Cuando tiene razón una persona hay que dársela. Y ayer el ex-presidente José María Aznar la tuvo: Pablo Iglesias es un peligro para la democracia. Por fortuna lo es porque la democracia que encarnan Aznar, sus chicos del PP y sus amigos de naranja poco o nada tiene que ver con una democracia que tenga ese nombre. Ni poliarquía como gustaba decir al liberal Robert Dahl se puede llamar a la concepción democrática de esta gente. Así que el dirigente de Podemos sea un peligro para la democracia abre un camino de esperanza para todas aquellas personas decentes que desean otro mundo.

En la concepción democrática de Aznar todo se reduce a elecciones de vez en cuando, llegándose a la perfección solamente cuando gobiernan ellos, los poderosos, los que están al servicio del establishment, de la casta, de los poderosos, del bloque en el poder o como quiera catalogarse. Cuando gobiernan los que no son ellos siempre dicen que se pervierte la democracia, que se hunden los países, que todo es más feo, aunque pueda ser más democrático. Para Aznar la democracia no puede ni debe ser más que “la junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa” como dijo Marx. Y lo piensa porque actuó así en sus años de presidente (con todas las empresas públicas entregadas a amigos) y lo sigue haciendo mediante los dineros que gana en todos los lobbies que administra. El pueblo, la ciudadanía, no existe en su concepción política democrática salvo como esa masa informe que sirve para legitimar el sistema con elecciones cada cuatro años.

No existe en su concepción más que la libertad económica. La personal sólo es lícita para los poderosos y sus extensiones políticas y sociales. El pobre no tiene derecho a participar, ni a quejarse porque todo lo que le pasa es culpa suya no del sistema. Ni los sindicalistas o activistas por los derechos humanos o naturales pueden actuar libremente pues suponen un peligro para la democracia de los poderosos. Por eso no se queja a su amigo Álvaro Uribe, ni a su títere actual Iván Duque, de los asesinatos (más de 14.000 en sus años de gobierno) de sindicalistas y activistas. Son personas de izquierdas peligrosas que no deberían tener ni derechos, sólo el derecho a estar sometido a la voluntad de los poderosos.

En su presentación en sociedad, expuso Pablo Iglesias que quería “Disputar la democracia”, quitarle la democracia al establishment para devolvérsela a las personas decentes. Luchar contra la casta (personas como Aznar) en favor del pueblo. Quería, y quiere, una democracia que pueda catalogarse con ese nombre en la que las personas sean ciudadanas y ciudadanos, no súbditos del capital. Que la democracia inunde todos los espacios e intersticios sociales y no sea solamente un acudir cada cuatro años frente a una urna. Y claro eso, que para Aznar no es democracia sino populismo o socialismo, es peligroso. Sumamente peligroso porque supone que él y sus amigos no manden, no subyuguen, no se queden con todo y dejen las miserias para la mayoría. Porque Aznar y sus amigos no quieren democracia sino un absurdo que engañe y saquee a las personas decentes. Tiene razón Aznar y por suerte Iglesias es un peligro para la democracia.

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