Cualquiera que suela hacer uso frecuente de la razón en España tendría que estar hoy dando vivas a Marine Le Pen. Su segundo puesto en la primera vuelta en las elecciones presidenciales francesas sirve para desnudar a la gran mayoría de todólogos y politicastros de España. Todos los intentos de proyectar lo que sucede más allá de los Pirineos es risible en la mayoría de las ocasiones. Porque una cosa es jugar a la política ficción, con una cerveza y una tapa mediante a ser posible, y otra bien distinta intentar que los propios deseos se proyecten en la política española mediante la traslación de unos resultados electorales de los que se eligen, además, los datos que interesan. Por tanto, se esconden los datos globales que dejarían en mal lugar a todólogos y politiquillos con ínfulas.

La segunda posición de Le Pen, que repite pase a la segunda vuelta como en 2017, aumentando el voto en un 2%, ha puesto de los nervios a los políticos españoles, especialmente de la izquierda, por si igual pasa lo mismo. La realidad es que los resultados, exceptuando la no participación de François Fillon y el golpetazo de la “Ayuso francesa” (que decían en ABC, El debate o El mundo) Valéri Pécresse -un varapalo para Les Républicains-, son similares a los de los anteriores comicios. El Partido Socialista ya iba cuesta abajo y no es noticiable su casi desaparición, se sabía de antemano, aunque en España las huestes sanchistas en redes sociales vendiesen otra cosa. ¿Por qué ahora parece que sí tiene impacto en la política española?

Los todólogos son sentimientos y tienen seres humanos

Una diferencia fundamental, especialmente entre las huestes podemitas, es que en 2017 Jean-Luc Mélenchon no pidió el voto para Emmanuel Macron en la segunda vuelta, se calló. En esta ocasión tampoco lo ha hecho en sí, simplemente ha afirmado que “Ningún voto para madame Le Pen” -¿No es poético que la palabra utilizada para voto sea voix (voz)?-. No es lo mismo pedir votar al actual presidente que pedir que no se vote a la candidata de Rassemblement National, lo que deja abierta la puerta a la abstención de sus votantes. Contradicción que no han valorado los todólogos izquierdistas, ni los dirigentes podemitas que en 2017 callaron, en especial Pablo Iglesias (ahora que está presentando libro de ¿memorias o ajuste de cuentas? le podrían preguntar por ello).

Ahí tienen a Enric Juliana, albacea de las esencias del podemismo o algo por el estilo, en numerosos mensajes de Twitter para saber lo que tienen que hacer si se consideran de izquierdas. Lo curioso es que esconde que Le Pen tiene mayor apoyo entre los obreros, la pequeña burguesía, los asalariados que su querido Mélenchon. Vamos lo que le pasa a Podemos en España, que no atraen nada más que a los bobos (bohemios burgueses), los queers y algunos amargados de la vida. Te cuentan que en las ciudades, especialmente en las banlieues donde hay más universitarios y más inmigrantes de segunda generación, ha arrasado, pero esconden que en el resto de Francia no.

Si se fijan el argumento es de un pijo que echa para atrás. Sólo cabe tener en consideración lo urbano. Lo woke. Los obreros son unos traidores que no votan bien y el campo, ya se sabe, reaccionarios todos. Se vuelve al argumento de buenos y malos votantes. Como los mayores a los que había que quitar el voto, que decía Carolina Bescansa.

Es que no se ha agrupado la izquierda

El otro argumento, Juliá y demás todólogos al frente, es que Mélenchon no ha logrado pasar a segunda vuelta porque la izquierda estaba fragmentada. Y ¿la derecha no? En la derecha había seis candidatos (además de Macron y Le Pen estaban Zemmour, Pécresse, Lasalle, Dupont-Aignan) mientras que en la izquierda otros seis (además del dirigente de la Francia Insumisa estaban Hidalgo, Jadot, Roussel, Poutou y Arthaud). ¿Cuál es la fragmentación? Por ejemplo, si los votantes de Zemmour, siguiendo la política ficción, hubiesen votado a Le Pen, los resultados no hubiesen cambiado. Pero pensar que la unión daría más votos es desconocer, y eso que los podemitas lo han sufrido en carnes propias, que dos y dos no suman cuatro en política.

Pero lo que esconden es que Mélenchon no quiso la unión de la izquierda, salvo que todos se retirasen y ÉL fuese el candidato. Se propusieron unas elecciones primarias en la izquierda para acudir con un candidato solamente, pero Mélenchon lo rechazó. Luego Anne Hidalgo también se bajó. Esto no lo cuentan los todólogos de servicio. Lo callan porque, como sucede con el tipo de votante, les perjudica… ¿en qué? En sus historias de construcción de un Frente Amplio antifascista, que es a lo que juegan. Excusas de mal pagador y análisis que ni en un bar con el codo apoyado en la barra y palillo en la boca.

El peligro de la ultraderecha… y van

Lo primero que cabría explicar, que tampoco se hace, es que el sistema a dos vueltas ha impedido que el RN de Le Pen tenga más de 5 diputados, pues todos se unen contra ella. Da igual que el candidato sea más o menos de izquierdas. Tampoco dicen que la FI de Mélenchon solamente tiene 17 diputados en una Asamblea de más de 500 diputados. Aunque en junio de 2022 está prevista la renovación de la cámara y ya se verán los resultados. Es, por tanto, en la primera votación donde realmente se vislumbra la intrahistoria francesa. Esa que Christophe Guilluy o Jean-Claude Michéa han retratado tan bien desde la izquierda.

En realidad, frente al hastío de una izquierda que ha abandonado a sus electores clave, dan ganas de que Le Pen haga la gracia y venza a un entregado a la oligarquía financiera y el poder globalista como Macron. De ahí que Mélenchon no pida el voto directo para el actual ocupante del Eliseo. Le debe dar asco… como asco da que Pedro Sánchez confraternice con EH Bildu, pero parece que eso es aritmética democrática. Esto último hace más daño que la no unidad de la izquierda. ¿Se uniría Unidas Podemos al PSOE para evitar el gobierno de PP-Vox? No. Primero porque consideran que Sánchez es un sosias de Macron, ergo no es de izquierdas, y segundo porque deben ser elles quienes manejen el asunto, si no se enfadan como los malcriados que son.

Hacer caso al excamarlengo

Y ya si se pretende seguir los pasos del excamarlengo monclovita, Iván Redondo, es para morirse de un infarto, de izquierdas eso sí. Pues no dice, y le replica Juliana, que lo importante son las causas y no la búsqueda del centro (por cierto, tirando el todólogo catalán a dar a Antonio Hernando del PSOE). No, por ahí no van los tiros como demuestra lo que sucede en Francia. Estar a las causas ya ha provocado la desaparición de los socialistas italianos, franceses, griegos… Que igual es lo que quiere Redondo, que la lleva muy clavada según parece. La complejidad de las variantes que intervienen y que el goblalismo-identitarismo parece un eje electoral mucho más determinante que la clase social o el posicionamiento entre izquierda y derecha, debería ser tenido en cuenta. Y tienen suerte que Vox no entra en las capas populares como Le Pen.

Por estas cosas hay que gritar ¡Vive Le Pen! Ya que desnuda a la clase de todólogos, sofistas y doxósofos que pueblan las columnas y tertulias de los medios españoles. Análisis a vuela pluma con frases rimbombantes para insinuar que se dicen cosas muy veraces, muy de izquierdas (o derechas), muy intelectuales, cuando la realidad es que un mínimo conocimiento del contexto y de la práctica política muestra que es todo parte del espectáculo. Como lo es la Agenda 2030, como lo es la (falsa) libertad del PP, como lo son muchas otras cuestiones que intentan hacer tragar a la población. Por cierto, ¿les han escuchado hablar de alguna parte del programa electoral de Le Pen (o Mélenchon, por cierto) salvo el freno a la inmigración o al islamismo? No, son de extrema derecha y ya. No vaya a ser…

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