Llegados a este punto la ciudadanía española no sabe si le han estado engañando antes, si la engañan ahora o, directamente, si la dirigencia política es de tal incapacidad que ha tenido que llegar un virus para demostrarlo y que la mayoría abran los ojos. Tampoco se puede excluir de esa estupidez humana a la clase dominante que ahora se asusta y hace bajar las bolsas provocando, con ello, una nueva crisis económica. Aunque en el caso de la economía igual no es miedo a los efectos de un virus sino un síntoma de las bocanadas de aire que está tomando el capitalismo para intentar respirar un poco más antes del maremágnum final. Que vamos a morir los seres humanos es algo que, desde que se tiene una mínima conciencia, se observa como normal. Unos le dan un aire místico y aspiran a un reino de los cielos; otros se lanzan con compulsión al consumismo para aparentar durante la estancia en la Tierra; los de más allá pues pasan como pueden, con lo que pueden. Pero que vamos a morir todos así será, más tarde que temprano se espera siempre. También es cierto que los seres humanos morirán en mayor medida por cuestiones bien distintas a las provocadas por el coronavirus.

Lo mejor es ir por partes. Lo que parecía un mero crecimiento geométrico de los casos de personas infectadas, algo conocido sobre el famoso virus, parece que se ha convertido, de la noche a la mañana, en una pandemia peor que la peste bubónica. Así debe ser para que en la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso haya reunido a todos los partidos que configuran el arco parlamentario y se haya decidido cerrar la educación en general durante quince días. Casi 500 casos de infectados (el 0,0075% de la población total) han provocado el caos institucional y el ciudadano. Sin pensar en otras medidas suplementarias se deciden a cerrar todos los centros escolares para evitar la propagación entre aquellas personas que estudian. Las cuales están expuestas a la infección por el contacto con las madres y padres que salen a la calle, cogen el metro, tren y/o autobús para ir a trabajar. Porque la producción no puede parar. Aunque sea una producción intelectual. O esas madres que pudieron infectarse en la manifestación del Día de la Mujer trabajadora (que igual no dijeron nada porque así disminuye la cantidad de mujeres “progres”). O las diputadas del PP que acudieron a ver el partido del Rayo Vallecano. Y así el resto de actividades multitudinarias que no se han visto afectadas por algún tipo de medidas. De la noche a la mañana, de repente, el coronavirus es pandémico, o eso transmiten desde las altas instancias, aunque sólo para una parte de la sociedad.

Si ustedes no tenían miedo, ahora seguro que se lo han metido en el cuerpo. Desde luego la acción de un virus del que se desconoce casi todo es para activar la alerta personal de cada cual. Restringir ciertas actividades, buena limpieza y demás recomendaciones. Pero ahora lo que existe es pánico, el cual es alentado gustosamente por los medios de comunicación todo sea dicho de paso. Hasta el momento el porcentaje de alcance del virus no es ni de un 1% ni en China, ni en Italia, ni en Francia, ni en ningún lado. Cierto que su crecimiento es geométrico (una persona infecta a 3 de media) antes que aritmético (una persona infecta a otra) y que el nivel de la curva de infección se eleva rápidamente, pero de ahí a lanzarse a medidas completamente inútiles como cerrar colegios, institutos y universidades si no se acompañan de otras, no resuelven el problema. Parece improvisación ante una alerta mediática, mucho más que social en sí, que causa el pánico y provoca hasta desabastecimiento. Como pasó con los robos de mascarillas (que sólo son efectivos para los infectados y el personal sanitario en un entorno médico), ahora las decisiones apresuradas que no impedirán la transmisión a los menores causan desabastecimiento. Y todo por no informar correctamente de las medidas que se podrían llegar a tomar. ¿Alguien piensa que cerrando la Comunidad de Madrid (algo que se debería valorar en su momento) se va a dejar sin alimentos a sus casi siete millones de personas? En Italia no ha pasado. Ni en Haro tampoco.

Eso sí, ese aumento de gasto viene muy bien a las empresas distribuidoras que van a tener más efectivo ahora que lo financiero está quebrando. Porque esa es otra, se acusa al coronavirus de causar una bajada terrible de los índices bursátiles. Todo es culpa del virus maligno y no de los problemas de liquidez que tiene la fracción dominante (la financiera, la especulativa…) y que por eso viene insistiendo, a través de sus lobbies y contactos directos, en acabar con las pensiones públicas (pese a que las privadas no garantizan mejores prestaciones), en incorporar la mochila austríaca para vaciar las arcas públicas y llenar las privadas, o en transferir toda la gestión que se pueda a lo privado para tener flujo de caja. Las finanzas internacionales y nacionales, que han sido el ariete mayor del neoliberalismo, se han quedado sin más margen de crear dinero ficticio. A ello súmenle que hay una guerra petrolera entre diversos países (¿por qué creen que la oposición venezolana ha aceptado pactar elecciones con Maduro?). Se han aprovechado tanto de las personas y del sistema que lo han esquilmado pensando que sería eterno. Deslocalizaron producciones que ahora no pueden vender porque la crisis financiera ha generado memoria económica en los países occidentales y las personas ya no se fían del mundo financiero. Además, hasta los minarquistas (los que quieren un Estado mínimo), esos anarcoliberales, están pidiendo que el Estado se haga cargo de los problemas que causan el virus y el marco financiero, consolidando de esta forma la recuperación que venía teniendo el Estado como forma de protección.

Visto lo visto, es más fácil que el capitalismo acabe matando a más personas que el coronavirus. No hay que tomárselo a broma y hay que aplicar las medidas necesarias para que no se extienda. Pero con medidas que sean verdaderamente efectivas. Afecten o no a lo económico y ofreciendo los datos comparados y de manera racional. Si los medios de comunicación hablasen de los muertos por gripe o en carretera de la misma forma en que lo hacen con el famoso virus, seguramente el miedo y el pánico estarían instalados en la ciudadanía día tras días de la misma forma. ¿Por qué no se hace? Porque se conocen ese tipo de muertes y las medias. El problema es que al enfrentar algo desconocido, en vez de seguir los dictados de los epidemiólogos, el uso de los datos en perspectiva y no lanzarse a la caza de cuantas más visitas mejor, se provoca más pánico del necesario y problemas sociales que no tendrían sentido en otro tipo de casos. Admitir que no se sabe, que se es inculto en algo, no es muy del periodismo español, pero en esta ocasión podrían haber tenido más humildad. Como la deberían haber tenido en la Comunidad de Madrid los reunidos, que se han lanzado a tomar medidas que no sirven de gran cosa… bueno, para bajar los atascos sí. El problema real es que los centros sanitarios acaban colapsados y se tienen que suspender todo tipo de operaciones e ingresos menores para dar cabida a los infectados. No verán a Díaz Ayuso utilizando el muy constitucional (ahora que son muy mucho constitucionalistas) intervención de los hospitales privados para acoger a personas infectadas.

Eso sí, los partidos de fútbol a puerta abierta que se cabrean los poderes fácticos. Y las Fallas con más petardos que nunca, que igual así muere el virus. Y luego quieren que la dirigencia política salga bien parada en las encuestas. Como ha sucedido con Luis Garicano al que deberían dar el premio al político más inepto del año por su mensaje en redes sociales creando una alarma infundada. Porque si bien el virus se extiende geométricamente, la acción humana de protección y actuación contra el virus no permite que la curva de infectados, en términos matemáticos, crezca hasta el infinito. La acción de los gobiernos y de las propias personas acaba frenando ese crecimiento exponencial. Eso sí, el dirigente de Ciudadanos ofrece una fórmula matemática para parecer muy científico. Pero esto no verán que lo digan los políticos o los medios de comunicación (salvo casos contados) porque es mejor aparentar en lo espectacular que en lo real. Prevención y medidas con cabeza, no políticos alarmistas que toman decisiones sin ton ni son porque tienen pánico al qué dirán. Como se dijo en párrafos anteriores, si hace falta aislar Madrid, prohibir las Fallas y las procesiones de semana santa se hace y se asume. No al “tun, tun” generando pánico.

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