Manifestación Primero de Mayo en Madrid / Agustín Millán.

En las últimas semanas, con motivo de las disputas entre los defensores del PSOE y Podemos, se ha podido verificar una lucha por la ubicación ideológica de la izquierda. Una disputa, sin sentido en algunas ocasiones, por autodefinirse como la izquierda más pura o “berdadera hizquierda” como han escrito unos y otras. Y la realidad es que desde que se estipuló en la Asamblea francesa aquello de izquierda y derecha, ni la izquierda ha sido única, ni la derecha tampoco. Con mayor propiedad hay que hablar de las izquierdas, lo que son cada una y lo que defienden. Es evidente que hay personas que se significan o autoubican en la izquierda por cuestión puramente sentimental pero sus acciones son muy lejanas al corpus teórico e ideológico de las izquierdas.

A fin de que cada cual pueda ubicarse con mayor propiedad en las izquierdas vamos a hacer un breve resumen de los distintos posicionamientos que existen en el todo de la izquierda. Eso sí, antes de explicar cada una de esas posiciones, cabe recordar que la ubicación, en términos generales, se obtiene siempre por la defensa o la crítica del sistema, que en nuestro caso es el capitalismo con su doctrina hegemónica el liberalismo (o neoliberalismo como gustan decir algunas personas). Es a favor o en contra del sistema, como bien nos ha enseñado la historia, de la forma en que se establecen los posicionamientos. Los liberales del siglo XVIII y comienzos del XIX eran la izquierda porque estaban contra el sistema anterior. Hoy en día al ser los portadores de la voz principal del sistema dominante quedan a la derecha. Como es lógico, conservadores o tradicionalistas siguen existiendo en esas derechas, pero la voz de la clase dominante se sitúa en el neoliberalismo. Es por ello que el posicionamiento a favor o en contra del sistema marca estar a la izquierda o la derecha.

La izquierda en términos globales es anticapitalista porque busca una nueva sociedad trascendiendo el sistema de clases sociales, de control de los medios de producción y de explotación (de muy diversas clases) del capitalismo. En primer lugar dentro de las izquierdas, y los más cercanos a la derecha, serían los reformistas, que en buena parte se identifican con la socialdemocracia clásica. Son aquellos que pretenden superar el capitalismo mediante reformas estructurales, que perduren y cambien el funcionamiento sistémico. Unas reformas que se pretenden históricas y no reversibles. No vaya a ser que suceda como los socialdemócratas suecos y alemanes que fueron los primeros en desmantelar su propia obra que llegó a calificarse como cercana a la sociedad socialista. La famosa, como muerta, Tercera Vía que pretendió ser un posicionamiento entre lo neoliberal y lo socialista, a la que se adscribió hasta José María Aznar, no entraría en el reformismo de izquierdas, como mucho en el de derechas.

Posteriormente vendría el socialismo, tanto en su rama gradualista como revolucionaria, que son aquellas posiciones que entienden que la lucha de clases persiste aunque el sujeto histórico de cambio se haya transformado por acción del neoliberalismo y la postmodernidad. En buena parte son marxistas, pero principalmente entienden el socialismo como un corpus ideológico en el que hay que, partiendo del materialismo y con otras aportaciones teóricas, la lucha se debe producir en todos los ámbitos de la vida para llegar a una sociedad socialista. Una sociedad que sea la república de la libertad y la democracia, no del igualitarismo que es algo que aborrecen en sí los socialistas. Hay que cambiar la estructura para cambiar todo el sistema, con simples reformas no hay transformación social. Lo que no empece en la lucha en el ámbito cultural o de formación hegemónica del pensamiento de la época, de ahí su insistencia en la formación de las personas para poder llevar a cabo la emancipación. Apoyan con firmeza a los sindicatos y las luchas de la clase trabajadora, pero no desdeñan apoyar otras luchas subsidiarias que puedan derrotar al capitalismo.

Los comunistas (y sus ramificaciones trotskistas, maoístas, etcétera) siguen la estela de los socialistas con una mayor acentuación del análisis marxista y son abiertamente anticapitalistas. En mayor medida que los reformistas y los socialistas son internacionalistas, incluso altermundistas, y apoyan la lucha de clases a nivel internacional en distintas ramificaciones. Su ideal no es parar en la sociedad socialista, sino que como destino histórico hay que llegar a la sociedad comunista. Realmente, como sucede con los socialistas, hoy en día defienden el gradualismo para la conquista de la historia, pero no descartan el proceso revolucionario dirigido por una vanguardia de la clase trabajadora si se diesen las condiciones propicias para tal situación. Digamos que tienen un mayor poso revolucionario que los socialistas pero no dejan de ser consecuentes con la realidad y la correlación de fuerzas existente en la actualidad.

Feminismo, Derechos Humanos y Ecologismo.

Esta es en parte la izquierda en términos generales, tal y como se ha conocido, tal y como sigue existiendo. Habría que añadir el anarquismo, el cual va más allá de lo comentado. Pero estos son los posicionamientos de izquierdas realmente existentes. Todo lo demás, como veremos, o bien no está contra el sistema, o bien tiene contradicciones tan grandes respecto al sistema que caen en el espectro de la izquierda por expulsión moral de otros ámbitos. Porque lo moral se ha convertido, para alegría de Kant, en lo sustancial para muchas personas que se dicen de izquierdas o se posicionan en ese espectro. Buena culpa de ello tienen los posestructuralistas que hicieron de “lo moral” casi la verdad absoluta de la izquierda y también la Nueva Izquierda que vino a instaurar lo postmaterial, o lo que va más allá de lo material.

¿Es el feminismo de izquierdas? Si evitamos el caso español, donde ciertas peculiaridades propias como la presión de la Iglesia Católica y el conservadurismo franquista conservan trazas que no se producen en otros países, el feminismo tiende más a la izquierda que a la derecha. Eso sí, desde posicionamientos liberales se ha defendido la igualdad de la mujer y la lucha contra el patriarcado con tanta intensidad como desde la izquierda. Hay una parte del feminismo que sí se posiciona frente al sistema capitalista, pero hoy en día el feminismo que se defiende tiene poco de antisistema. Es una batalla que la izquierda puede y debe dar, pero no es la batalla principal para transformar el sistema. Si se le añade el feminismo queer, entonces, casi se está en posiciones procapitalismo.

¿Es la lucha en favor de los Derechos Humanos de izquierdas? Como sucede con el feminismo es una lucha que debe dar la izquierda aunque la lucha por los derechos humanos en sí no es anticapitalista. La lucha por los derechos civiles es de justicia social, algo que está unido al acervo de la izquierda, pero en sí luchar por esa igualdad de derechos no conlleva en muchos casos la quiebra del sistema capitalista y su doctrina hegemónica el neoliberalismo. Las personas discriminadas por su color de piel no tienen por qué luchar para cambiar el sistema, sino simplemente para insertarse de mejor forma en el propio sistema. Lo mismo ocurre con otras discriminaciones que no son de clase. En muchos análisis no hay posicionamiento de clase, sólo del aspecto discriminatorio. Es una lucha que atañe a la izquierda pero no es principalmente de izquierdas y muchos liberales también lo defienden. Fíjense en Bernard-Henri Levy, uno de los adorados por Macron.

¿Es el ecologismo de izquierdas? De todas las doctrinas de la Nueva Izquierda es seguramente la que más antisistema podría posicionarse. De hecho en sus inicios, con el pacifismo, la lucha antinuclear y la crítica al consumismo humano era el mejor aliado de la izquierda que había olvidado ciertos aspectos naturales/ecológicos. Hoy en día, dependiendo del sector ecologista que se analice, los hay que persisten en la conexión de la destrucción del planeta como parte inherente al sistema capitalista y los hay que lo único que desean es un capitalismo verde. Verán cómo se critica el consumo de bolsas de plástico a la par que se mira hacia otro lado respecto a las empresas contaminantes. Hace unos días, como ejemplo, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se felicitaba por la apuesta de Zara de tener fábricas ecológicas, mientras no dijo ni una sola palabra sobre las condiciones laborales. Una lucha de la izquierda pero que no en todas sus visiones es de izquierdas. Una liberal puede ser feminista, pro-Derechos Humanos y Ecologista pero apoya a muerte el capitalismo.

Posiciones transversales y engañosas.

Ahora analizaremos algunas posiciones que caen de ese mundo progresista que es el significante vacío más utilizado porque quiere decir todo y acaba no siendo más que una aceptación y rendición ante el sistema capitalista. Un mejorar condiciones de las personas, dicho así en general, y que no haya cotas de miseria y pobreza tan enormes que puedan causar vergüenza o un proceso revolucionario. En esas está la izquierda sentimental, defensora de derechos humanos, defensora de la justicia social, que acepta las tesis del fin de la historia (capitalismo más democracia liberal representativa), que acepta la dominación de clase y que se siente cómoda cumpliendo los mandatos del FMI. Se declaran de izquierdas por sensibilidad social pero no hay análisis o explicación que hagan en el que muestren algún tipo de deseo de transformación del capitalismo. Se prodigan, al contrario, en avisar de la inevitabilidad de la globalización, en la complejidad del sistema (lo que supone un escaqueo analítico) y en la necesidad de deliberar y aceptar las posiciones de las personas de derechas.

La izquierda postmoderna es esa izquierda que desea que todos los deseos humanos se transformen en derechos, que apuesta por el hedonismo y el placer como mecanismo para lograr la felicidad, para la que la diversidad y su pluralismo identitario es la máxima expresión del desarrollo humano en sociedad, pero todo dentro del capitalismo. De hecho es sencillo encontrar postulados gaycapitalistas en este sentido. Lo materialista, la lucha de clases es una antigualla porque si alguien no asciende socialmente no es por su condición de clase sino por su condición como ser humano y no ser suficientemente emprendedor, empático o espiritual. Una izquierda que vive Instagram como máxima expresión de la felicidad. No son utilitaristas al uso, sino hijos, hijas o hijes del me gusta. Se autocalifican de izquierdas porque hay demasiada moralina en la derecha, pero allí donde hay partidos liberales que les hacen caso, allí que están en su mayoría.

La izquierda populista es esa izquierda que podría ser de derechas si tuviesen hueco allí. Es más una cuestión de estrategia y de espectáculo que mediante la suma de numerosas demandas compone un todo que sirve para bombardear Siria o para defender el feminismo. De hecho llegan a pervertir todo tanto en esa cadena de equivalencias y entrega al líder supremo que llegan a afirmar que el feminismo o el ecologismo incorporan todas las demandas de la clase trabajadora. Que lo primero es mejor que lo segundo porque hoy está de moda. Si la lucha de la clase trabajadora no estuviese proscrita mediáticamente por interés del sistema de dominación, se apuntarían los primeros. Para ellos, realmente no hay ni izquierda, ni derecha, sino arriba y abajo y un proceso agonístico donde las posiciones quedan definidas en esa contradicción. ¿En el poder? Pues no hacen nada más que propaganda. Son los primeros en que si hace falta utilizan a Marx contra el propio Marx para aparentar una pátina de izquierdas, aunque se quedan sólo con lo hegemónico de Gramsci, trufado de un fascista como Gentile si hace falta, pero huyen como de la peste de una análisis de clase. Adoran a las masas por lo que conlleva de espectáculo, pero piensan de ellas lo mismo que hacía Gustave Le Bon, que son manipulables y execrables.

Por último hay una serie de posicionamientos teóricos o prácticos que, desde su transversalidad, son parte del acervo de las izquierdas pero que también comparten posiciones de derechas, más allá de los que se posicionan en el lado zurdo social por ser unos amargados (que también los hay). Republicanistas, cristianos de base, teólogos de la liberación, tercermundistas, altermundistas, utilitaristas, humanistas se acercan a la izquierda buscando un lugar donde asentar su moral o su radicalidad democrática. Es normal que un liberal, estudioso de John Stuart Mill, como John Rawls haya sido colocado y adorado por los más moderados o sentimentales de la izquierda, algo que sucede con Michael J. Sandel. En términos generales, si no hay análisis, ni posicionamientos materialistas, esas personas que se sitúan personalmente en la izquierda son moralistas, además, algunos y algunas en una forma asfixiante. Aunque en muchas ocasiones es una doble moral.

Estas son las izquierdas, no hay más o menos pureza en unas u otras, aunque sí es obvio que todas aquellas posiciones que se sitúan a la izquierda aceptando el capitalismo tienen un salto sencillo a la derecha pues lo moral se mueve rápidamente. Lo que hace cien años escandalizaría, hoy podría ser tratado como algo de infantes. Si alguien se dice puro en las izquierdas sólo debería ubicarse en alguno de los grupos que hemos presentado y verían como en la mayoría de los casos tendrían un tufo liberal o moralista que espanta. A veces se está en la izquierda porque la derecha está llena o por cuestiones ajenas al posicionamiento respecto a la estructura sistémica, pero en otras ocasiones las diferencias son tan mínimas que pareciera que la clase dominante ha estructurado partidos del sistema con los que tener una función espectacular. Por último destacar como la burguesía bohemia, o izquierda caviar, se apodera del discurso de la izquierda en los medios de comunicación haciendo muy complicado que las posiciones materialistas puedan construir sujeto alternativo. Así domina la clase dominante, pero de ello hablaremos otro día.

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