Como los cien días del gobierno pasaron durante el confinamiento, lo que perjudicaba cualquier análisis medianamente racional y objetivo, nada mejor que esperar un tiempo para valorar la actuación de alguna de las personas que lo conforman. Entre las personas neófitas en las labores ministeriales cabría destacar a Yolanda Díaz, la mujer que siendo la más podemita de IU está acabando como la más socialista de Unidas Podemos. Da igual a quien se lea, o a quien se pregunte, si es de Podemos, PSOE o IU, todas las personas destacan la labor de la ministra y su capacidad dialéctica para confrontar a las huestes asalvajadas de la derecha. No hay sesión de control, en Congreso o Senado, donde el orador de turno se lleve una buena reprimenda o humillación. No sólo tiene capacidad verbal sino que se prepara perfectamente, junto a su equipo, las respuestas (más bien las posibles respuestas según cómo esté el debate) para ofrecer cifras con las que hundir al personal agreste de la derecha.

A la preparación  personal se suma una capacidad de diálogo demostrada durante estos meses pandémicos. Mientras desde los medios cavernícolas se gemía y maldecía la mala fortuna de este gobierno con el empleo, la ministra dialogaba con los distintos sectores implicados para intentar consensuar unas medidas aceptables para todas las partes. Los ERTEs como salida no onerosa (a pesar de los problemas en los pagos), el cambio en los motivos de despido (no se ha prohibido despedir como dijo sino que se transformó en improcedente, o lo que es lo mismo, si se aprovechaba el confinamiento para despedir que le saliese más caro al jeta de empresario) y otras medidas que han servido para paliar bastante la situación del empleo. Consenso y diálogo que ha servido para extender algunas medidas más allá del confinamiento forzoso. No han sido perfectas, pero han sido. Imaginen en manos de la derecha la cantidad de despedidos o muertos en su puesto de trabajo habría habido. De hecho, el despido gratuito fue la mayor propuesta de Pablo Casado para solucionar el problema.

Según cuentan en Moncloa, el presidente del gobierno Pedro Sánchez, más el equipo económico que forman Nadia Calviño y María Jesús Montero, está sumamente contento con la actuación y el trabajo desarrollado por Díaz. Más allá de alguna pelea (¿quién en un gobierno no tiene peleas con la parte económica?), que la derecha ha querido magnificar, la labor desarrollada por la jurista gallega es muy del agrado, tanto como para ampliar el nivel de confianza entre las tres mujeres citadas y la colaboración interministerial. Algo que no sucede con otras partes del gobierno. Sánchez ha quedado muy sorprendido y valora esa capacidad de trabajo y diálogo demostrada, lo que no excluye mostrar principios firmes en el Consejo y en los medios. Su pragmatismo con la situación existente (recuerden que afirmó como Calviño que no se podía derogar la ley laboral del PP sino desmontarla valorando cada parte) y su buena labor de comunicación coral, esto es, no va por su lado sino que habla como ministra del gobierno en general, tampoco es algo que disguste en Moncloa, especialmente en vicepresidencia. Una mujer que asume la responsabilidad de hacer gobierno mostrando verdadera sororidad gusta y mucho. El camarlengo monclovita como está otras cosas más propias de las series de televisión, perjudicando a su jefe el presidente, pues le vale mientras no meta la pata.

Una buena acogida y una buena relación que podría ser un camino abierto en el futuro. La comparación con el otro miembro de IU, sí Alberto Garzón (que hacía tiempo no salía por estos lares), es muy ventajosa. La realidad es que cualquiera saldría bien librado en comparación con el coordinador de IU porque, más allá de meter la pata en más de una ocasión, todavía no se ha enterado de que está gobernando y sigue soplando y sorbiendo a la vez, algo que sienta muy mal en Moncloa. Bien que afuera los medios cavernarios y la derecha política hagan oposición, pero que se haga desde el propio gobierno sulfura bastante. El enterrador de IU saldrá en la futura remodelación, mientras que Díaz se quedará y no extrañaría que aumentase sus competencias. En Moncloa y otros ministerios del PSOE consideran a la abogada como alguien en quien confiar, una de las suyas, y una futurible.

El lunar de los autónomos, sin embargo, es algo que le va a costar algún disgusto, compartido con otros ministerios, porque si bien las ayudas entregadas han salvado la situación a muchas personas, no se han tomado las medidas de forma equitativa. Ni por el gobierno estatal, ni por los regionales, como ha sucedido con taxistas, peluquerías, pequeños comerciantes y pequeña industria, especialmente agropecuaria (aquí comparte las culpas) a los que las grandes distribuidoras han expoliado mientras subían los precios excesivamente. Siempre podrá tomar medidas en breve plazo y paliar las penas de esas gentes para las que la CEOE es un ente lejano. De momento queda ahí su error hasta el momento. Lo que no invalida que en el PSOE sea la “ministra del otro lado” más querida y apoyada. Tal vez porque no está a posmoestupideces o a hacerse la víctima, sino a trabajar de verdad. Sánchez, que tenía muchas dudas con los nombramientos, ha visto el cielo abierto con Díaz y gris con Garzón. Al menos el monaguillo les sirve los cafés en el Consejo y ya tiene una utilidad.

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