Si hay alguien sionista dentro de la política española es, sin duda, el ex-presidente José María Aznar. Ya desde sus tiempos al frente del poder ejecutivo patrio, Aznar siempre se mostró en favor de la causa israelí. Bien por pasividad ante lo que ocurría en Palestina con las ocupaciones y los bombardeos judíos, bien por llevar la contraria a Felipe González (que, como se sabe, promovió los acuerdos de Paz de Madrid entre Israel y Palestina), bien porque el lobby judío de Nueva York siempre se ha portado generosamente con él. El caso es que, frente a los intentos de concordia de los países europeos, Aznar siempre tuvo sus preferencias claras.

Una vez fuera de la política nacional, que no de la política activa a nivel internacional donde actúa como punta de lanza del capitalismo financiero, el ex-presidente se ha dedicado a irse incrustando en el mundo de los lobbies y las agencias estadounidenses. Así, en 2010 junto a otras personalidades formó el Friends of Israel Initiative, una especie de lobby sionista para defender los supuestos valores occidentales de la democracia israelí. “Todos permanecemos o caemos juntos” dice en su web. Lo que en el ideario de Aznar, como se ha comentado en otras ocasiones, es una misión de cruzada contra el mal. E Israel el centro de esa cruzada.

Una vez que el presidente de los EEUU, Donald Trump, decidió trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén, al calificarla de capital de Israel, el lobby sionista de Aznar ha publicado un editorial (guiado por la mano de Aznar como presidente) donde se loa y justifica la decisión del señor del Imperio. “Nosotros creemos fuertemente que esto es el comienzo de una nueva y mejor era en el conflicto y a lo largo de todo el Medio Oriente” han afirmado. Justifican a Trump afirmando que, al fin y al cabo, esta decisión se había aprobado en el Congreso en 1995 y que es nada más que un mandato del pueblo estadounidense, pues Trump lo había prometido en la campaña electoral.

Indican que la mayoría de ministerios se encuentran ya en Jerusalén, que los Acuerdos de Oslo fijan las fronteras mediante acuerdos bilaterales, que el progreso se ha notado desde que la ciudad está siendo administrada por los judíos, mejorando la vida de judíos y árabes, y que la gran mayoría de árabes se trasladarían a Israel si se dividiese la ciudad. Pero lo que quiere dejar claro que no cabe ningún acuerdo de paz si Jerusalén no es la capital de Israel. Lo fue en el pasado y debe seguir siéndolo ahora. En este caso por la fuerza de la soberanía del pueblo judío que así lo desea y solicita. La decisión del Gobierno de EEUU no es más que una cuestión de Justicia (histórica, económica y lógica).

“La decisión del presidente Trump, en suma, establece un nuevo paradigma para el Oriente Medio, donde las realidades evidentes y las demandas mínimas de Israel comienzan a ser reconocidas; un nuevo marco donde la existencia de Israel comienza a normalizarse” concluye el editorial del lobby de Aznar. La paz sólo será posible si Jerusalén es la capital de Israel y se reconoce el derecho del mismo a existir. Todo un alegato sionista que lleva al éxtasis máximo al sionista Aznar. Ni su gran amigo George Bush Jr. se atrevió a ello, pero Trump, de quien no se fiaba demasiado hace un año, le ha demostrado que él, Aznar, no se equivocaba en su propia cruzada contra el mal.

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