Mario Conde, para hacer ver que el felipismo era una dictadura silenciosa (Jiménez Losantos); que González era un paranoico con desdoblamiento de personalidad (el psiquiatra Francisco González Duro en artículos en El Mundo y un libro); que había desprecio a los mecanismos de la democracia como evitar y atacar a la canallesca (José Luis Gutiérrez dixti); que todo el socialismo era pura corrupción, inventando más de 20 casos inexistentes como los que afectaban al hermano y al cuñado del ex-presidente; y que utilizaba las redes de clientelismo pervirtiendo el sistema electoral para ganar elección tras elección.

Esto pasaba día tras día en lo que se llamó la crispación. Imaginen el programa de Susanna Griso amplificado por tres y se harán cuenta de lo que supuso aquello. Tanto como para que hasta en el PSOE  respirasen aliviados cuando se perdieron por la “dulce derrota”. Como diría Anson, aquello se montó porque “desde una labor crítica normal no se conseguía desalojar a González del poder”. Aplicaron al PSOE y a su líder todas las categorías de juicios kantianos habidas y por haber. Especialmente los juicios analíticos, ya que los sintéticos hubiesen requerido conocer la verdad. Por tanto hablar de conspiración en los términos en los que se hace es muy exagerado. Ni hay una alianza como aquella, ni Sánchez tiene la auctoritas y capacidad de González. Esto no empece para que haya una crítica dura al gobierno con algunas peculiaridades que sí merecen la pena ser analizadas.

Lo primero a destacar de la crítica llevada a cabo por los medios de la derecha, es decir, casi todos salvo tres, es que el listón ético no es igual para unos y otros. Si la comida de Dolores Delgado con el comisario Villarejo la hubiese tenido Juan Ignacio Zoido o Rafael Catalá no se hubiese dicho que era imperdonable, sino algo normal y relativo al propio trabajo de esas personas. En los medios de la izquierda, sin embargo, se diría que se demuestra hasta dónde llegan los tentáculos de las cloacas del Estado montadas por Aznar o Rajoy. ¿Se pediría la dimisión? Sí. Pero en el PP, como ya es habitual, no dimitirían. Otra cuestión es que en una conversación privada la ministra se exprese como lo hace. Pero eso no es suficiente para dimitir porque cada cual se expresa entre amigos como… (pongan la expresión que ustedes utilicen habitualmente). Pero esto es conocido y se sabe desde hace décadas. La prensa de derechas en España tiene muchas tragaderas con los suyos.

Con datos como los del CIS de ayer mismo, 30,5% de apoyos al PSOE y el PP a 10 puntos, es normal que desde la derecha mediática se quiera machacar los puntos débiles del Gobierno. Ya se contó en estas mismas páginas que la gente de Moncloa, gabinete presidente y prensa, están demostrando que no saben, que no sirven porque se muestran incapaces de apagar algún fuego. Sólo se les ocurre lanzar lo de los aforamientos reducidos para tapar lo que sucede con la intertextualidad (es decir, plagio) de la tesis y el libro de Sánchez. Esto genera que se saquen del cajón una de tantas grabaciones o cuestiones que se tiene en los medios esperando su momento. Lo que hace, pues, la prensa “enemiga” es amplificar los errores del gobierno. Si bien contra la medida de sacar al Franco del Valle se tuvieron que medio tragar los sapos y culebras, con los plagios y reuniones cuando menos feas han salido con todo. Pero no dejan de ser errores propios. No hay nada inventado como sucedió con González (no con el GAL, ni con FILESA).

No quieren en la derecha a Sánchez, ni a la izquierda en el Gobierno. Ya montaron Ciudadanos para tener un populismo de derechas que contrarrestase a Podemos. Esperaban que su niño bonito, Albert Rivera, más su niña bonita, Soraya Sáenz de Santamaría, fuesen quienes gobernasen en el futuro post-Rajoy. Pero les salió mal la jugada. Pablo Casado ganó en el PP y se encontraron con dos tipos parecidos y con un discurso similar. Pedro Sánchez ganó una moción de censura que no esperaban aún. Están, por tanto, preocupados pero saben que presionando al socialdemócrata pueden lograr que no aplique las fórmulas impositivas de Podemos. De hecho, ya han conseguido que no haya impuesto a la banca. Pero no se fían. Quieren a Sánchez como lo que siempre han esperado de él, que sea el comodín del establishment. Y como él campa libre pues atacan duramente. De forma conspirativa no, sino simplemente bajo la orden de que haya elecciones cuanto antes. ¿Quieren otra época de crispación? No, porque saben que el sistema hoy en día no lo soportaría. Otrora Anguita servía para sostener el sistema y hacer la pinza, hoy no pueden contar con Podemos o IU en esa cuestión. De ahí que quieren elecciones pero sin hacer peligrar el sistema como pasó en los años 1990s. Pero caer, le van a caer de todos los colores a Sánchez amplificando los errores y buscándole las cosquillas. Y todo ello le pilla con un gobierno bonito pero sin cintura política.

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