Decía el denostado y casi olvidado Louis Althusser que los intelectuales (realmente decía los filósofos pero se puede ampliar el abanico a los que se manejan en la vida teórica o escrita) que no sólo existía un clara y obvia lucha de clases (que permitía la reproducción de las relaciones de producción) a nivel económico sino también en otras estructuras, la política y la teórica principalmente. Obviando la determinación en última instancia de la base económica, hay que señalar que la lucha de clases política y teórica (donde se incluye los mediático) está siendo el coto central del PP y la extrema derecha (naranja o verde). Y esta situación es realmente preocupante si se quiere que el Gobierno de coalición triunfe y logre no sólo los objetivos económicos y legales, estos últimos en parte políticos, sino conformar una alternativa real en el ámbito político y en el teórico. O lo que es lo mismo la posibilidad de ofrecer un componente de combate en la lucha de clases en la teoría contra la ideología dominante.

Apartando lo puramente relativo a políticas públicas del análisis, aunque es sumamente importante para dar una base material a la otra parte de la lucha, donde el Gobierno debería ser mucho más pedagógico, porque cuenta con una amplia red de activistas en redes sociales que necesitan nutrirse de argumentos en esa batalla política que se presenta en las redes sociales y la calle, hay que centrarse en el apartado más teórico-mediático del conflicto. El PP y la ultra derecha, armados como están de una potente red de medios de comunicación a su favor porque la dispone para ellos la clase dominante, no están jugando como se ha podido comprobar en el terreno de las políticas pública. Incluso, salvo algún apunte por aquí o por allí, en el terreno de la base económica, sino en los aspectos más ideológicos del combate. Existen diversos aparatos ideológicos en el Estado (y más allá que diría en cierta película) como los medios de comunicación, las instituciones religiosas, ciertas instituciones administrativas, instituciones sociales de diverso tipo, las instituciones educativas y la internet en términos generales. Desde ahí, por diversos mecanismos, la derecha está planteando la batalla en términos hegemónicos, no tanto en el sentido gramsciano, como en el marxista. Esto es, ganar en el pensamiento lo que han venido perdiendo en las urnas. Es obvio que el cuestionamiento del sistema está casi muerto a nivel oficial (pese a ello el “hijoputismo” del sistema, que diría Jesús Ausín, provoca reacciones contrarias a nivel individual más que colectivo), pero a nivel ideológico hay una cierta batalla por conformar la mentalidad de las personas. Ahí precisamente se centran los discursos del PP.

Es evidente que si usted es una persona de izquierdas con alto compromiso lo que viene a continuación le resultara en muchos momento obvio, pero es que usted ya está convencido de la batalla mientras que millones de personas no. Esos millones de personas que no acceden a las redes sociales de forma política pero que sí leen las manipulaciones de la prensa de derechas y acaban entrando por el aro ideológico de la clase dominante. Hay gente, por ejemplo, que sólo sigue cuestiones del último espectáculo de telerrealidad, que no se preocupa realmente por lo político, pero que sí se asombra cuando le llegan ciertas informaciones altamente modificadas. Todas ellas tienen conceptos como “constitucionalista”, “inmigrantes delincuentes”, “libertad”, “traición a España”, etcétera. Ese tipo de expresiones conceptuales, que en un principio parecen desprovistas de ideología, de hecho usted (salvo lo de los inmigrantes) quiere que haya libertad, que se respete siempre y al pie de la letra lo que dice la constitución o que España siga siendo el país tan bonito que usted adora, sin embargo, llevan una carga ideológica conectada a mecanismos simbólicos que las hacen muy potentes. En contra, en esta ocasión del Gobierno, como es evidente. Porque si fuese contra la oposición de derechas no se habría escrito este artículo.

Si observan a Isabel Díaz Ayuso utiliza, sin saber realmente lo que significa, el concepto de libertad. Todo es libertad para ella, todo tiene que ver con la libertad, mientras que el Gobierno quiere imponer cosas malas. Nunca dicen realmente ni lo que hacen bajo el paraguas de la libertad ni las cosas tan terribles del Gobierno. Utilizan una especie de deconstrucción del lenguaje donde la realidad que tan sólo en un concepto al que se acaba vaciando de sentido para que sea un elemento simbólico. Juegan con esa deconstrucción, la aprendieron muy bien con el ex-nazi Martin Heidegger, para que cada cual se conforme su realidad. Usted que es una persona de izquierdas formada sabe perfectamente que la libertad en boca de Díaz Ayuso, o cualquier otro dirigente popular como Pablo Casado, significa conceder dinero a las escuelas privadas para adoctrinar en la ideología dominante; significa desviar dinero a la iglesia para que se sume a la lucha de clases (no vaya a ser que salga algún cristiano rojillo); significa quitar dinero a la sanidad pública para entregarlo a la privada (salvo casos graves que se siguen tratando en la pública que tampoco están para perder dinero); significa pauperizar y explotar a las personas que como son libres han elegido una mala forma de vida y deben pagar por ello, cuando la realidad es que el sistema tiene algo que ver; y así mil cosas. Todo esto lo sabe usted pero no su vecino o la compañera de trabajo. Y con eso cuentan para ganar la batalla en la teoría. Ustedes saben que la constitución les importa bien poco. Ustedes saben que España sólo les importa como finca particular de una minoría. Ustedes saben todo eso porque están formados y se preocupan, pero no hay que dar por hecho que todo el mundo lo sabe.

Con esta petición de participar en la lucha de clases en la teoría, esa que se produce dentro y en los bordes de la ideología dominante, lo que se quiere decir, más allá de pedir al Gobierno más pedagogía, es que los intelectuales, los periodistas, las gentes que tienen formación (que no quiere decir estudios), deben actuar en consecuencia para plantar cara en esta batalla. Es complicado ganar de una vez la lucha pero sí se pueden ir ganando batallas. Periodistas que se ponen las banderas de izquierdas pero se lanzan a despellejar al Gobierno en base a la pureza (que se vanaglorian de entendidos de Pierre Bourdieu y luego no saben utilizar los conceptos de este pensador); intelectuales que están en ese mundo de la perfección teórica para la consecución de una doctrina de la Justicia que no deja de ser moralina barata y asimilable por la ideología dominante; sesudos analistas de la revolución que siempre está a punto de llegar; o postmodernos no son los que hacen falta en estos momentos. El combate no es pelear en el terreno del otro, aunque tenga realmente el campo en casi propiedad (que estas gentes de derechas son muy suyas), sino invertir la prueba del concepto. ¿Esto qué significa? Si les hablan de libertad, háblenles ustedes de igualdad. Si les dicen que están destruyendo España, díganles que es una pena porque con una España unida se podrían hacer muchas cosas en favor de todos pero que los barones populares no lo hacen. Y especialmente cuando se refieren al nacionalismo, háganles ver que también ellos son nacionalistas. Desnúdenles ideológicamente en ese sentido pidiéndoles que les digan las características del nacionalismo y comparándolas con las de los partidos de derechas.

Y, por supuesto, animar a los supuestos intelectuales que bajen al barro, que se manchen, que suden en la lucha de clases. Que es muy fácil escribir desde la pureza ideológica pero que hay momentos en que la batalla en la teoría hay que darla de forma más contundente. Menos bonita pero más efectiva. Porque en el terreno de la configuración de las mentalidades la derecha va poco a poco ganando terreno. De hecho, el propio Gobierno está manejándose en esa agenda política que les están marcando desde los aparatos ideológicos (la Unión Europea es el aparatazo) porque no hay aliados que se sitúen en los intersticios ideológicos para dar batalla. Es evidente que el Gobierno no puede estar siempre en la batalla teórico-mediática pero el resto sí, incluyendo a los propios partidos que parecen languidecer. Deben estructuras de combate, no sólo de difusión de tuits, en el plano ideológico. ¿Utópico? Puede ser. Pero sin utopía no hay transformación (ni revolución). En la derecha tienen claro la forma de la lucha de clases y habrá que lucharla. ¿O no?

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