El señor Puigdemont ha dirigido el dedo a uno de sus súbditos, Quim Torra. Lo ha hecho al viejo estilo de los “democráticos” emperadores de Roma y el Senado sumisamente lo acata, que es el verbo empleado en una dictadura, acatar. Al quedar ungido por el sumo sacerdote acaba de ser elegido President, eso sí provisional, de una Catalunya que se consume en su propia deriva.

Lo lamento, lo digo desde una posición favorable al derecho a decidir, desde mi posición contraria a judicializar los temas políticos y por tanto a que haya representantes legítimos encarcelados o exiliados. También desde mi deseo de que el conflicto España-Catalunya se resuelva, no a golpes de uno y otro lado sino desde el diálogo, la negociación y el acuerdo.

Pero también como demócrata al que este tipo de comportamientos le producen un absoluto rechazo y el temor de entrar en una espiral suicida.

No soy independentista, aunque sí creo que el problema de Catalunya como el de Euskadi se solucionaría con una España Federal plurinacional, o sea transformando nuestro país una nación de naciones, introduciendo de alguna manera el derecho a decidir o al menos algún tipo de consulta que tuviera encaje legal en nuestra Constitución.  Eso acompañado de un nuevo pacto fiscal que traiga un nuevo escenario.

Por eso me manifiesto en contra de posiciones radicales en uno y otro lado.

No necesitamos más halcones, es más no necesitamos halcones, necesitamos palomas que sean capaces de comunicarse, de entenderse. Necesitamos gentes como Junqueras (que hoy estará escandalizado con este hecho en su celda), Iceta o Domenech. Curiosamente los tres gentes de una izquierda hoy devaluada.

Es necesario, imprescindible que en el bando llamado constitucionalista alguien dé un puñetazo en la mesa y diga basta! También que suceda lo mismo en el independentista, porque este camino nos lleva a la confrontación permanente y al despeñadero….a ambos.

Lo de estos días supera ya la calificación de esperpento. Creo utilizando palabras coloquiales, que a Puigdemont se le ha ido la pinza, que se cree Nerón o Calígula y eso es profundamente peligroso para España, pero especialmente para Catalunya.

Quizás hoy muchos independentistas, especialmente las gentes de izquierda, estén escandalizados, pero callarán y eso sí que es grave, que se haya llegado a esta especie de censura velada que se parece mucho a una dictadura.

¿Qué diferencia hay entre los defectos democráticos de una monarquía y lo de de Puigdemont? Sólo una, que en la primera el ungido es un familiar y en esta no resulta necesario que lo sea.

Puigdemont ha designado a dedo a su sucesor y el resto de manera obediente lo ha elegido, por cierto como Mas hizo con él. Quizás ocurra lo mismo en este caso y acabe volando sólo, esperemos que esta vez sea de una manera menos mesiánica aunque no parece. Lo hace incluso “recomendando” no use su despacho. Tremendo.

Veremos que ocurre, pero tiene pinta que en ese proceso de introducir a Catalunya en un círculo vicioso, se acaben por repetir los errores del pasado.

Lamentablemente Catalunya va a la deriva y la gente sensata de ambas orillas no acaba de romper amarras con los enloquecidos, que dirigen la máquina a un constante choque de trenes.

Mientras tanto las encuestas demuestran el efecto devastador que sobre algunos partidos en concreto y sobre la izquierda en general está produciendo esta situación. No sólo Catalunya también las luchas de los pensionistas y las feministas, más la corrupción.

Es evidente que una encuesta, la última la de Metroscopia para El País, no son las elecciones, pero sí marcan las tendencias y demuestran dos hechos irrefutables, que el bipartidismo está definitivamente enterrado y que la izquierda se encuentra en una crisis terminal.

Un nuevo tiempo se adivina en Catalunya y España. ¿Peor, mejor? Desde luego los nubarrones que se ven acercándo son de una negrura preocupante.

Veremos……….

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