Fuente: Vaticano

A fin de solventar la duda del titular, hay que decir que se le ocurrió a Benedicto XVI. Un prometedor obispo joven, para lo que se estila, y alemán, el cual mostraba una gran firmeza teológica en sus años de obispo –atención que esto ya era una señal– de Tréveris y luego arzobispo de Múnich y Frisinga. Muy conciliar para los “tradis” católicos, pero había que poner una vela a Dios y otra al Diablo en la batalla subterránea de la curia vaticana –si se habla de curia vaticana la verdad es que las velas a Dios…–.

El cardenal Reinhard Marx vuelve a estar en los papeles, no por su capacidad teológica sino por volver a mostrar ideas que podrían ser denominadas heréticas. Respecto a la sexualidad el cardenal ha afirmado algo obvio para la persona “la sexualidad y la fisicalidad son existencialmente parte de los seres humanos, atemporales y actuales. La discusión sobre lo que eso significa para la gente nunca terminará”. Nada nuevo para el debate católico si se tienen presentes el Cantar de los cantares, textos de santa Teresa de Ávila, reflexiones de san Juan Pablo I o algún libro del superventas católico Fabrice Hadjadj. Por este lado, pese a las quejas “tradis”, una senda clásica.

El problema viene cuando comienza a decir que existe una “promesa de que es posible que la sexualidad tenga un lugar en el paraíso” o sobre si el sexo “es un don de Dios”. De ahí que se marque una disyuntiva entre el “espacio que nos ha dado la creación, [que] se está desarrollando de manera creativa, al servicio de la vida, o se está declarando una realidad tóxica, donde en realidad sólo puede todavía cometer errores”. Esto implica que la Iglesia católica, y aquí viene el meollo, no ha sabido resolver nunca a lo largo de la Historia este tema de la sexualidad y supone un “trauma católico”. Lo que hay que hacer, según Marx –el cardenal no el otro, no se vayan a equivocar–, es desarrollar una moralidad al servicio de la vida mediante una doctrina que proclame la filantropía de Dios para las cosas del sexo.

Los “tradis” escandalizados y los “progres” excitados con el cardenal Marx. Es evidente que sobre la sexualidad hay mucho pensamiento carca, ¡ojo! hablando en términos estrictamente de la comunidad católica, y las parejas hacen lo que les apetece y les resulta placentero. En este sentido tiene razón Marx al afirmar que si Dios nos ha concedido esta forma de placer por algo será. Que no todo va a ser penitencia y dolor como parecen indicar algunos. Ahora bien, el problema es que, como todos los woke y populistas, se realiza una propuesta razonable para colar algo que es contrario a las escrituras. Y aquí es donde los “tradis” comienzan a tener su parte de razón.

El cardenal Marx, que es famoso por bendecir parejas de homosexuales (no se sabe si se incluyen las lesbianas porque, como suele suceder, las mujeres quedan opacadas hasta en el lobby LGB) ha adelantado el texto sinodal alemán, del que claramente autor, en el que dice: “La autoconfianza en la propia identidad de género es una base indispensable para la felicidad personal de todas las personas. Como Iglesia, tenemos que respetar la autocomprensión individual de la identidad de género de cada persona como parte inviolable de su imagen única de Dios”.

Si se centran en el texto en negrita, ahí se ve que este Marx va más allá de lo que postulaba en su tiempo el otro Marx (esta vez sí, Karl Marx). Ninguna feminista, por hablar de un grupo que es incomprendido por buen parte de la Iglesia, apoya la que la identidad de género sea algo bueno. La ideología de género, que poco o nada tiene que ver con el feminismo –sí con otras derivas neoliberales–, supone al final del camino la opresión de la mujer. De hecho, aceptar la identificación de género es propio de reaccionarios. Esos mismos que entienden la mujer en casa y con la pierna quebrada. El género no deja de ser un constructo social (años y años de teología diciendo que son malos los constructos sociales para…) y debe ser abolido para que la igualdad pueda ser posible.

El cardenal Marx confunde el culo con las témporas. Un homosexual, una lesbiana o cualquier heterosexual no tienen una identidad de género distinta en sí. Tienen preferencias sexuales diferentes. Hombres a los que les gustan los hombres, mujeres a las que les gustan las mujeres, hombres a los que les gustan las mujeres y mujeres a las que les gustan los hombres. Introducir el generismo en la religión católica es herético y muy distinto a que la moral sexual sea revisada, siempre observando las escrituras. Y en las escrituras dice lo que dice respecto al matrimonio y a las distintas preferencias sexuales. La verdad es que Benedicto no tuvo un buen ojo, si no es que se vio forzado a ello como se dijo antes, al nombrar como cardenal a un Marx que había sido obispo de Tréveris. Las señales estaban ahí. Eran claras.

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