Si usted es una persona que tiene preocupaciones sociales, tiene cierta conciencia política y gusta de informarse lo que puede por los aconteceres del proceloso mundo de la política, igual siente desde hace un tiempo cierto mal sabor de boca. Sin importar si se sitúa a diestra o siniestra, si tiene a alguno de los partidos políticos como favorito, si actúa como un fan respecto a cualquier dirigente político, lo que cada vez es más evidente es que la desafección por lo político se está extendiendo por el grueso de la ciudadanía. Cada día más personas se enfadan con los otros y los suyos porque la materialidad les apremia para mal o porque no aguantan el nivel de mentiras y medias verdades que se ha instalado como uso artístico de la política espectáculo. Desafección dentro de los partidos, extramuros de los mismos y una gran indiferencia por lo que se hace y se debate.

¿Piensan en la élite política realmente que a las personas les importa la memoria histórica, lo que pasa o deja de pasar en Venezuela, si hay o no vetos parentales, si las demandas de una minoría muy minoritaria respecto a unos supuestos derechos subjetivos deben ser el principal problema a discutir, por ejemplo? Igual sí porque no dejan de entablar debates y de situar temas en la agenda política que, en realidad, se encuentran muy lejanos de la mayoría de la ciudadanía. O igual es porque, dada la correlación de fuerzas, nadie se atreve a afrontar los problemas reales de las personas. Ayer se hablaba y no paraba del problema de los agricultores, se les prometen cuestiones por la derecha y por la izquierda y a los cuatros días surge el nuevo tema “más interesante” de la semana o la quincena y de los agricultores no se supo más. ¿Recuerdan el problema de los taxistas? Seguramente muchos de ustedes no podrán afirmar si se ejecutó alguna solución o no. De hecho en muchos lugares siguen de haciendo huelgas y en otros, como sucede con algunos taxis rurales, no les pagan el servicio público que realizan (transportes de personas con discapacidad, enfermos, etc.).

Seguramente ustedes piensan que no pueden tan malvados en la élite política para utilizar los temas que suelen utilizar a fin de no trabajar sobre los temas materiales que sí preocupan y mucho a la población, plegándose de esta manera a los intereses de la clase dominante. O pueden pensarlo porque están completamente hastiados de tanto trapicheo, tanto engaño y tanta promesa incumplida. ¿Creen que la ciudadanía de derechas siente una pasión enorme por Venezuela y por ello no se plantan ante sus jefes de partido para que hablen de problemas más cercanos? No. Las personas de derechas piensan igual que las de izquierdas, no sólo respecto a Venezuela sino a la Sanidad, el paro, la precarización. Pueden discrepar, y esto habría que ver hasta qué punto, en temas morales como la eutanasia y sus diversas formas. Incluso el aborto. Las diferencias ideológicas no les hacen a estas personas separarse de las cuestiones materiales. Difieren en las posibles soluciones, no en el problema en sí. Están tan separadas de las élites políticas como puedan estarlo en la izquierda. ¿Creen que la ciudadanía de izquierdas quiere la autodeterminación de Cataluña o que Euskadi rompa la caja única de la Seguridad Social? Claro que no. No son realmente los temas principales que hay en su mente.

José Félix Tezanos en un intento de salvar a la élite política de ser señalada como la principal causa de los problemas en España, escribió hace unos días un artículo en la revista de la Fundación Sistema. En el mismo comenta, desde el idealismo empírico, que realmente, con los datos agregados, la antipolítica (así lo nombra) es realmente la tercera preocupación de la ciudadanía española. Curiosamente en la exposición de motivos que apoyan su tesis acaba confirmando el peligro de la desafección política y el señalamiento de todas aquellas personas que, de un modo u otro, son parte de esa élite. Como problema en sí mismo la élite política es claramente el tercer problema, la contradicción que se encuentra en el análisis es que los dos primeros problemas observados por la ciudadanía son problemas políticos o de derivación política. Los problemas laborales como el paro, la precariedad laboral, la inestabilidad vienen provocados no por la estructura económica mundial, como quieren hacer ver desde los distintos gobiernos de izquierdas y derechas, sino por la legislación laboral básica que en España ha empobrecido y explotado a niveles de mediados del siglo XX a la clase trabajadora. Que una fábrica se lleve la producción a China es algo global sí, pero que el millón de empresas que no se van se ceben con los trabajadores y trabajadoras es problema de la élite política. Tras prometer en la izquierda que iban a derogar la legislación laboral que ha provocado esa situación ahora resulta que sólo quitarán el despido por enfermedad y volverán a la primacía del convenio estatal. ¿Normal que las personas se enfaden? Sí y no por algo etéreo sino por la acción política.

Los problemas sociales tienen una mayor diversidad de causas. Hay unos factores estructurales propios de España, otros globales e, incluso, algunos pocos personales. Pero en la inacción de los gobiernos del PP o en la deuda estatal generada para salvar al sistema financiero, por ejemplo, está la causa del mal estado de la Sanidad (que también ha contado con la ayuda de gobiernos de izquierdas en algunos lugares), de la mala financiación de la Educación, de los déficits entre unas autonomías y otras que desde los distintos gobiernos no se actúa para reducirlos. Que desde el Congreso se actúe con una visión donde priman cinco o seis capitales, se tenga una visión capitalina-centralista y no radial o se hagan inversiones públicas a corto plazo, olvidando la mirada larga y las posibilidades transversales que darían vida a la España vaciada, no es culpa de entes abstractos sino de personas muy concretas. Todas ellas con cargos políticos curiosamente. La desafección no entiende de ideologías, ni de partidos al final y ese es el peligro.

Los autoritarismo, disfrazados de mil formas, que están apareciendo por todo el mundo son hijos de esa desafección política que se genera desde el centro mismo del sistema por la evidente fractura que se produce entre la élite y la ciudadanía. Podemos captó en su momento la desafección parcial en la izquierda, como Ciudadanos en la derecha tras los casos de corrupción. Ahora bien, cuando comienza a cundir el desánimo en todas las capas sociales y sin distinción ideológica se abren las puertas del infierno y acuden los monstruos a la llamada. Si bien eso a la derecha le puede dar igual porque se adaptan a dictaduras o democracias, en la izquierda social, en la clase trabajadora puede tener un impacto que acabe por enterrar cualquier lucha o recuerdo de ella. Si en Francia el lepenismo consigue captar la atención de una parte de la clase trabajadora (con diferencias entre lo urbano y lo rural) significa que la pérdida de luchas materiales en la izquierda abre la puerta a desplazamientos peligrosos o un abstencionismo irrecuperable. En la izquierda se está, en demasiadas ocasiones, a lo subjetivo y no a lo material. Una vez se olvidaron del materialismo (así no sea histórico), sólo les quedan cuestiones muy etéreas y morales que no enganchan con los problemas reales que, como señala Tezanos, son las verdaderas preocupaciones. Una vez gastado el comodín de la momia del dictador toca transformar lo material. Los EREs siguen ahí, como los desahucios, como la falta de recursos en la Sanidad o la Educación, como la precariedad laboral, como la pobreza de personas que trabajan a jornada completa… La subida del SMI es un apaño, no la solución a tantos males como provoca el sistema capitalista.

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