Ayer un bebé fue asesinado y su madre está gravemente herida. Es la enésima víctima por terrorismo machista. Este 2017 se está demostrando cruel con las mujeres, está abriendo una herida supurante de una sociedad que demuestra tener un alto grado de putrefacción porque permite demasiadas cosas y alienta demasiados silencios contra las mujeres.

Y es terrorismo, es el terrorismo del miedo, la agresión, el chantaje, el acoso y la puñalada final. Quienes hemos vivido los peores años del terrorismo rodeados de cargos públicos protegidos por la infame amenaza de ETA, nos cuenta entender qué hay de diferente entre la vida de una mujer por el hecho de ser concejala o ama de casa si es la vida lo que corre peligro. Y la respuesta es desoladora. Es la respuesta de la desigualdad, de esa raíz tardofranquista del PP de considerar a las mujeres como no iguales a los hombres y relegarlas a las migajas en derechos y presupuestos para asegurar su protección.

Habrá quien tenga la tentación de actuar con la obscenidad propia de la indecencia y acusar a los gobiernos socialistas regionales de no hacer lo propio pero la seguridad de la vida de las mujeres ante esta lacra debiera ser una prioridad del Estado.

Educación, educación y educación. Y justicia, justicia y justicia, barajadas con la maestría que precisa la situación y con la ardua labor de desincrustar la ideología conservadora de muchos jueces que consienten que los padres acusados de maltratar a las mujeres con las que convivían puedan tener al alcance la venganza a través de las vidas de sus hijos e hijas.

Huérfanos marcados de por vida por imágenes que jamás podrán sacarse de sus mentes mientras la sociedad jalea histérica a un jugador de fútbol que hizo del manejo de las pelotas (de las de la entrepierna) la forma de maltrato a su novia mientras los nada respetables aficionados le jalean la hombría al tiempo que llaman puta a la agredida.

Y la violencia machista de unos Presupuestos Generales del Estado que permiten infames cantidades de dinero a la Iglesia que nunca castiga la violencia machista porque de su  Dios es sabido que es por culpa de ellas que les ha dado por pensar y trabajar en vez de dedicar su vida a la procreación y aguantar los palos que nos manda el señor en silencio, mientras dejan anoréxicas unas cuentas esenciales para proporcionar a las mujeres víctimas de maltrato, a los huérfanos del terrorismo machista una vida digna.

Jamás se dio un solo avance para nosotras con gobiernos del PP sino todo lo contrario, nuestros derechos parecen retroceder en una aviesa máquina del tiempo hacia la Inquisición en la que la soga no hace más que apretarse y apretarse.

Nunca fue tan necesaria una legislación que no admita la interpretación de la ideología conservadora; nunca fue tan necesario poner en marcha un Pacto de Estado que devuelva a este país la dignidad de cuidar del 50% de su población –las mujeres- y nunca fue tan importante educar en la igualdad efectiva desde la cuna, impidiendo recibir ni un solo euro público a todo lo que no promueva la igualdad.

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